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Mes: noviembre 2017

¿Por qué creo que eres persona?
¿Por qué creo que eres persona?

Imaginemos que un profesor ha puesto la siguiente pregunta en un examen: ¿creen ustedes que todos los seres humanos son personas? Entre las respuestas, quizá podríamos encontrar algunas como estas: “Sólo son personas los blancos”. “Sólo son personas los negros”. “También son personas los orangutanes”. “No son personas los fetos”. “Son personas sólo los que acaban de nacer”. “Dejan de ser personas los que no pueden entender ni razonar de un modo normal”. “No sé qué significa ser persona”. “Los varones no son personas”. “Los chicos no son personas”. Y las posibilidades se podrían alargar hasta el infinito.

Desde luego, si alguien nos dijese que ser persona es el resultado de creencias subjetivas, pues no todos pensamos lo mismo. Si además afirmase que hay algunos hombres que son personas y otros que no lo son, las consecuencias podrían ser trágicas. Seríamos capaces de repetir páginas de la historia tan tristes como el Holocausto de los judíos, el genocidio de los armenios, la esclavización de los negros, la opresión de la mujer, el sacrificio de los prisioneros de guerra a los dioses, el infanticidio como sistema para eliminar los defectos en los recién nacidos, y el uso del aborto como “método” para evitar que nazcan seres humanos no deseados.

Es cierto que algunos se dedican a discutir por discutir, y son capaces de afirmar que no es posible saber lo que significa la palabra “persona”. Pero no podemos quedarnos en la pura discusión, pues al político, al parlamentario, al médico y al ciudadano normal nos interesa establecer con la mayor precisión posible quiénes son personas y quiénes no lo son. Tal vez podríamos concordar en algunos parámetros objetivos para llegar a un acuerdo. Incluso, para empezar, podemos dejar de lado por un momento el uso de la palabra “persona” y fijarnos solamente en lo que significa el pertenecer a la especie humana.

El primer parámetro fundamenta todo lo demás: todo individuo de la especie humana debe ser respetado en sus derechos, por el simple hecho de que es individuo de la especie humana, sin mayores especificaciones. No podemos fijarnos en su tamaño (si mide un metro, dos metros o 3 centímetros), ni en su coeficiente intelectual, ni en su sexo, ni en la situación económica de su familia, ni en la claridad u oscuridad de su piel, ni si entra en una mezquita o en una iglesia o en una asociación de ateos. Basta con que sea hombre para que podamos defenderlo en su dignidad. Por desgracia, no todos llegan a esta convicción básica sobre la que puede construirse un derecho mínimamente justo, pues las discriminaciones y los juicios sumarios sobre grupos distintos del propio son algo tan viejo y tan actual como los moretones en las cabezas de los niños.

El segundo parámetro debería ser la consecuencia lógica del primero: si ser individuo de la especie humana es la fuente del respeto y del valor de cada uno, entonces cualquier discriminación que vaya contra ese respeto es una injusticia. Es claro, lo repetimos, que existen las diferencias. No habla igual un chileno que un japonés, ni tienen el mismo color de ojos un niño ruso y un niño africano. Son distintos los pasteles en Alaska y en Filipinas, y la camiseta que usa un futbolista no sirve para vestir a Susanita que acaba de cumplir tres años.

Soñar con que todos seamos iguales es algo absurdo, porque existen millones de diferencias entre unos y otros. Pero las diferencias que nos separan no quitan la unidad profunda: el embrión y el anciano, el canadiense y el sudanés, el rico y el pobre, un famoso actor de cine y el hombre que vive en cavernas del Suroeste de África, son igualmente dignos, igualmente valiosos, igualmente personas, y nadie puede cometer ninguna injusticia contra otro ser humano, aunque uno sea un rico encorsetado y el otro un pobre más lleno de parches que de bolsillos.

Por lo tanto, y ese es el tercer parámetro, una sociedad verdaderamente justa será aquella que sepa respetar a cada ser humano en sus derechos más elementales. El primero de esos derechos, el que permite defender los demás, es el derecho a la vida. Como toda vida empieza antes del nacimiento (porque sería un milagro que sólo empezase cuando vimos la luz al terminar el embarazo), el aborto es un acto injusto, es un crimen.

No todos acepten esta verdad evidente (también es evidente que los “indígenas” son seres humanos, y no han faltado “hombres de cultura” que han dudado de esta evidencia…), pero no por ello deja de ser válida. Dos más dos serán cuatro aunque alguno siga diciendo que son tres, sobre todo a la hora de presentar sus cuentas al estado.

Como toda vida necesita un poco de comida y de protección (casa, vestidos, cariño), es injusto cualquier sistema económico que impida a algunos lo necesario para vivir mientras otros dejan pudrirse toneladas de alimentos “sobrantes”. Como toda vida humana está llamada a crecer y a desarrollarse de modo racional y responsable, habrá que eliminar cualquier forma de imposición o de amenaza que impida el acceso a la educación y al uso correcto y ordenado de la libertad, en el respeto que siempre merecen los demás.

Podríamos seguir con toda una lista de derechos y de deberes que nacen del punto de partida: todos los hombres somos concebidos con una misma dignidad, y nadie, amparado en ninguna ideología o visión totalitaria o eugenismo discriminatorio, podrá eliminar esa dignidad, aunque lo pretenda de palabra o con comportamientos o leyes llenas de injusticia y de maldad.

A la pregunta inicial respondemos con seguridad: creemos que todos los seres humanos somos personas. Esperamos, además, que este milenio, que ha iniciado con la marca de injusticias y violencias (guerras, atentados terroristas, hospitales que practican el aborto, economías que privilegian sólo a los ricos, rencores hacia quienes son de otra raza o de otra cultura) pueda cambiar de ruta para empezar a vivir aquello que se firmó en las Naciones Unidas un 10 de diciembre de 1948: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos…” (art.1).

Fuente: Fernando Pascual.

Animales de Laboratorio
Animales de Laboratorio

Durante los últimos años, ha proliferado la tendencia por parte de algunos sectores sociales sobre dejar de utilizar a los animales en los laboratorios para la investigación científica y el desarrollo de técnicas, tratamientos y vacunas que contribuyan a la cura y prevención de enfermedades en las personas.

Para poder hacer un juicio sobre este tema, habrá que partir de distintos puntos, los comparto con ustedes:

1.- A través de la historia de la humanidad, la experimentación científica en animales ha permitido desarrollar los medios necesarios para salvar a millones de personas de enfermedades terribles, sin necesidad de exponer a ninguna sola en su salud o en poner en riesgo su vida.

En otros tiempos, era permitida la experimentación en criminales y proscritos, situación que éticamente sabemos inadmisible ya que la salud y la vida de una persona no puede ser sacrificada por las de otros, ya que todos gozamos de la misma dignidad.

Es así que la experimentación y desarrollo de tecnologías médicas, usando como medio a animales de laboratorio, constituye el mal menor, ya que no conocemos en la actualidad ningún otro medio para hacerlo.

Es por ello que en beneficio de la salud y vida del género humano es legítimo y justificado el experimentar con animales de laboratorio.

2.- No obstante, lo anterior y para que esta legitimidad se confirme, es necesario que los animales de laboratorio estén sujetos a un trato adecuado que satisfaga las necesidades básicas de estos animales y no suponga ningún tipo de abuso o ensañamiento en la investigación.

Cumplir con ello, es reflejo del nivel ético de la persona sobre el resto de la naturaleza, habla de lo que somos frente a los demás seres, especialmente los vivos.

Investigando un poco al respecto, encontré la NOM-062-ZOO-1999 (Norma Oficial Mexicana: Especificaciones técnicas para la producción, cuidado y uso de los animales de laboratorio).

He quedado gratamente sorprendido del cuidado y esmero con la que se ha elaborado este documento, que norma sobre:  la crianza, selección, alimentación, trato, hábitat, cuidado y muerte en estos animalitos.

Para aquellos tan preocupados por el tema y que desean que no se utilicen más en beneficio de la humanidad es conveniente su lectura y ver lo que el ser humano puede hacer para lograr un buen trato, incluso en los seres que son utilizados para este fin, necesario para nuestra raza humana.

3.- En este sentido, debemos aceptar que vivimos en un tiempo en que las personas se reconocen tan poco en sí mismas, que menospreciando la dignidad de la que todos gozamos, somos capaces de ponernos, ya no a la par, sino, en segundo término, frente al resto de los seres de la naturaleza.

Resulta muy poco comprensible que mientras que se invierte tiempo, dinero y esfuerzo en la defensa (ignorante) de otros seres (ya vimos que hay regulación) existan decenas de miles de embriones humanos congelados; niños, jóvenes y adultos afectados por enfermedades y personas en pobreza extrema, todos en un inexorable estado de vulnerabilidad.

Ojalá querido lector que esta reflexión sirva para que cada uno de nosotros tomemos conciencia de quienes somos, los problemas que nos aquejan y de la responsabilidad que tenemos, primero de nosotros y después de los demás seres que nos rodean. De otro modo, el esfuerzo será no solo infructuoso, sino poco legítimo.

Nos vemos la próxima semana, con un nuevo tema y una nueva reflexión.

MBPP

La Bioética y las Leyes
La Bioética y las Leyes

La ciencia avanza a pasos agigantados y los medios que va desarrollando con el apoyo de la tecnología, abren posibilidades extraordinarias en beneficio de la Persona Humana.

No obstante, si la aplicación de estos medios es prematura, sin el debido estudio y reflexión de sus repercusiones que no siempre son las adecuadas, su efecto se revierte, y actúa en lugar de a favor en contra de la Persona Humana.

De ahí la necesidad, como hemos dicho ya en otros artículos, de la Bioética como herramienta indispensable para, desde todas las disciplinas analizar la bondad de los procedimientos médicos apoyados por la tecnología.

Del mismo modo, fundamentados en estas reflexiones y desde la propia evidencia, se hace necesaria una adecuada legislación que establezca criterios y límites en la aplicación de estos procedimientos, promoviendo una adecuada praxis.

Hoy por hoy, estamos lejos de que esto sea una realidad. Las leyes actuales, relacionadas a los temas de la vida son ambiguas y pareciera que existe un enorme desconcierto del legislador sobre las bases que debieran considerarse para regular adecuadamente la aplicación de estos avances y el manejo de sus consecuencias.

Quepa mencionar solamente el ejemplo del manejo de los embriones humanos, que es indiscriminado, fundamentado exclusivamente en situaciones prácticas y económicas, sin que la legislación aporte una normativa clara.

El legislador, para verdaderamente responder de manera adecuada y eficiente a las necesidades actuales, deberá efectivamente considerar las nuevas oportunidades que la ciencia aporta, pero también el que estas se fundamenten en una ética intrínseca, es decir que busque el bien de la Persona Humana, en su integralidad. Esto necesariamente repercutirá en una mejor sociedad.

Quede aquí, queridos lectores la reflexión de esta semana y ya nos veremos la próxima vez con un nuevo tema que nos ayude a todos a tener un criterio adecuado, sobre los temas que afectan nuestra vida.

MBPP