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Mes: marzo 2021

Objeción de conciencia
Objeción de conciencia

Por: Fernando nañez Delgadillo

La conciencia

En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente.

El ser humano es la única criatura en el cosmos que puede conocer y entender su entorno, y no solamente conocer lo externo sino también conocer su interioridad, conocerse a sí mismo.

Este era el epitafio escrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos y desde la antigüedad los griegos proponían esta máxima como el mejor exponente de la racionalidad humana. Es por medio del conocimiento de sí mismo que el ser humano se conoce como un “yo”, un ser individual dotado de dignidad y valor. En este yo el ser humano se reconoce a sí mismo como sujeto y objeto de sus propias acciones, reconociendo un deber moral sobre sus acciones y constituyéndose a sí mismo como juez y parte del juicio ético de su obrar según la recta razón.

La mayoría de los seres vivos encuentran su perfección natural desde los pocos meses de crecimiento, sin embargo, el ser humano necesita décadas para poder desarrollar su capacidad natural racional en un constante perfeccionamiento de su naturaleza.

La naturaleza humana está basada en dos componentes fundamentales que hacen al hombre el culmen y centro de lo creado: Conciencia y libertad. Son estas dos capacidades humanas las que fundamentan la objeción de conciencia y así mismo sobre las cuales se cimentan la ética y el derecho. Cada vez que el ser humano obra según su razón y su libertad toma conciencia de sí y se perfecciona en su humanidad.

En este capítulo expondremos tres temas de gran consideración para entender el fundamento filosófico de la objeción de conciencia: A) Qué es la conciencia. B) La noción de la objeción de conciencia.

  1. Qué es la conciencia

La conciencia o autoconciencia es un término desarrollado por múltiples pensadores y filósofos a lo largo de la historia de occidente. El Ser humano es el único animal capaz de hacer una representación introspectiva de sí mismo y reconocerse como un “yo” individual. Esta capacidad es la que alza al hombre sobre los demás animales y le dota de dignidad y personalidad. Por esta capacidad intelectiva humana el ser humano conserva la unidad de su persona a través de los cambios temporales, logrando así satisfacer el problema primitivo del uno y múltiple en el hombre mismo.

El hecho de que el hombre pueda tener una representación de su yo le realza infinitamente por encima de todos los demás seres que viven sobre la tierra. Gracias a ello es el hombre una persona, y por virtud de la unidad de la conciencia en medio de todos los cambios que pueden afectarle es una y la misma persona, esto es, un ser totalmente distinto, por su rango y dignidad, de las cosas, como son los animales irracionales, con los que se puede hacer y deshacer a capricho.

El proceso de la conciencia o autoconciencia se da por un complejo sistema mental humano ad intra en donde el hombre reconociéndose como un “Yo” hace una abstracción de sí mismo haciéndose producto de su pensamiento a la manera de un objeto reconociéndose a sí mismo como otro “Yo” es decir un “Él”. El primer “Yo” se erige como juez de las acciones de su abstracción, juzgando su proceder y emitiendo una sentencia sobre su acción según sus propias convicciones sobre la propia ética (concepción propia del bien y el mal). Es decir que se convierte en juez y parte de su propio juicio, naciendo así la ética.

Yo soy consciente A) de mí mismo como sujeto pensante B) de mí mismo como objeto de mi intuición. La autoconciencia de la intuición y del pensamiento, se conjuga en una representación, esta es la conciencia, y el imperativo al cual el intelecto se somete (conócete a ti mismo) es el principio de hacer un concepto del propio sujeto como objeto de la intuición, o así mismo de subordinarlo a eso.

La persona es un absoluto en sí mismo, el ser humano se desarrolla en su personalidad a través del tiempo por medio de la conciencia de sí mismo, logrando así su identidad existencial. Es por ello que el derecho y la ética exigen el respeto a la dignidad humana en el libre uso de su derecho de identidad y conciencia de sí. El hombre posee la capacidad de autogobernarse a sí mismo por medio del ejercicio de su inteligencia y voluntad y por ello sólo en el respeto a su libertad de conciencia de creencias tanto éticas como religiosas se podrá respetar verdaderamente su dignidad y derechos.

“El cuidado que ha de tener el Estado en no inmiscuirse en las cosas de la religión no significa que, en cuanto se entre en el terreno moral o religioso, sea preciso que el Estado se mantenga al margen y sea reducido a la mera inercia. El Estado no tiene autoridad para imponer o prohibir el fuero interno de la conciencia una creencia religiosa cualquiera”

  1. La noción de objeción de conciencia

La RAE define la objeción de conciencia como: Negativa a realizar actos o servicios invocando motivos éticos o religiosos.

En efecto las circunstancias o ámbitos donde se plantea la objeción de conciencia se desarrollan cuando una ley que impone un hacer o no hacer daña las creencias tanto personales como religiosas de una persona, es entonces cuando la persona entra en un conflicto interno entre la obediencia al Estado el cual por medio de la coacción de las leyes le impone una conducta o la obediencia a sus convicciones más profundas tanto éticas como religiosas en contra de esa conducta que el Estado por medio de las leyes le impone.

En este apartado expondremos dos problemáticas para aclarar la noción de la objeción de conciencia: 1.- Las leyes injustas 2.- El derecho a ir en contra del derecho.

La ley positiva es la creación humana escrita que da certeza jurídica y ofrece un justo medio a los dos polos que se constituyen en toda sociedad: autoridad y gobernados. Por medio de las leyes se facilita la convivencia social y se exponen las normas de comportamiento que de ser transgredidas el poder coactivo del Estado tiene como objeto juzgar y castigar. Sin embargo, a pesar de ser estas leyes bien instituidas por medio del debido proceso, pueden ir en contra del bien común, de la sociedad y por ende en contra de la persona misma, por lo que se convertirían en leyes autoritarias y despóticas. Estas leyes serán pues leyes injustas o anti leyes, por lo cual es obligatoria su desobediencia.

Es por ello que desde la antigüedad pensadores y juristas han defendido la existencia de una ley no escrita, una ley que está inserida en todos los seres humanos y forma parte de nuestra naturaleza, hablamos de la ley natural. La ley natural es encontrada en la conciencia y es en ella donde los seres humanos encuentran los principios claves de su obrar racional, considerando en ella sus acciones como buenas o malas. Por esto el derecho humano a la libertad y objeción de conciencia es fundamental, pues en el ejercicio de este derecho los hombres encuentran su libertad y el desarrollo de su persona.

Los pensadores y juristas del derecho natural pueden ser divididos en dos grandes grupos según su época histórica: el Iusnaturalismo trascendente y el iusnaturalismo inmanente. El iusnaturalismo trascendente es aquel que hunde sus bases en una ley natural dada por la divinidad, en ella encontramos a los pensadores clásicos griegos y a los juristas romanos junto con los pensadores de tradición judeo-cristiana. El iusnaturalismo inmanente es aquel que no se fundamenta en la existencia de una divinidad para dar dignidad al ser humano, sino que hunde sus bases en el hombre mismo y en su naturaleza racional, en ella encontramos a los pensadores ilustrados del siglo XVIII y XIX los cuales influyeron notablemente en la constitución de la declaración universal de los derechos humanos de 1948.

El iusnaturalismo trascendente y la objeción de conciencia.

Platón en su libro sobre las leyes expone que estas fueron instituidas por los dioses para lograr con ellas la semejanza del hombre y de dios. Es por ello que toda ley debe exponer los más grandes ideales que hagan al ser humano más humano rigiéndose por cuatro pilares fundamentales que son: la prudencia o sabiduría, la justicia, la fortaleza y la templanza o dominio de sí y de los instintos, logrando así la justicia perfecta.

Toda ley debe estar basada en la ley natural, siendo esta la ley no escrita que contiene el conjunto de hábitos y costumbres que desde tiempos ancestrales los hombres más sabios han descubierto en la propia naturaleza humana, es de esta ley no escrita de donde emana la ley escrita. Platón define la ley natural como el orden racional que desde tiempos arcaicos los hombres más sabios han enseñado a la humanidad, proponiendo que si por la perversidad de los legisladores estas leyes inmutables cambiaran, se demolería el edificio de la sociedad.

En efecto, son vínculos que unen todo el orden político situados en el medio de todas las leyes que se dieron, se dan y se darán por escrito, realmente como usos ancestrales y muy arcaicos, que, si están bien establecidos como costumbres, protegen y conservan plenamente las leyes que se han promulgado por escrito hasta ese momento, pero en caso de que con desorden se aparten de lo bello, como los apeos en los edificios que levantan los constructores, se derrumban desde el centro y hacen que todo se precipite hacia el mismo punto

El mayor exponte de la contradicción entre las leyes humanas y la ley natural la encontramos en el caso de Antígona, tragedia griega contenida en el libro de Esquilo “los siete contra Tebas” y de Sófocles “Antígona” en donde la ley del rey va en contra de los usos y costumbres ancestrales, haciendo una ley positiva contraria al derecho natural.

En la tragedia Antígona enfrenta al legislador diciéndole que hay una ley por encima de su autoridad, una ley a la que todos los seres humanos le deben obediencia antes que a las del Estado, y que su incumplimiento tiene peores consecuencias que aquellas que el poder coactivo y coercitivo del Estado puedan proporcionar. El caso de Antígona puede ser la más antigua exposición del derecho humano al derecho a la objeción de conciencia, si bien fue condenada a muerte en la tragedia griega.

Sí, porque no es Zeus quien ha promulgado para mí esta prohibición, ni tampoco Niké, compañera de los dioses subterráneos, la que ha promulgado semejantes leyes a los hombres; y he creído que tus decretos, como mortal que eres, puedan tener primacía sobre las leyes no escritas, inmutables de los dioses. No son de hoy ni ayer esas leyes; existen desde siempre y nadie sabe a qué tiempos se remontan. No tenía, pues, por qué yo, que no temo la voluntad de ningún hombre, temer que los dioses me castigasen por haber infringido tus órdenes. Sabía muy bien, aun antes de tu decreto, que tenía que morir, y ¿cómo ignorarlo? Pero si debo morir antes de tiempo, declaro que a mis ojos esto tiene una ventaja.

En la época romana podemos encontrar al más grande jurista y maestro del derecho que la cultura romana ha dado a la humanidad. Marco Tulio Cicerón expone en varios tratados sobre las leyes y los deberes la existencia de una ley interior al hombre, la cual no es otra que su racionalidad natural, Es esta sabiduría humana lo más divino que el ser humano posee, y aquello que lo asemeja más a los dioses.

Transhumanismo: humanos no humanos
Transhumanismo: humanos no humanos

Dra. Ma. Elizabeth de los Rios Uriarte

Profesora e investigadora Facultad de Bioética

Universidad Anáhuac México

En medio de tantos casos de muertes y de sufrimiento humano en el último año, la propuesta transhumanista de crear una nueva especie humana libre de dolor, envejecimiento, y con capacidades intelectuales y cognitivas superiores a las actuales, suena apetecible y más realista que nunca; sin embargo, hay que advertir los riesgos que esta corriente conlleva en su práctica al implicar, entre otras cosas, nuestra propia desaparición como humanos.

El Transhumanismo es un movimiento científico, filosófico y cultural que parte de la idea de mejorar la especie humana para convertirla en una mejor, carente de la invalidez en que el límite humano nos sumerge como el envejecer, el sentir dolor, morir, o experimentar el detrimento progresivo de nuestras capacidades físicas y cognitivas.

Afirma que la evolución no ha terminado y que aún es posible, con la ayuda de la tecnología y de la ingeniería genética ir transitando hacia una especie mejor, abandonar el límite humano y convertirnos, primero en transhumanos y, luego, en posthumanos.

Los transhumanos son los individuos que han sido modificados a nivel genético para no desarrollar ciertas enfermedades o con la incorporación de las biotecnologías para potenciar capacidades físicas como la vista, la audición o la memoria. El problema ético fundamental que comporta este deseo es que el ansia de querer siempre más es incontrolable y una vez que probamos los efectos de una pastilla para mantenernos alerta y lúcidos, de una operación láser para ver más nítidamente o de usar ciertas tecnologías para ganar juegos deportivos, no sentir miedo ante peligros inminentes, aprobar exámenes difíciles, etc, no hay vuelta atrás, siempre querremos más y más. Existe una hybris, o deseo incontrolado en el ser humano incapaz de diferenciar cuándo es importante curar una condición o mejorar una capacidad para que la persona pueda desempeñarse mejor en sus actividades diarias y cuándo se trata solamente de un deseo de perfeccionamiento tan improbable como lo es la idea misma de perfección. La diferencia entre curar y mejorar es diáfana cuando en el horizonte se dibuja la perfección.

En la película Limitless, el personaje se adentra en un camino sin fin cuando descubre una pastilla que le permite una lucidez mental tal que es capaz de escribir un libro sin detenerse hasta que su adicción a la misma comienza a tener consecuencias indeseables. Por su parte, Lucy, el personaje de ciencia ficción que es potenciada cuando ciertas sustancias explotan en su interior, termina por convertirse en un USB con información privilegiada que es entregado al final de su existencia como prueba de su paso por este mundo. Ambos personajes fueron mejorados hasta la perfección, pero ésta terminó por no ser lo que ambos aspiraban.

El segundo estrato al que aspiran los transhumanistas es al posthumano, un ser humano que viva al menos 500 años, con un IQ el doble de lo más alto conocido a la actualidad y, por supuesto que no sea amenazado por fenómenos naturales o patógenos que pongan su vida en peligro, es decir, un ser humano no humano.

La salud sólo se entiende a partir de su contrario: la enfermedad, y entre ellas hay un nexo inseparable. Si lo que se quiere erradicar es lo segundo, al hacerlo, lo primero carece de sentido. En el esquema planteado, hablar de salud sería tan impráctico como el mismo ideal de perfeccionamiento al que anhelan.

El uso de las biotecnologías y de la ingeniería genética es altamente deseable y debe siempre procurarse con el objetivo de aliviar y prevenir enfermedades, de brindar una mayor calidad de vida, de erradicar condiciones amenazantes para la supervivencia, pero advierte, en sí mismo, algunos riesgos como el querer transformar la especie humana en algo tan perfecto que de tanto serlo, deje de ser humana. Quizá sea precisamente nuestra fragilidad, nuestro dolor y sufrimiento, nuestro límite y vulnerabilidad lo propio de la condición humana y lo que nos hace verdaderamente humanos.

Femenina o Feminista
Femenina o Feminista

No cabe duda que los esfuerzos realizados por lograr una mayor igualdad entre la mujer y del hombre han sido muchos y necesarios.   Pero yo me pregunto,  ¿ha sido positivo este cambio?  ¿somos más felices las mujeres de hoy que las que vivieron décadas atrás?    Es algo difícil de responder ya que, por un lado, vemos a mujeres en puestos públicos y privados, egresadas de universidades y superándose cada día más, y por el otro, observamos que las depresiones, adicciones, divorcios y suicidios en mujeres incrementan día a día.

Vale la pena recapacitar sobre lo que está ocurriendo, sobre todo, porque es evidente que el papel del hombre a lo largo de los años ha sido el mismo.  Somos nosotras quienes hemos cambiado e incidido, sin duda alguna, en la dinámica social

Los años dedicadas al estudio y al trabajo por y para la mujer mexicana, me han llevado a concluir que el tipo de feminismo que realmente valora tanto a la mujer como al hombre y, por tanto, el que más beneficia a nuestra sociedad, es el feminismo en equilibrio, donde las mujeres en lugar de buscar una óptica feminista,  luchamos por una óptica femenina en la cual se contempla al hombre y a la mujer como un todo.

Reconocemos que la mujer necesita del hombre y viceversa, por lo que ella lo debe involucrar en la paternidad, en la educación de los hijos, para que su intervención no sea solo biológica, sino total.   La mujer y el hombre somos un complemento, no una competencia; con igualdad de derechos y responsabilidades.

En este mundo lleno de cambios y oportunidades para nosotras, tenemos el gran reto de crear una figura de mujer, que, en contraposición con las formas radicales de feminismo, desarrolle en toda su amplitud y armonía las riquezas de la auténtica feminidad en los diferentes papeles que a cada una le ha tocado vivir:   como esposa, madre, soltera; como profesionista o estudiante,  como hija, amiga y como ciudadana.

Debemos sentirnos orgullosas de ser mujeres, no hacer a un lado nuestra esencia, ni mucho menos negar nuestras cualidades:

  • Feminidad: mostrar que eres mujer en el vestir, hablar y actuar.  Es un error pensar que para ser más moderna se tiene que ser menos femenina.
  • Comprensión: la mujer posee una gran empatía hacia los demás, sabe ponerse en su lugar y entender lo que está viviendo el otro.
  • Intuición: ese sexto sentido que nos indica cuando algo no está bien.  Es la voz que nos hace decir:  no me late, no lo creo, no me gusta.
  • Atención a lo concreto: dirigirse más  a lo profundo, al detalle.
  • Creatividad e ingenio: capacidad de presentar lo cotidiano, con un toque de alegría y satisfacción.
  • Generosidad: una especial entrega hacia los demás, tanto cercanos como lejanos.
  • Compromiso: la mujer pone su corazón en lo que hace.
  • Capacidad de escucha: ella no oye palabras, sino corazones
  • Servicio: amor, disponibilidad, dedicación y entrega a los demás.

La mujer humaniza de manera natural los ambientes donde se desarrolla:  la familia, la oficina, la escuela.   No debe negarse la posibilidad de imprimir ese toque por competir con los hombres y adoptar sus características.

El hombre y la mujer tenemos la misma dignidad:  somos dos caras de una única moneda que es el ser humano.   Por lo tanto, es importante dejar de equiparar el significado de diferente con calificativos como mejor o peor. Y es que la persona existe de dos modos:  el femenino y el masculino.

Necesitamos de hombres y mujeres para vivir y hacer crecer plenamente nuestras cualidades;  aprovechemos estas diferencias para crecer juntos como personas y mejorar así la sociedad.

Los desafíos son muchos, pero hay que afrontarlos.  Tenemos el gran reto de vivir nuestra feminidad en un mundo en el cual ya no se exige ser femenina.  Tenemos el gran reto de ser madres y enseñar a ser madres, en un mundo en el cual ya no se valora la maternidad.  Tenemos el gran reto de ser mujeres que vivan su vida en equilibrio y tranquilidad.

Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com.   Facebook:  Lucia Legorreta