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Bioética e inicio de la vida

Estimados lectores, nos llama la atención como, hoy en día, se está manipulando la información en torno al inicio de la vida humana, como los medios de comunicación, que juegan un papel importantísimo, confunden a la opinión pública vertiendo ciertas informaciones, generalmente sin fundamento científico y omitiendo otras que permitan tener una visión objetiva y completa sobre este tema.

Incluso nos encontramos con afirmaciones, como la vertida a la prensa, por el Colegio de Bioética en México: «Los conocimientos científicos sobre genoma, fertilización, desarrollo del embrión humano […] indican, sin lugar a dudas, que el embrión de 14 semanas no es un individuo biológico ni mucho menos una persona, porque carece de vida independiente».

Dicha afirmación está carente de todo rigor científico, el Dr. Richard V. Jaynes sentenció: «Decir que el comienzo de la vida humana no puede ser determinado científicamente, es ridículo». Ante este panorama no podemos permanecer indiferentes.

Que la vida humana comienza en el mismo instante de la concepción es algo en lo que concuerdan las tres áreas de conocimiento de la Biología que, por su proximidad conceptual y experimental tratan más directamente las propiedades y el desarrollo de los seres vivos: la Genética, la Biología Celular y la Embriología.

Desde el momento de la concepción el nuevo ser humano ya posee toda la información genética que determina sus características físicas, tales como el color del pelo, el sexo, la estructura ósea, etc. Sólo necesitará tiempo, alimentación y un ambiente adecuado para su crecimiento y desarrollo.

Jean Rostand, Premio Nóbel de Biología sentencia: «En la primera célula constitutiva de la persona humana, es decir en el óvulo fecundado, existe un ser humano. El hombre, todo entero, ya está en el óvulo fecundado».

Angelo Luigi Vescovi, Profesor de Biología Celular, co-director del Instituto de Investigación de Células Estaminales del Hospital San Rafael de Milán dice: «El embrión es un ser humano. Esto es innegable. Cualquier intento de hacer comenzar la vida humana en un momento posterior es arbitrario y no sostenido por argumentación científica».

El Dr. Micheline M. Mathews-Roth, de la escuela de medicina de Harvard, con referencias de más de 20 libros de texto de embriología y medicina, dijo: «la vida humana comienza en la concepción»

El Dr. Jérôme Lejeune, padre de la genética moderna a quien la ciencia mundial reconoce unánimemente como uno de los primeros y más calificados investigadores en genética sentenció: «La afirmación de que el ser humano se inicia en la implantación, no cuenta con el respaldo de la Ciencia, es una afirmación gratuita, infundada y criminal que hacen las personas o las instituciones abortistas para poder negar el asesinato de los seres humanos que abortan» […] «La vida humana siempre comienza con la fecundación, no con la implantación. Allí, a nivel molecular, comienza la vida, y la dignidad de cada ser humano, y los mismos derechos humanos, allí comienzan. Allí comenzamos todos». […] «Aceptar el hecho de que después de que la fertilización un nuevo ser humano cobra vida, ya no es un motivo de pruebas u opiniones, es simple evidencia».

En base a todo esto, podemos afirmar que, si la vida humana comienza en la concepción como afirma la ciencia, entonces la bioética nos dice que, cualquier atentado contra esa nueva vida humana es un acto gravemente ilícito, pues se está eliminando a uno de los nuestros, a un miembro de nuestra propia especie, en los primeros momentos de su existencia. Una sociedad es más humana cuando es capaz de proteger y cuidar a sus miembros más vulnerables e indefensos, como es el embrión en el vientre materno.

Doctor en Medicina, Doctor en Ciencias, fue profesor de Genética Fundamental en la Universidad de París durante 20 años, director de la Clínica Genética del Hospital Pediátrico de París y descubridor de la causa genética del Síndrome de Down (Trisomia 21). Sus estudios lo hicieron merecedor de algunos reconocimientos importantes como el “Kennedy Prize” en 1962, el “Memorial Allen Award Medal” en 1969, los que son las más altas distinciones mundiales que se otorgan en el campo de la genética y en 1993 recibió también el “Premio Griffuel” por sus investigaciones sobre el cáncer.