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Persona y muerte

Muy queridos lectores, una semana más y un tema complejo. La muerte de la persona.
Resulta paradójico que en un espacio dedicado a la Bioética se trate el tema de la muerte, pero es que vida y muerte están inexorablemente unidos, son parte del camino que todos debemos recorrer.
No podemos abordar el tema de la muerte, sin recordar lo que la vida significa. En términos biológicos la vida es la capacidad de los seres vivos para nacer, crecer, reproducirse y morir.

Es entonces claro, que la muerte es parte del proceso de la vida. El término al que todo ser vivo necesariamente tiene que llegar.
En el caso de la persona humana, el tema se complica un poco. Partiendo de la base, que ya hemos visto, en el sentido de que somos únicos e irrepetibles, pareciera que este proceso es algo más complejo.

Desde la misma de la definición de vida que se ha dado, quizás sea aceptable reflexionar lo que para la persona significa crecer. Si bien en términos biológicos se refiere a alcanzar una madurez física y fisiológica en el caso del hombre significa también crecer en nuestras capacidades espirituales (desde la antropología: inteligencia, voluntad y capacidad de amar).
Efectivamente la vida es un tránsito que permite a la persona humana crecer, desarrollar sus capacidades, madurar y alcanzar sus anhelos de superación…todo ello con un propósito concreto…ser felices y trascender.
De este modo, la vida de la persona tiene un sentido distinto, cumplir con su misión.

Es así que no es casualidad el que seamos los únicos seres capaces de reconocer la muerte…incluso la propia muerte. Esta capacidad nos hace conscientes de la finitud y por tanto de la necesidad de aprovechar la vida para alcanzar la meta.
En este orden de ideas, es así que la muerte significa el final de nuestra posibilidad de realizarnos como personas, alcanzar nuestras metas y cuando menos dejar algo bueno a los demás en este mundo.

Por otro lado, la definición establece a la vida como una capacidad, es decir que las personas somos capaces de vivir. No obstante, esta capacidad no la hemos adquirido por nosotros mismos, nos ha sido dada, nos ha sido regalada, al menos por el amor de nuestros padres y es por ello que nuestro deber Bioético es protegerla, aprovecharla y valorarla.
La muerte entonces es el fin de esa oportunidad de crecer, de dejar un legado al mundo para el bien de los demás y alcanzar nuestra felicidad. ¡Con razón nos gustaría entonces retrasarla lo más posible!

La muerte es un misterio, los científicos buscan prolongar la vida y desde el principio de los tiempos ha habido quienes han buscado el secreto para evitarla. No obstante la muerte llega y llega cuando debe llegar. Es la muerte natural el límite con el que contamos y el momento justo en el que terminará nuestra posibilidad de crecer.
Algunos opinan que habiendo alguna enfermedad o inconveniente puede decidirse la propia muerte o incluso la muerte de otros. Con esto, se niega un tiempo valiosísimo que pude significar el cumplir o no con la misión que todos tenemos, independientemente de la condición.

¿Cuántas familias por ejemplo se reúnen después de muchos años por la enfermedad de un familiar? ¿Cuántas madres que dicen sí a la vida de sus hijos, logran no solamente ser un ejemplo, sino hacer de ellos un hombre de bien?
La muerte se conoce, la muerte debe ser aceptada como un hecho real, pero la conciencia de la muerte debe ser móvil para disfrutar de la vida, aprovecharla minuto a minuto para que llegado el tiempo, termine la vida con la satisfacción de la misión cumplida.
¿Ustedes que opinan?

Hasta la próxima ocasión.

MBPP