Twitter response:

Etiqueta: Bioeticista

El mejor y el mayor interés del paciente
El mejor y el mayor interés del paciente

Con frecuencia se requiere analizar los casos que comporten un dilema bioético desde alguna de las metodologías de la Bioética Clínica para poder tomar las decisiones que se conciban como correctas y éticas según cada caso particular y no resulta menos frecuente que el bioeticista, al hacerlo, se enfrente a la interrogante sobre el punto de vista desde el cual se deberán emitir las recomendaciones, es decir, si éstas deberán hacerse basándose en la estimación personal del bioeticista y, por ende, en sus propios juicios y valores o bien desde la óptica del paciente que requiere un escudriñamiento más profundo de otros juicios y valores. En términos más exactos, hablaríamos del difícil ejercicio de ponerse en el lugar del otro y decidir desde su jerarquía axiológica.

Así, hay quienes afirman que la objetividad plena es imposible ya que, el bioeticista percibe el caso desde su propia concepción antropológica y ética y por más que haga el esfuerzo de ponerse en el lugar del paciente, nunca lo logra del todo debido a que cada persona tiene sus propias ideas y valoraciones. Por otra parte están los que sostienen que el bioeticista no sólo puede si no que debe emitir recomendaciones basándose en la cosmovisión del paciente y no en la suya, es decir, optando por el “mejor y mayor interés del paciente” aún a pesar de que la opción pudiera no ser la que él/ella elegiría si se encontrara en la misma situación que el paciente.

Así pues, si se analizan las diversas metodologías para el análisis de los casos desde la Bioética Clínica únicamente la propuesta por Bernard Lo propone establecer y analizar los valores de los profesionales de la salud por encima de los valores de los pacientes, esto con la finalidad de que el profesional de la salud no entre en conflicto con actos o procedimientos que comprometan su moral interna. La mayoría de las metodologías, proponen, con diferentes términos, analizar el caso desde el paciente mismo obedeciendo a lo que, en la literatura norteamericana, se denomina “patient’s best wishes”, es decir, el mejor y mayor interés del paciente.

Ahora bien, cabe decir que pensar en el mejor y mayor interés del paciente puede no ser, necesariamente, la máxima de defender su vida a toda costa o continuar tratamientos que no se consideran benéficos para el paciente sólo porque están indicados. A veces, incluso, el mejor y mayor interés del paciente puede ser no iniciar un tratamiento, maniobra, terapia o medicamento; de aquí la importancia de analizar con precaución, como lo hacen la mayoría  de las metodologías, la circunstancia que rodea al paciente: desde su condición y posibilidades de mejora y sobrevivencia, hasta su entorno familiar y social, pasando por si situación económica y su bagaje cultural y religioso considerando siempre que, si se encontrara en todo este análisis, un elemento que afectara considerablemente la salud física, mental o emocional del paciente y la comprometiera, habría que atenderlo y darle prioridad sobre otros.

Por lo anterior resulta imprescindible analizar el caso desde varios ángulos para detectar posibles condiciones que, quizá no sean los motivos principales por los que se discute el caso o por los que se solicitó la consulta de un bioeticista pero sí lo suficientemente fuertes para ver afectada la vida y la calidad de vida del paciente.

En conclusión, si bien es absolutamente imposible obtener la total objetividad de parte de un bioeticista, es imprescindible que se analice todo el entorno del paciente para contar con más elementos que brinden ámbitos de objetividad para tomar aquellas decisiones que más le convengan al paciente, no a la familia, no al profesional de la salud, no a la institución y por supuesto que no al bioeticista si no al paciente mismo dada su enfermedad o condición pero también dado su entorno. El mejor y el mayor interés siempre será del paciente y sólo de éste. 

Autor: Dra. Ma. Elizabeth de los Rios Uriarte

Bioética y el niño con Cáncer
Bioética y el niño con Cáncer

Dr. Jorge Adrián Chuck Sepúlveda.

Médico Pediatra y Bioeticista

Universidad Autónoma de Guadalajara

jorgeadrianchuck@hotmail.com

En el ejercicio profesional de la medicina se tiene como objetivo principal el de preservar la vida, sin embargo en múltiples ocasiones es vencida por la naturaleza quien tiene a su cargo el final de la existencia y a pesar de todo esfuerzo realizado por preservarla no es posible, aun con el alto desarrollo de la tecnología y el avance de la ciencia en sus múltiples facetas.

Los padecimientos cancerígenos, ya de por sí de difícil manejo y generalmente de pronóstico reservado, adquieren un mayor grado de complejidad cuando son diagnosticados en niños ya que por decir, de forma inmediata se hacen elucubraciones no siempre fundamentadas por parte de la familia del niño y se acompaña instintivamente de la idea de muerte ligada a la imagen de dolor y por todo esto es frecuente ocultar al enfermo su padecimiento o enmascararlo con mentiras. Esta conducta suele ser una actitud equivocada y dañina que dificulta la relación entre el médico-paciente-familia y por supuesto interfiere con la colaboración del paciente.

El niño con cáncer representa todo un reto, tanto en el documentar el diagnostico como en el trazar el tratamiento que requiere puesto que no hay un esquema único para el manejo y este deberá de individualizarse porque se involucran aspectos; médicos, éticos, psicológicos, religiosos y hasta legales en algunas circunstancias.

Ante el niño con cáncer existe una relación muy estrecha entre el médico, la familia y el paciente, en donde cada una de estas instancias tendrá un papel preponderante tratando de buscar si es posible la curación del enfermo como objetivo final.

Ahora bien, quizá la pregunta sería; ¿En dónde participa la bioética?, cuando se trata de casos complejos en donde habrá que definir situaciones médicas en las que se involucra directamente al paciente que se encuentra en un proceso complicado y que lo puede llevar a la muerte en un plazo corto y que por tratarse de un niño suele existir una gran preocupación y angustia por parte de los familiares. La bioética constituye un capítulo muy importante y se le considera como la expresión normativa de los profundos cambios acaecidos en la medicina de hoy. Su papel es el de discernir entre lo que es posible tecnocientíficamente y aquello que es lícito éticamente ya  que un imperativo tecnológico no constituye automáticamente un imperativo moral,  debiendo ser guiado siempre por el mejor interés del niño desde su dignidad y su libertad.

La Medicina es, por su propia naturaleza, un quehacer moral. El médico dirige toda su actividad a tratar a seres humanos y en sus decisiones intenta hacerles un bien sin embargo a veces hace frente a problemas que se le plantean cargados algunas veces de angustiosas disyuntivas y no le basta la simple intuición ni las buenas intenciones, ni siquiera la adhesión a las costumbres de la comunidad en donde se desempeña y cuando hay duda en el actuar desde el punto de vista ético se puede acudir al Comité Hospitalario de Bioética para recibir orientación en el proceder ético y moral ya que se trata de un grupo multidisciplinar de personas que se han establecido para aconsejar a los trabajadores de la salud en sus decisiones sobre las cuestiones éticas planteadas en el curso de la práctica clínica.

Lo que consideramos importante es el hecho de que el paciente es una persona que sufre por la enfermedad que padece y tanto el médico como la familia deberán de tomar las mejores decisiones buscando siempre lo que sea mejor para el niño.

Ahora bien, si la muerte es inminente se deberá de evaluar con toda precisión que parte del tratamiento proporcionado deberá de continuarse y cuál deberá de retirarse si es que se considera fútil, pero sin caer en el ocasionar la muerte del paciente deliberadamente, sin embargo está permitido esperar a que la muerte llegue por sí sola manteniendo al paciente sin dolor mediante la aplicación de cuidados paliativos si ese fuera el caso. También mantener un estado de hidratación adecuado, bien nutrido y aseado y si así se solicita, ofrecer apoyo espiritual ya que entre otras cosas se ha constatado que las creencias religiosas son una comodidad y apoyo para la familia con un hijo terminal atendido en una unidad de terapia intensiva, y que así mismo es un apoyo para el equipo médico.

La capacidad que el pediatra tiene de observar y esperar, interviniendo de una manera pausada cuando se requiere y reconociendo la triste eventualidad de tener que dejar a veces que llegue la muerte. Consideramos que hay que hacer lo que sea mejor para el niño y utilizar terapias que ayuden en el obtener una buena calidad de vida pero que no prolonguen innecesariamente una muerte inevitable.