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Etiqueta: Vida Sexual

Aborto
Aborto

2.- Aborto

Las ideologías que han promovido el desenfreno sexual, que han visto el embarazo como una carga para las mujeres, que han considerado el nacimiento de hijos como causa de la pobreza en muchas familias, han fomentado en casi todo el mundo la mentalidad pro aborto.

A partir de la mitad del siglo XX, el mundo moderno ha visto una tendencia creciente a favor de la legalización del aborto.

La estrategia seguida para lograr el aborto mal llamado seguro y legal (no puede ser llamado “seguro” un acto que busca la muerte de un hijo) ha sido parecida en algunos países. Primero se pedía despenalizar el aborto en los casos extremos (cuando la mujer había sido violada o cuando corría grave riesgo de morir por el embarazo). Luego se aprobaba el aborto para más casos (de tipo psicológico, económico, etc.), sobre todo para combatir el aborto clandestino y sus secuelas (por ejemplo, la muerte de mujeres que abortaban en lugares sin los requisitos higiénicos necesarios).

Al final se solicitaba el aborto legalizado (incluso a veces financiado con dinero del estado) para la mayor parte de los casos. En algunos países se ha llegado a pedir el aborto totalmente libre durante las primeras semanas del embarazo, es decir, sin tener que aducir ningún motivo para solicitarlo. No han faltado lugares donde el aborto ha sido impuesto desde el gobierno como medio para detener el aumento de la población, con la consiguiente supresión masiva de miles y miles de inocentes. En otros lugares el aborto se ha convertido en práctica ordinaria para eliminar a los fetos femeninos, porque los padres preferían tener un hijo y no una hija.

En muchos países del “mundo libre”, es posible abortar por los motivos más triviales. Hay quien aborta para poder ir de vacaciones, o para conservar la línea, o si el hijo tiene labio leporino, o si tiene una raza que pondría en graves apuros la fama de la madre. La mayoría de las veces los motivos parecen más “serios”, pero nunca un ser humano debería solucionar los propios problemas a través de la eliminación de otro ser humano, especialmente si ese “otro” es el propio hijo.

La situación ha llegado a extremos insospechados. No resulta fácil determinar cuántos millones de abortos (legales y clandestinos) se producen al año en el mundo. A la vez, hay organismos no gubernamentales y organismos internacionales que trabajan de modo sistemático para que sea legalizado el aborto en aquellos estados que todavía tutelan la vida de los hijos antes de nacer. Todo ello hace que el aborto se haya convertido en un auténtico desastre mundial, además de ser un drama que deja secuelas profundas en millones de mujeres que han llevado a la muerte a un hijo (a veces a varios).

La bioética no puede limitarse a describir esta situación. Necesita promover una reflexión sana y unos principios éticos justos para revertir la tendencia que ha llevado a la difusión del aborto, y para lanzar campañas de información y de ayuda a todos, especialmente a las mujeres, para reconocer el valor de la vida; es urgente poner en marcha más ayudas concretas y eficaces para aquellas mujeres que viven el embarazo en situaciones de especial dificultad.

Al mismo tiempo, es urgente mejorar la asistencia (todavía muy insuficiente) a quienes ya han incurrido en el aborto, de forma que puedan sanar su corazón y orientar sus energías interiores para promover el bien y para ayudar eficazmente a otras mujeres que viven con dificultad la propia experiencia del embarazo o de la maternidad.

Fuente: Fernando Pascual

I. Retos “clásicos” de la bioética – Vida sexual y fecundidad humana
I. Retos “clásicos” de la bioética – Vida sexual y fecundidad humana

I. Retos “clásicos” de la bioética

1. Vida sexual y fecundidad humana

La transmisión de la vida es posible desde la relación sexual potencialmente fecunda entre un hombre y una mujer. Como sabemos, la vida humana tiene no sólo una larga gestación (alrededor de 9 meses), sino que implica un proceso de atenciones y de responsabilidades que involucran por mucho tiempo a los padres después del parto, debido al hecho de que cada hijo nace en una situación muy indigente, necesitado de casi todo.

Los retos bioéticos relativos a la esfera sexual son enormes. Vamos a situarlos en el contexto cultural que viven millones de seres humanos en muchos lugares del planeta.

a. Nos encontramos con sociedades que trivializan la sexualidad y que incluso la fomentan casi sin límites entre los adolescentes, los jóvenes y los adultos.

Por ejemplo, existen programas de “educación sexual” que se limitan casi a una simple información fisiológica, con muy pocos contenidos éticos, y orientados a una meta errónea: “disfruta de tu cuerpo, pero sin violencias y sin correr peligros para tu salud”. En muchos ambientes familiares los padres aceptan este modo de pensar, y lo transmiten a los propios hijos.

En esta perspectiva, parece que los objetivos más importantes a alcanzar serían los siguientes: evitar los embarazos en las adolescentes, y evitar las enfermedades de transmisión sexual (ETS).

Las consecuencias de esta mentalidad están a la vista de todos: adolescentes acostumbrados al disfrute sexual sin responsabilidad, jóvenes incapaces de noviazgos maduros, embarazos de chicas jóvenes, matrimonios frágiles, aumento de las ETS, y la terrible opción de muchas mujeres que “solucionan” un embarazo no deseado a través del aborto.

b. De la mano de lo anterior se ha desarrollado la cultura anticonceptiva, en la cual se busca vivir el “sexo seguro” (sin hijos y sin enfermedades), o se controla al máximo la llegada de un hijo para el momento planeado por la pareja (o por la mujer “single”).

La cultura anticonceptiva ha llevado a los siguientes resultados: trivialización del sexo, vida matrimonial en crisis, retraso excesivo en la llegada del primer hijo, fuerte disminución de la natalidad (en algunos países se ha llegado ya al “invierno demográfico” y ha empezado a ser visible la disminución de la población), daños reales sobre todo en la mujer (que no consigue tener hijos cuando lo desea, bien por lo avanzado de su edad, bien como consecuencia de todo el arsenal de sustancias y de técnicas anticonceptivas usadas durante años y años).

c. La ideología de género (se usa con frecuencia el término gender) está marcando profundamente el modo de ver la sexualidad humana, hasta distorsiones que ofuscan su sentido genuino. Según esta ideología, lo sexual dependería de cada uno y estaría desligado de su base natural y de su orientación hacia la vida familiar y hacia la procreación humana. Se llega a este modo de pensar cuando se acoge una incorrecta visión sobre el ser humano y cuando se adopta una actitud de rechazo hacia la ley moral natural.

d. Desde los países más ricos diversos grupos de poder financian y apoyan campañas en los países pobres o en vías de desarrollo para que nazcan menos hijos, como si de esta manera se promoviese un mundo más rico y más justo. Tales campañas no se quedan en la simple información, sino que llevan a distribuir preservativos, a ofrecer y colocar espirales en las mujeres. En algunos casos, a través de presiones más o menos directas, se obliga a las mujeres a esterilizarse, o las esterilizan sin su consentimiento. No faltan quienes incluyen, en estas campañas, el recurso al aborto como si se tratase de un método válido para evitar el nacimiento de los hijos.

e. Frente a esta situación, la bioética está llamada a descubrir las raíces antropológicas correctas con las que mostrar y justificar los valores relativos a la procreación y a la sexualidad, para enseñar la importancia de la “ecología del hombre”. Para ello, hace falta proponer una educación en la que la virtud de la castidad sea vista como ayuda para vivir en su verdadero sentido la condición sexual de los hombres y de las mujeres. Al mismo tiempo, resulta urgente defender el valor del matrimonio y de la familia como lugares propios para la transmisión de la vida, algo que no se limita a la grandeza y maravilla de la procreación, sino que conlleva una serie de tareas educativos a diversos niveles (humano, intelectual, higiénico, social, religioso) durante los primeros años (y no sólo en esos años) de vida de los hijos.