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Sensibilidad Rasgada: Un llamado a abrazarnos por dentro
Sensibilidad Rasgada: Un llamado a abrazarnos por dentro

Por: Andrea Rodríguez A
@morrasmag

Mi abuela me enseñó que no importa si estás sufriendo, siempre hay que darle buena cara al marido y ser fuerte por los hijos. Mi mamá me enseñó que no importan las mariposas que tenga en el estómago, él me tiene que hablar primero. En la escuela me enseñaron, que una niña no debe enojarse, mucho menos reclamar. En mis clases de ballet me enseñaron que no debo llorar. Y lo único que pasó fue que lloré más. Y me sentí débil por ello.

Las mujeres estamos en la batalla más importante de nuestras vidas. Y no me refiero únicamente a la lucha para que seamos escuchadas, tomadas en cuenta, y protegidas por la ley. Me refiero a que estamos en una lucha interna y permanente por descubrir nuestra propia identidad. Porque no nos hemos conformado con lo que nos han dicho que significa ser una niña.

Estamos en una lucha ambigua, rompiendo paradigmas y gritando, incluso con nuestro silencio. Estamos descubriendo nuevas formas y estilos de ser, encontrando nuestro papel en la sociedad y actualizando nuestro papel en la familia. Estamos construyendo una nueva sociedad. Quizá vamos demasiado rápido, o quizá nos tardamos mucho en empezar, pero ya estamos aquí, entonces sigamos construyendo puentes de diálogo y haciéndole caso a ese instinto que tú y yo conocemos muy bien, aunque no podemos poner en palabras.

Pero antes de seguir con nuestra lucha, te quiero confesar, hermana, que tengo mucho miedo. Miedo de que tú, como algún día yo, tengas miedo a sentir. Que el enojo nos ciegue tanto, que olvidemos voltear a nosotras mismas para transformar todo desde ahí antes de transformarlo en nuestra sociedad, cayendo en el eco de nuestros propios gritos, y no en el significado de nuestras palabras. Miedo de que sigamos confundiendo valentía, con no poder llorar. Miedo a que confundamos libertad, con no amar. Miedo a que confundamos independencia con no entregarnos a los demás. Miedo a que endurezcamos nuestro corazón, tan lastimado por tanto tiempo. Porque si hacemos eso, ya todo está perdido: seguiremos buscando fuera, lo que necesitamos encontrar primero adentro.

Por mucho tiempo tuve miedo de mi propia sensibilidad. Me hacía sentir débil, e incluso usada por los demás. A los 20 años me diagnosticaron depresión clínica, ansiedad y trastornos de alimentación, y aunque creí que todo estaba perdido, ocurrió algo mágico: me permití sentir. Me permití llorar, abrazarme y dejarme abrazar. Me permití amar, pero sobre todo amarme a mí misma. Me permití sentirme vulnerable y eso me hizo encontrarme realmente con los demás, sin máscaras. Me permití sentirme enojada, y darme mi lugar, pero no frente a los demás, sino conmigo misma. Aprendí a decepcionarme, para después escoger un camino diferente. Aprendí a conocerme realmente. Pero lo más importante, descubrí una belleza en la sensibilidad que nos hace únicas a ti y a mí. Desde ahí se fue el miedo, y cada paso, fue un paso en seco hacia una reconciliación conmigo misma, porque entendí que esa reconciliación que tanto necesito con el mundo, la necesitaba encontrar primero dentro de mí.

Porque es verdad que una sociedad con mujeres que sufren abuso sexual, violencia, acoso, maltrato, opresión y situaciones que dañan nuestra integridad, sobre todo emocional, necesita crear conciencia sobre la importancia de la salud mental, y el bienestar psicológico, y si los demás no lo hacen, tenemos que empezar nosotras. Porque no quiero seguir permitiendo que exista un país donde la primera causa de discapacidad en las mujeres sea la depresión. Porque me hace sentir impotente que el suicidio siga siendo una opción, y más aún que de las personas que intentan suicidarse en el mundo, dos terceras partes, somos nosotras las mujeres. Porque quiero que iniciemos esta revolución con una mirada profunda hacia nosotras mismas, abracemos nuestros sentimientos sin obstáculos y creemos belleza como lo hacemos con todo lo que tocamos. No podemos seguir avanzando, primero tenemos que estar enteras.

Y todo esto empieza por abrazar nuestra sensibilidad, tan rasgada por nuestro sufrimiento, porque será la única forma de repararla. Empieza con llorar “como niñas” y sentirnos orgullosamente “hormonales”; ser tiernas, sensuales, pero firmes; enojarnos, y escoger nuestras batallas; pero sobre todo amar sin miedo. Ser principalmente honestas con nosotras mismas, y no tener miedo de pedir ayuda. Es momento de hacer una pausa y preguntarnos primero ¿cómo estoy? Porque no solucionaremos el problema, si no abrazamos primero aquello que nos hace más únicas, aquello que el mundo de hoy más necesita. Y entonces sí podremos luchar porque nuestra voz sea más escuchada y nuestras vidas protegidas.

Y una vez que hagamos esto, cada una y entre todas, ahora si podré estar realmente lista para ser fuerte como mi abuela, paciente como mi mamá, generosa con los demás y nunca rendirme, pero sobre todo no castigarme por no cumplir estereotipos, y entonces sí, ser mujer.

Femenina o Feminista
Femenina o Feminista

No cabe duda que los esfuerzos realizados por lograr una mayor igualdad entre la mujer y del hombre han sido muchos y necesarios.   Pero yo me pregunto,  ¿ha sido positivo este cambio?  ¿somos más felices las mujeres de hoy que las que vivieron décadas atrás?    Es algo difícil de responder ya que, por un lado, vemos a mujeres en puestos públicos y privados, egresadas de universidades y superándose cada día más, y por el otro, observamos que las depresiones, adicciones, divorcios y suicidios en mujeres incrementan día a día.

Vale la pena recapacitar sobre lo que está ocurriendo, sobre todo, porque es evidente que el papel del hombre a lo largo de los años ha sido el mismo.  Somos nosotras quienes hemos cambiado e incidido, sin duda alguna, en la dinámica social

Los años dedicadas al estudio y al trabajo por y para la mujer mexicana, me han llevado a concluir que el tipo de feminismo que realmente valora tanto a la mujer como al hombre y, por tanto, el que más beneficia a nuestra sociedad, es el feminismo en equilibrio, donde las mujeres en lugar de buscar una óptica feminista,  luchamos por una óptica femenina en la cual se contempla al hombre y a la mujer como un todo.

Reconocemos que la mujer necesita del hombre y viceversa, por lo que ella lo debe involucrar en la paternidad, en la educación de los hijos, para que su intervención no sea solo biológica, sino total.   La mujer y el hombre somos un complemento, no una competencia; con igualdad de derechos y responsabilidades.

En este mundo lleno de cambios y oportunidades para nosotras, tenemos el gran reto de crear una figura de mujer, que, en contraposición con las formas radicales de feminismo, desarrolle en toda su amplitud y armonía las riquezas de la auténtica feminidad en los diferentes papeles que a cada una le ha tocado vivir:   como esposa, madre, soltera; como profesionista o estudiante,  como hija, amiga y como ciudadana.

Debemos sentirnos orgullosas de ser mujeres, no hacer a un lado nuestra esencia, ni mucho menos negar nuestras cualidades:

  • Feminidad: mostrar que eres mujer en el vestir, hablar y actuar.  Es un error pensar que para ser más moderna se tiene que ser menos femenina.
  • Comprensión: la mujer posee una gran empatía hacia los demás, sabe ponerse en su lugar y entender lo que está viviendo el otro.
  • Intuición: ese sexto sentido que nos indica cuando algo no está bien.  Es la voz que nos hace decir:  no me late, no lo creo, no me gusta.
  • Atención a lo concreto: dirigirse más  a lo profundo, al detalle.
  • Creatividad e ingenio: capacidad de presentar lo cotidiano, con un toque de alegría y satisfacción.
  • Generosidad: una especial entrega hacia los demás, tanto cercanos como lejanos.
  • Compromiso: la mujer pone su corazón en lo que hace.
  • Capacidad de escucha: ella no oye palabras, sino corazones
  • Servicio: amor, disponibilidad, dedicación y entrega a los demás.

La mujer humaniza de manera natural los ambientes donde se desarrolla:  la familia, la oficina, la escuela.   No debe negarse la posibilidad de imprimir ese toque por competir con los hombres y adoptar sus características.

El hombre y la mujer tenemos la misma dignidad:  somos dos caras de una única moneda que es el ser humano.   Por lo tanto, es importante dejar de equiparar el significado de diferente con calificativos como mejor o peor. Y es que la persona existe de dos modos:  el femenino y el masculino.

Necesitamos de hombres y mujeres para vivir y hacer crecer plenamente nuestras cualidades;  aprovechemos estas diferencias para crecer juntos como personas y mejorar así la sociedad.

Los desafíos son muchos, pero hay que afrontarlos.  Tenemos el gran reto de vivir nuestra feminidad en un mundo en el cual ya no se exige ser femenina.  Tenemos el gran reto de ser madres y enseñar a ser madres, en un mundo en el cual ya no se valora la maternidad.  Tenemos el gran reto de ser mujeres que vivan su vida en equilibrio y tranquilidad.

Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com.   Facebook:  Lucia Legorreta

Double Standard: La desigualdad de la que todos quieren, Un vistazo a la otra cara de la moneda
Double Standard: La desigualdad de la que todos quieren, Un vistazo a la otra cara de la moneda

Autor: Luis David Suárez de la Cruz

“Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros.”

la Granja” (1945, p. 89)1 , es un perfecto resumen de lo que pretende exhibirse en este escrito; el intento de los más privilegiados (y de sus seguidores) por justificar sus privilegios.

La desigualdad ha existido desde antes de que existieran siquiera las sociedades humanas, y ambas han evolucionado prácticamente de la mano. Hoy en día, ésta se manifiesta entre las distintas clases sociales, sexos, etnias, naciones, en fin… no es ningún secreto que la lucha por la igualdad es constante en el mundo contemporáneo, ni que la gran mayoría de las personas la considera una lucha justa, noble. Estamos viviendo una crisis de valores en la que predominan la falta de empatía y el relativismo. No pretendo repetirle al lector lo que ya escucha todos los días en los medios, sino indagar en aquello que no le dicen; no voy a hablar de la desigualdad descarada y evidente que tantas personas enfrentan día con día, sino de aquella que pasa desapercibida, silenciosa, o incluso disfrazada de justicia.

Mucho se habla, y con toda razón, de la injusticia que sufren las mujeres en Latinoamérica y Medio Oriente por el simple hecho de ser mujeres, o de cómo el color de piel de los afroamericanos los ha convertido en los sospechosos de facto de cualquier crimen violento, o de la supuesta inferioridad del trabajador extranjero frente al nacional. Pero nadie menciona que los requisitos de aptitud física de las mujeres para enlistarse en el ejército de los Estados Unidos son menores que los de los hombres, o que el ex-presidente de los Estados Unidos Barack Obama recibió el premio Nobel de la paz a pesar de autorizar más de 10 veces más ataques con drones que su antecesor George Bush. La lista podría seguir, pero ése no es el punto. El punto es, ¿por qué no se habla de esto? En primer lugar, porque son hechos poco divulgados. No fueron algo que resonara en las noticias. Pero, ¿y qué hay de aquellos que sí lo saben? La respuesta es sencilla: temen ser tachados de sexistas, racistas, xenófobos, y tantas otras palabras que se han puesto de moda en el léxico del siglo XXI. Hemos llegado a un punto en el que el juicio sobre la moralidad de los actos humanos se aplica de forma distinta a cada persona y el fin pareciera justificar los medios: un punto en el que, absurdamente, se pretende alcanzar la justicia mediante la privilegiación y la opresión.

Muchos podrían pensar que estos son problemas menores y que no tiene mucho caso dedicarles un escrito; justamente por lo poco que se abordan es que me parece prudente abordarlos. Si lo vemos como un “taijitu” (el famoso símbolo del “Yin-Yang”), en donde el yang (el blanco) representa a los privilegiados y el negro (el yin) a los oprimidos (que, por mucho tiempo, la historia caracterizó con esos mismos colores a la piel de los hombres), el escrito estaría enfocado en el yin dentro del yang y en el yang dentro del yin; en la opresión dentro del privilegio y el privilegio dentro de la opresión.

En los párrafos siguientes, me doy a la tarea de profundizar en algunos de estos casos y buscar las razones para que dos personas o dos grupos sean juzgados de distinta manera al afrontar la misma situación, y cómo se transgiversa la ética social al hacer dichas comparaciones.

Hablemos de política

10 de diciembre del 2009. Barack Obama, entonces presidente de los Estados Unidos, acepta el premio Nobel de la paz, otorgado por “his extraordinary efforts to strengthen international diplomacy and cooperation between peoples” [sus extraordinarios esfuerzos por fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos] (NobelPrize.org, 2009, p.1)2. No había pasado ni un año desde que asumió la presidencia, y su discurso sobre un mundo sin armas nucleares y “guerra justa” ya había capturado los corazones de millones de personas. Él mismo reconoció que no se sentía digno del premio, y lo veía más como un “llamado a la acción” que una recompensa. Recordemos que una de sus principales promesas de campaña fue terminar con la guerra en Irak. Siete años después, la administración de Obama acumulaba 26,172 bombas lanzadas en ese año (nótese que la imagen tiene un error en el título, la suma sigue siendo 26,172) , en su mayoría en Siria e Irak (Zenko, 2017, p. 2)3. En el transcurso de esos años, la violencia en Medio Oriente no hizo más que aumentar.Figura 1: número de bombas lanzadas por los Estados Unidos
a otros países en 2016. Disponible en internet en la dirección

https://www.independent.co.uk/news/world/americas/us-president-barack-obama-bomb-map-drone-wars-strikes-20000-pakistan-middle-east-afghanistan-a7534851.html (acceso 12 de mayo del 2020)

La situación del actual presidente, Donald Trump, no es demasiado diferente; tras sus reuniones con el dictador norcoreano Kim Jong-un (que lo convertirían en el primer presidente norteamericano en ejercicio en cruzar la “línea” que separa a las dos Coreas) en 2019, muchos de sus seguidores argumentaron que esto lo volvía digno candidato al premio recibido por su antecesor. Sin embargo, dichas reuniones, aunque lucían prometedoras, no llegaron a ningún acuerdo de desnuclearización. Por otro lado, es bien sabido que Donald Trump autorizó varios ataques con misiles dirigidos a Medio Oriente, el más prominente el del 3 de enero de este año, que acabó rápidamente con la vida del mayor general iraní Qasem Soleimani.

Vemos a dos presidentes de la unánime nación más poderosa del mundo, que mucho ladraron y poco mordieron; que prometieron acabar con una guerra, y acto seguido la continuaron. ¿Cuál es la diferencia entre ambos? Que, a comparación de las críticas que recibe Trump todos los días, las de Obama son inexistentes; que, cuando la economía norteamericana va mal, Trump es un incompetente, pero cuando va bien, es gracias a lo que le dejó Obama. ¿Realmente fue mucho mejor presidente Obama de lo que ahora es Trump? ¿O se les juzga con distinta severidad por el partido al que pertenecen, o peor aún, por su color de piel? De ser así, ¿es el color de piel el equivalente moderno del “Anillo de Giges”, “un anillo mágico que hace invisible a su portador al girarlo” (Cortina, 2013, p. 258)4, eximiendo a su portador de las consecuencias de sus actos? ¿Está Obama exento de toda crítica por ser el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos? Una sociedad sin consecuencias, en la que la conciencia moral o nuestra “voz interna” no nos dice que lo que estamos haciendo está mal, podría desbaratar el orden de la civilización y hacerla descender a la anarquía.

Hablemos de igualdad de género

Analicemos otro caso: las dichosas cuotas de género. Estoy seguro que muchos estarán de acuerdo conmigo cuando digo que un trabajo se le debe asignar al aplicante más capacitado, independientemente de su sexo, edad, nacionalidad, clase social, o cualquier otro motivo (siempre, claro, dentro de los confines de la ley), y el sueldo debería ir acorde a dicha capacitación. Pero en la realidad, no siempre es el caso. Rara vez, de hecho. Un ejemplo interesante es el de la Infantería de Marina de los Estados Unidos, para la cual, los requerimientos para pasar el examen de aptitud física son distintos para hombres y mujeres (y también varían por edades).

Tabla 1. Requerimientos para flexiones/dominadas

Male Marine Pull-up
Standards/Age
    Female Marine Pull-up
Standards/Age
   
Age Group Minimum Maximum Age Group Minimum Maximum
17-20 4 20 17-20 1 7
21-25 5 23 21-25 3 11
26-30 5 23 26-30 4 12
31-35 5 23 31-35 3 11
36-40 5 21 36-40 3 10
41-45 5 20 41-45 2 8
46-50 5 19 46-50 2 6
51+ 4 19 51+ 2 4

Fuente. Stew Smith. Marine Corps Physical Fitness Test (PFT). Disponible en internet en la dirección https://www.military.com/military-fitness/marine-corps-fitness-requirements/usmc-physical-fitness-test (acceso 12 de mayo del 2020)

Para muchas personas, esto tiene sentido; después de todo, hombres y mujeres son biológicamente distintos, y el hombre promedio es más fuerte que la mujer promedio. Sin embargo, muchos otros, y en ellos me incluyo, creemos que es injusto y hasta estúpido: hablando estrictamente del ejército, uno quiere que su unidad sea lo más eficiente posible, y rebajar sus estándares reducirá invariablemente su eficiencia. Pero no por esto creo que las mujeres no puedan o no deban pertenecer a las fuerzas armadas si así lo desean; más bien, creo que los requisitos deberían ser iguales para todos. Seas hombre o mujer, deberías ser capaz de cargar a tu compañero de 80 kilogramos si es herido y debe retirarse del campo de batalla. Muchas mujeres se han mostrado a favor de esta postura, argumentando que bajarles los requisitos por ser mujeres las hace quedar como el sexo débil. Aún así, muchos lo ven como una postura sexista, pues esto aumentaría la dificultad de una mujer para obtener el mismo puesto que un hombre; sin embargo, podemos verlo desde el extremo opuesto, actualmente, a los hombres se les exige un mayor rendimiento para el mismo puesto que a una mujer.

Considero prudente hacer aquí la distinción entre igualdad (tratar a todos por igual) y equidad (tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales); ambos conceptos tienen su lugar y momento en la sociedad, pero al confundirlos y aplicar uno cuando debe aplicarse el otro lleva a polémicas como ésta: en la que se aplica equidad cuando, en mi opinión, debería aplicarse igualdad.

Conclusión

Como estos casos hay muchos más, y revisarlos todos va más allá del alcance del presente ensayo. De cualquier forma, creo que no hace falta hacerlo, pues considero que el mensaje es claro: la lucha por la igualdad, la equidad, y la justicia debe continuar, sí; pero debe pelearse en todos los frentes, incluso aquellos que parezcan abandonados o sin importancia. Tenemos una obligación hacia nosotros mismos y hacia los demás de no callar ante lo injusto y luchar por lo que es correcto: “El bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad… pero es un buen arduo de alcanzar, porque exige la capacidad y la búsqueda constante del bien de los demás como si fuese el bien propio.” (Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, 2004, p. 167)5. De no hacerlo, la lucha se verá fracturada, incompleta; contraria al fin último del hombre de buscar la perfección y la felicidad, pues sabemos que un hombre que no es íntegro y congruente con lo que él mismo piensa y considera sagrado, no puede ser feliz. Pelear sólo cuando y donde nos conviene nos hace cómplices de la desigualdad que, supuestamente, queremos abolir; nos vuelve infelices; y, como el cerdo Napoleón en “Rebelión en la Granja”, nos terminamos convirtiendo en aquello que tanto odiamos y juramos destruir.

La desigualdad social de las mujeres en México
La desigualdad social de las mujeres en México

Se debe mencionar que la desigualdad social no se ha erradicado en México ni mucho menos la pobreza, ya que esto a pesar de que sea una estrategia de desarrollo, aún se lucha en contra de esta debido a que las malas políticas públicas, la corrupción, el desvío de recursos, entre otros factores, han contribuido a que cada vez más a que esta sea imposible de erradicar, sin embargo debemos mencionar que este trabajo no pretende tocar de grosso modo la desigualdad social de la población de México en general, ya que pretende plantear en específico la desigualdad social que vive la mujer en todos los aspectos en México.

Es así, que a pesar de que la mujer ha luchado al paso de los años para que sus derechos sean los mismos que los del hombre, para que perciban la misma retribución económica cuando se tiene el mismo puesto de trabajo que un hombre o para que puedan ser titular de aquellos cargos políticos y gubernamentales entre otras cosas, aún es imposible que la mujer se tratada de la misma manera, ya que incluso es víctima de violencia, la cual se ha desato en los últimos años y sobre todo en los últimos meses.

La igualdad no es una exigencia, ni se debe de ver como un derecho o como una consecuencia, sino que esta es intrínseca al hombre, porque el hombre es persona, es igual por esencia, es un ser racional, con dignidad humana y con el mismo potencial, por lo que entonces, los hombres y las mujeres deben gozar de los mismos derechos y deben ser respetados de la misma forma, sin embargo, esta idea fundamental que se toma del pensamiento filosófico, aún no ha sido completamente respetada ni mucho menos practicada.

El concepto de persona es un concepto que se está perdiendo ya que un gran número de mujeres se ven inmiscuidas en situaciones de violencia por lo que es importante retomar este concepto desde diversos puntos entendiendo si la dignidad de las mujeres se está viendo afectada en muchos ámbitos, los cuales van desde el familiar hasta el laboral.

Es de esta manera, que las condiciones y el acceso a las oportunidades hacen gran diferencia entre las mujeres que las tienen y quienes no, por lo que son más susceptibles

de violaciones a sus derechos aquellas que se encuentran en una desigualdad social ya que desde este punto no pueden acceder a la educaron o a otras oportunidades fundamentales. Es por esto que los aspectos psicológicos, culturales y sociales también son diferentes ya que una mujer de un nivel socioeconómico bajo posiblemente presente autoestima baja, abandono de estudios lo que se reflejara en pocos ingresos, conductas de riesgo como los embarazos adolescentes, menores servicios de salud etc., en comparación con aquellas que tienen un nivel socioeconómico más alto y que por ende sus derechos se ven mucho menos afectados.

La persona y la dignidad humana

 Se sabe de la importancia de la persona, ya que para empezar desde el punto de vista jurídico se es persona y se tienen derechos desde el momento de la concepción, por lo que además, las personas se distinguen porque tienen ciertas características que las diferencian de los demás seres vivos ya que estas tiene notas que la definen como lo es la intimidad, la manifestación y el diálogo, por lo que son características intrínsecas que sin importar el género se tienen.

De esta manera tanto los hombres como las mujeres gozan de la misma dignidad humana, la cual aunque muchas veces aparece como un conjunto de condiciones materiales de vida que permiten una calidad de existencia propia del hombre y otras esta se puede tomar para sentirse ofendido, sin embargo también es aquella condición que le permite al hombre tener esos derechos humanos que se les reconocen por los diversos instrumentos internacionales o nacionales y que no se pueden afectar bajo ninguna condición.

En algunos países la dignidad humana es un principio que se establece en sus declaraciones políticas y en sus constituciones, en este sentido Alemania fue el primer país que la incorporo en su constitución y actualmente el ordenamiento mexicano la contempla en la Constitución General para todas las personas, por lo que es menester mencionar que la dignidad humana se debe ver también como un principio de derecho público porque en la medida en la que los derechos humanos son verdaderos, protegen a los bienes de la persona y a la persona misma quien debe ser más protegida que los bienes 1.

El rol de la mujer y los aspectos sociales, económicos, psicológicos y culturales

Actualmente en México el papel de la mujer ha cobrado gran importancia ya que es más común ver a las mujeres representando un factor económico importante debido a las actividades que realizan, sin embargo, esta situación cambia dependiendo del nivel socioeconómico al que la mujer pertenezca. Si una mujer tiene mayores ingresos se debe a que la actividad que realiza requiere de mayor especialización por lo que debió de haber obtenido un grado escolar profesional lo que le facilita sus condiciones sociales ya que es más fácil que esta tenga una familia integra, mayor autoestima, menores conductas de riesgo, comunicación con sus seres queridos, ingresos que le alcancen para las necesidades básicas por lo menos, así como un mayor acceso a las oportunidades. Sin embargo, bajo esta idea nos encontramos bajo una desigualdad social, debido a que si las mujeres no tienen las mismas oportunidades que otras, entonces se esta bajo un factor de desigualdad económico, el cual si bien es cierto no es un factor de desigualdad de género, si es un factor que lo potencializa.

Por otro lado tenemos a la mujer con un nivel socioeconómico bajo que probablemente tiene una familia más inestable así como en su relación de pareja, tiene menores ingresos, autoestima baja, menor grado de escolaridad, no cubre sus necesidades básicas y tiene un menor acceso a las oportunidades, por lo que en ese ejemplo nos encontraríamos en una desigualdad social respecto de otras mujeres y en una desigualdad de género, ya que son las mujeres con este perfil, las que en su mayoría sufren de violencia familiar.

En esta comparación es claro que la mujer que tiene menos recursos es más propensa a que sus derechos se violen y a que no sea tratada como debe ser ya que tiene dignidad igual que cualquier otra por el simple hecho de ser persona, aunque esto no significa que las mujeres con más recursos sean inmunes a la violencia, en consecuencia, la mujer en México no sólo sufre de desigualdad de género sino que también sufre de desigual social, la cual muchas veces se puede prevenir y el gobierno prefiere no intervenir.

La violencia y sus generalidades hacia la mujer mexicana

México ha hecho avances importantes en la normatividad para el cumplimiento de los derechos humanos y sobre la violencia contra la mujer, la cual no se ha erradicado. Es por esta razón que tampoco se puede hablar de los derechos humanos como exclusivos

para la mujer porque se estaría contradiciendo en carácter de universal de los Derechos Humanos, sin embargo, existe la necesidad de establecer derechos, normas e instancias internacionales y nacionales para proteger y garantizar los derechos de las mujeres por las violaciones a la dignidad humana que ellas presentan las calecen gran medida se debe a los aspectos culturales y sociales

Es de esta manera que realmente se confirma entonces que la discriminación y la exclusión hacia la mujer son prácticas que no permiten el ejercicio pleno de las mujeres especialmente en las zonas rurales e indígenas, aunque las mujeres de niveles socioeconómicos más altos lo sufren en la diferencia de salarios, hostigamiento y/o acoso laboral, o incluso llegan a sufrir de violencia por parte de su pareja.

Se dice que una parte de las mujeres que son víctimas de la violencia están relacionadas con el estado de alcoholización de su agresor lo que pudiera ser un factor para que esta exista pero que no la determina porque un agresor ejerce violencia sin tener alcohol en el cuerpo, es así que mencionaremos también que las manifestaciones de enojo, los celos, etc., pueden coexistir o no con la violencia

¿Cómo concienciar a la población sobre la violencia hacia la mujer y sobre la desigualdad social en la que esta se encuentra?

Se debe señalar que el maltrato puede ser emocional, físico, psicológico y/o sexual. Es importante crear programas que informen y que promuevan la igualdad y la equidad de género para que las generaciones más pequeñas puedan reconocer a un agresor y cuando a se les están violentando sus derechos. Asimismo, la comunicación con la familia resulta un factor determinante con la ayuda de la educación que se recibe en la escuela y en la familia por lo que las políticas públicas deben ser a largo plazo y firmes, que ayuden a los niños y a los jóvenes a detectar conductas violentas y que no permitan ellos vivir situaciones así 4.

Asimismo, se deben implementar programas dirigidos hacia las mujeres que les garanticen sus derechos y su acceso a ellos por parte del Estado, ya que resulta realmente inadecuado y discriminatorio que no todas las mujeres sean y tengan las mismas oportunidades, debido a que entre menos las obtengan, más puertas se les cierran y más sufren respecto a la desigualdad social y de género en este país.

Debemos atender a varias conclusiones, la primera de ella es aquella que se refiera al concepto de persona, ya que este se está perdiendo debido a que si se tomara en cuenta sabríamos que tanto el hombre como la mujer son personas y tienen dignidad humana, lo cual parece que se desconoce o que realmente no es así porque México sigue teniendo tintes machistas que no lo dejan avanzar, ni progresar respecto a estos temas sociales, por lo que entonces estamos ante una inminente problemática social que tiene que frenar.

La dignidad es un valor intrínseco a todos por lo que esta no se debe de ver violentada con otros actos que afecten a la mujer, vulneren sus derechos humanos o la dejen en estado de desigualdad. Es por esta razón que se debe de concientizar a la población desde la temprana edad para que se pueda erradicar la violencia de género en nuestro país, por lo que el gobierno debe de tomar un papel activo en el que impulse campañas en los niveles de educación básicos, además de elaborar programas sectoriales que tengan como objetivo promover la igualdad de género y ayudar a que las desigualdades sociales se erradiquen, haciéndolo de manera local y federal en coordinación con todos los niveles de gobierno.

Es así como también debemos ser conscientes que la desigualdad de la mujer no sólo es una desigualdad de género, sino que también se trata de una desigualdad social debido a que dentro de las mismas mujeres existen miles de diferencias y de variables que hacen que sus vidas sean más o menos apegadas a derecho, por lo que se debe de tomar una solución también en ese sentido que ayude a las más necesitadas.

Finalmente, debemos conocer todos los actos que engloban la violencia hacia la mujer, entendiendo que la violencia se presenta en todos los ámbitos socioeconómicos (en unos más que otros y de diferente manera) y que ninguna mujer está exenta de ella ya que no solo se basa en la condición económica sino también en los ámbitos sociales, psicológicos y culturales.

Autor: Diana Chahin Sesin

¡Que la lucha no se desvanezca!
¡Que la lucha no se desvanezca!

No puedo evitar que mi piel se erice al ver las imágenes de la marcha del 8 de marzo en la Ciudad de México. Una sociedad organizada y con un fin en común, no sólo mujeres si no hombres: papás, hermanos, novios, esposos, amigos que se unen para reconocer la urgencia de un problema que nos aqueja a todos pero principalmente a las mujeres: la violencia.

Al tiempo que sigo la marcha y me uno desde mi trinchera el paro convocado el día de mañana tampoco puedo evitar que haya una pregunta merodeando mi cabeza: ¿qué va a pasar después?

¿Una marcha más?, ¿una manifestación más para exigir respuestas y justicia? ¿un movimiento mas? Ojalá que no!
Por primera vez desde hace muchos años, estamos presenciando un momento histórico; tenemos una sociedad organizada, tal vez por hartazgo, tal vez por indignación o por pura solidaridad pero al fin encontramos algo que nos une a todos: mujeres y hombres, mexicanos y extranjeros, de todas las clases sociales, de todas las razas, de todos los orígenes y de todas las etnias.

El objetivo es sólo uno: hacer visible lo que, por años, ha permanecido invisibilizado, minimizado, ignorado o ni si quiera nombrado: nuestra dignidad, como mujeres, como personas, como seres humanos.

Ese logramos tener la atención incluso de quienes se burlan de nuestro movimiento e ignoran nuestra indignación, hoy marcamos un antes y un después en la historia de nuestro país. Los periódicos y medios de comunicación llevan ya días ofreciendo datos de lo alarmante que es una violencia ejercida hacia sectores específicos de la población, hoy hacia las mujeres pero mañana podría ser hacia adultos mayores, niños, hombres, indígenas o empresarios.

No perdamos de vista que igual de indignante es la violencia en contra de las mujeres que la ejercida en contra de cualquier persona, lo importante no es hacia quién va dirigida si no el acto mismo de violentar, lastimar, amedrentar y matar.

Ojalá que mañana y pasado y el siguiente mes y las próximas estaciones y los siguientes años el 8M día no se vuelva memoria si no constante y perpetua voluntad de lucha, permanente condición insatisfecha.

Recordar ese día no tiene ningún sentido porque no es un día lo que hay que recordar si no un despertar de mujeres, si, pero también, de una sociedad y de una humanidad que rechaza la marginación, el desprecio, el descarte, que clama justicia y solidaridad, que niega cualquier forma de descarte y que se pronuncia a favor de la vida, ¿de cuál vida? De TODA VIDA.

No nos quedemos sólo en el 8M, hoy apenas comenzamos, el camino es largo aún, el sol quema y la lluvia arrecia, el paraje a veces será desierto e inhóspito, duro el caminar en estas condiciones pero que si para algo ha de servir este día sea para recobrar el aliento y animar el espíritu porque justo cuando el andar sea cuesta arriba es cuando más hay que apretar el paso.

Que este día no quede en “ese día” si no en “siempre”. No olvidemos también que, en ese “siempre” existen muchas mujeres que no aparecieron en la escena pública, que no van a parar sus actividades y que siguen sumergidas en la aceptación resignada de su condición.

Que nuestra lucha, la de quienes si podemos salir a las calles a manifestarnos, la de quienes si podemos unirnos al paro nacional del 9M, la de quienes sí podemos tener una voz, no sea nuestra si no de ellas porque para eso somos mujeres y para eso somos personas: para levantar la voz por quienes no la quieren o pueden tener.

Hoy somos testigos de un reclamo social no sólo de los mexicanos si no de todos y todas: la paz es nuestro sueño y las conquistas son de quienes, un día, se atrevieron a soñar.

¡Que no pare aquí! ¡Que nuestra lucha no se desvanezca nunca!

Autor: Dra. María Elizabeth de los Ríos Uriarte
Profesora de la Facultad de Bioética
Universidad Anáhuac México

No hacer nada, Es estar de acuerdo
No hacer nada, Es estar de acuerdo

He reflexionado mucho sobre el tema de la violencia hacia las mujeres, y la iniciativa de empresas, organizaciones de la sociedad civil, hombres y mujeres: un día sin nosotras.

Estoy convencida de que la violencia hacia las mujeres debe terminar cuanto antes. Según datos del INEGI durante el segundo semestre del año pasado el 27.2 de las mujeres de 18 años y más que viven en zonas urbanas fue víctima de al menos un tipo de acoso personal y/o violencia sexual en lugares públicos. ¡Más de la cuarta parte de las mujeres!

Esto se refiere a situaciones tales como: le dijeron piropos groseros u ofensivos de tipo sexual o sobre su cuerpo que a usted le molestaron u ofendieron; alguien intentó obligarle o forzarle usando la fuerza física, engaños o chantajes a tener relaciones sexuales sin su consentimiento, o en contra de su voluntad; le ofrecieron dinero, regalos u otro tipo de bienes a cambio de algún intercambio de tipo sexual; le enviaron mensajes o publicaron comentarios sobre usted, insinuaciones sexuales, insultos u ofensas sexuales, a través del celular, correo electrónico o redes sociales, entre otras muchas.

Lugar público se refiere a la calle, transporte público, parque, lugar recreativo (cine, antro, etc.), o en otro lugar público como iglesia, centro comercial, mercado o plaza pública.

Tristemente los números suben considerablemente si nos vamos al ámbito de los matrimonios o uniones libres: 47 de cada 100 mujeres de 15 años o más que viven con su pareja sufren algún tipo de violencia: física, psicológica, económica o sexual. Únicamente un 19.1% de estas mujeres se atreve a denunciar.

Esto nos tiene que llevar a reflexionar sobre los diversos patrones sociales y culturales que durante años hemos aceptado como normales en nuestro país.

La dinámica familiar ha cambiado. Hace solo unas décadas el hombre era el proveedor económico de la familia, y la mujer quien educaba a los hijos y cuidaba del hogar. Actualmente, la mayoría de los hogares mexicanos dependen de dos salarios: papá y mamá.

Sin embargo, si analizamos la economía formal, encontramos que la participación laboral femenina es muy baja. Entre los 36 países miembros de la OCDE, México es el segundo con menos participación de la mujer en el ámbito laboral, solo superado por Turquía. Esto fomenta que las mujeres dependan económicamente de sus padres o parejas, condición que las mantiene vulnerables a una situación de abuso.

Sé que no es fácil cambiar esto de un día para otro. Me parecieron muy acertadas las sugerencias publicadas por Jorge Suárez-Vélez en su artículo del periódico Reforma: cambiar la unidad de fiscalización de familia a individuo, para evitar que se eleve la tasa marginal de impuesto cuando la mujer trabaja; incrementar el acceso a guarderías y estancias infantiles, mejorar su calidad, subsidiarlas y hacer deducible su costo; hacer extensivo el pago de semanas de maternidad a hombres, y obligar a que la tomen.

Promover que mujeres estudien carreras técnicas y de ciencia; fomentar la permanencia de las mujeres en las empresas, para que puedan realizar carreras gratificantes, ofreciendo flexibilidad de horarios y condiciones que permitan trabajar desde casa. Incluir a mujeres en puestos directivos y en consejos de administración, así como ofrecer el pago de remuneraciones iguales para ambos.

Estoy convencida de que un cambio de conducta es trabajo de todos, hombres y mujeres. Terminar con el abuso y la violencia hacia la mujer es obligación de todos nosotros.

Hombres y mujeres tenemos la misma dignidad como personas, somos dos caras de la misma moneda.

Debemos respetarnos unos a otros, para convivir como iguales y tener una sociedad sana y fuerte.

¡Unámonos para lograr un México mejor!

Autor: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta

FEMINISMO: ¿Hemos ganado o perdido las mujeres?
FEMINISMO: ¿Hemos ganado o perdido las mujeres?

Durante los últimos años, el papel de la mujer ha cambiado muchísimo. Retrocedamos tres generaciones y veamos cómo las mujeres nacidas en los años treinta, muy pocas trabajaban o estudiaban.  Se casaban muy jóvenes, de catorce o quince años; se dedicaban de lleno a su casa, a su marido, las familias eran más grandes: el promedio de hijos por mujer en los años sesenta, en México, era de siete; no trabajaban a menos que fuera necesario.

Con las mujeres que nacieron en los años cincuenta y sesenta, se inició el cambio: empezamos a estudiar, a formarnos, a trabajar, a votar. Las oportunidades de trabajo y realización se incrementaron en los campos políticos, laborales, económicos y sociales.  Las familias se vieron reducidas a dos o tres hijos: aparece el movimiento feminista y una nueva forma de vida en la cual la mujer compagina familia y trabajo.

Ahora prácticamente las mujeres jóvenes estudian o estudiarán preparatoria, muchas terminarán una carrera y hasta una maestría;  piensan trabajar, hablar varios idiomas, saber de computación, tienen pensado el número de hijos que les gustaría tener (uno o dos máximo); no se quieren casar a temprana edad.  En fin, su vida es muy diferente a la de sus abuelas o la de sus mamás.

El día típico de una mujer ejecutiva o profesionista que está casada y tiene un empleo de gran responsabilidad en una empresa, es mucho más ajetreado y estresante que el de la mujer de hace unas décadas.   Muy probablemente se inicia en las primeras horas de la mañana y no termina antes de las once de la noche. Su trabajo puede incluir varios viajes al mes, comidas o cenas fuera de casa, largos horarios de oficina y por supuesto estar disponible en su celular para cuando la necesiten.

Si bien estas condiciones de trabajo son las mismas para los hombres, para una mujer estas actividades se suman a las responsabilidades de atender el hogar y a los hijos, y en algunas ocasiones a sus propios padres.

Encontramos entonces mujeres luchando día a día por ser buenas profesionistas, esposas, madres, amigas e hijas;  haciendo ejercicio para estar en forma; buscando métodos de belleza para estar guapas y atractivas; asistiendo a reuniones sociales y terminando muchas de ellas totalmente agotadas, estresadas o hasta deprimidas a lo largo de los años.

Por un lado, acepto esta realidad en el cambio de la mujer. Me parece algo maravilloso ya que tenemos más oportunidades que antes; pero por otro lado, percibo el gran riesgo que tenemos de caer en un desequilibrio de vida, que nos lleve a descuidar nuestra esencia como mujeres, como madres y como esposas.

¿Quién inventó eso del Feminismo?, me preguntaba una amiga, si hace unos años estábamos tan contentas, y ahora resulta que tenemos que ser súper mujeres: hacer de todo y hacerlo bien.

La liberación femenina ha traído, sin duda, muchos beneficios. No obstante, en este camino se han perdido algunas ventajas, tales como el tiempo libre, la serenidad y vivir con más sencillez.

¿Dónde está aquella mamá tranquila y en paz a la que encontrabas en su casa por las tardes?  ¿Dónde está aquella esposa que estaba al pendiente de las necesidades de su cónyuge?  ¿Dónde está aquella mujer que vivía feliz y serena?

Como todo en esta vida,  el equilibrio es lo más deseable.  Estoy convencida de que no podemos y no queremos volver a las condiciones de hace tiempo, pero tampoco me convence la vida que nos estamos auto imponiendo.

Vivamos un Feminismo en equilibrio. Esto implica el realizarnos como mujeres en el campo laboral, pero también realizarnos como mujeres en el campo familiar y personal y no permitir que este dizque feminismo nos llene de ideas absurdas de competir con los hombres y hasta de vivir peleados con ellos.

Recobremos nuestra feminidad, ¡para que resurjan los caballeros de antes! El sentirnos protegidas por un hombre no es señal de debilidad, dejémonos consentir y conquistar por ellos, y comprobaremos cuánto más felices podemos ser. 

Autor: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.comFacebook:  Lucia Legorreta

Mujer, derechos humanos y aborto.
Mujer, derechos humanos y aborto.

Los derechos humanos tienen su raíz y fundamento en la naturaleza humana. Basta con existir como hombre, como mujer, para que los derechos básicos de cada uno deban ser garantizados y tutelados por la sociedad.

Algunos, sin embargo, buscan caminos para manipular los derechos humanos. Sobre todo cuando piden que se garantice el “derecho” de la mujer a un aborto seguro y legal.

La simple definición del aborto nos hace ver que no puede ser visto nunca como un derecho humano.

¿Qué es el aborto? Es la eliminación de una vida humana en el seno materno. En otras palabras, es la supresión de una existencia que, en cuanto humana, merece ser protegida y tutelada.

Por eso se hace necesario un esfuerzo eficaz y continuo para que se garantice el derecho a la vida de los hijos antes de nacer. Muchos de esos hijos, vale la pena recordarlo, son mujeres. No tiene sentido decir que el aborto sería un derecho de la mujer cuando en realidad millones y millones de mujeres mueren, son asesinadas en el seno materno, por culpa del aborto.

Vale la pena cualquier esfuerzo cultural, social y político para que se respeten íntegramente los derechos humanos como fuente de justicia y como promoción de una convivencia humana solidaria y auténticamente respetuosa de todos.

Vale la pena, sobre todo, garantizar la protección y asistencia a las madres y a sus hijos, para que ninguna mujer sea obligada o presionada a abortar, para que el embarazo y el parto cuenten siempre con una buena asistencia sanitaria y social.

Mujer, derechos humanos y aborto
Mujer, derechos humanos y aborto

Los derechos humanos tienen su raíz y fundamento en la naturaleza humana. Basta con existir como hombre, como mujer, para que los derechos básicos de cada uno deban ser garantizados y tutelados por la sociedad.

Algunos, sin embargo, buscan caminos para manipular los derechos humanos. Sobre todo cuando piden que se garantice el “derecho” de la mujer a un aborto seguro y legal.

La simple definición del aborto nos hace ver que no puede ser visto nunca como un derecho humano.

¿Qué es el aborto? Es la eliminación de una vida humana en el seno materno. En otras palabras, es la supresión de una existencia que, en cuanto humana, merece ser protegida y tutelada.

Por eso se hace necesario un esfuerzo eficaz y continuo para que se garantice el derecho a la vida de los hijos antes de nacer. Muchos de esos hijos, vale la pena recordarlo, son mujeres. No tiene sentido decir que el aborto sería un derecho de la mujer cuando en realidad millones y millones de mujeres mueren, son asesinadas en el seno materno, por culpa del aborto.

Vale la pena cualquier esfuerzo cultural, social y político para que se respeten íntegramente los derechos humanos como fuente de justicia y como promoción de una convivencia humana solidaria y auténticamente respetuosa de todos.

Vale la pena, sobre todo, garantizar la protección y asistencia a las madres y a sus hijos, para que ninguna mujer sea obligada o presionada a abortar, para que el embarazo y el parto cuenten siempre con una buena asistencia sanitaria y social.