Después de una pérdida, es normal que surjan sentimientos y conductas que cada persona vivirá de forma diferente. Pero ¿que sucede cuando este se convierte en un duelo patológico? Hoy platicaremos de cómo identificarlo y sobretodo como superarlo.
Un duelo normal, agudo o no complicado viene acompañado de sentimientos y conductas que son normales tras una pérdida: malestar fisiológico, preocupación de olvidar al fallecido, sentimientos de culpabilidad, irritabilidad, incapacidad para funcionar de la misma manera que antes de la pérdida, entre otros.
¿Cuándo se convierte en un duelo patológico?
Se le llama así porque la persona ha perdido toda la energía, la capacidad de vivir y de ilusionarse, incluso, de hacer planes. Es una depresión profunda.
Hay aplanamiento afectivo, que es cuando el sujeto ya no tiene ganas de hacer nada: levantarse, bañarse, vestirse y menos realizar sus actividades normales.
Puede presentarse de dos formas:
- Duelo crónico o prolongado: cuando tiene una duración excesiva, sin llegar a una conclusión satisfactoria. Existen reacciones el día del aniversario de la muerte durante 10 años, e incluso más tiempo.
- Duelo retrasado, inhibido, suprimido o pospuesto: la persona puede haber tenido una reacción emocional insuficiente justo en el momento de la pérdida. Posteriormente puede experimentar síntomas de duelo si existe otra perdida inmediata, siendo, esta vez, la reacción emocional excesiva. Suele ocurrir cuando la segunda pérdida es por suicidio.
Una variante es cuando la persona no ha sufrido la segunda pérdida, y al ver una película o escuchar una noticia en la cual el tema central es acerca de una pérdida, viene una reacción tardía.
- Duelo exagerado: es la intensificación del duelo normal que hace que la persona se sienta desbordad y su conducta sea des adaptativa. Es muy conveniente acudir a una terapia con un profesional ético y preparado, para que no se convierta en algo más grave como manía, crisis de pánico o ansiedad.
¿Cómo ayudar a una persona con un duelo patológico?
- Acercarte de forma sencilla: ¿Qué tal estás hoy?
- Escucharla el 80% del tiempo y hablar solo el 20%
- Ofrécele ayuda en cosas concretas
- En el futuro seguirá teniendo momentos difíciles, muéstrale siempre tu apoyo,
- Si has atravesado por una pérdida, explícale que fue para ti
- Entabla contacto físico que denote afecto.
- Comparte silencios y aprende a sentirte cómodo en ellos.
- Sé paciente con la persona que ha sufrido la pérdida y permítele compartir sus recuerdos del ser querido.
Y si tú eres quien está viviendo un duelo patológico, no dejes pasar más tiempo y busca ayuda profesional.
A esa persona tan querida que ya no está contigo, lo que más le gustaría es verte bien y gozando de la vida plenamente.
Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta
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En cada uno de nosotros existe el temor, pequeño o grande, de envejecer, pero no perdamos de vista que la vida está enriquecida por el conjunto de todas sus etapas: niñez, adolescencia, juventud, madurez y vejez.
El adulto mayor enfrenta grandes retos que las nuevas generaciones no entienden. Se ignora a los viejos, se siente impaciencia con ellos.
No nos damos cuenta de que nuestros adultos mayores están tan vivos como cualquiera y sufren el rechazo del que en ocasiones son víctimas. Hay que apreciar las duras batallas que enfrentan para adaptarse a las pérdidas y buscar su nueva identidad.
Es necesarios promover un cambio de mentalidad en las personas de la tercera edad y en quienes conviven con ellas.
La discriminación hacia los adultos mayores y la falta de valoración de sus cualidades debe atacarse desde la familia para producir un cambio cultural. Una familia sin adultos mayores tiene una historia incompleta.
Hay que estar conscientes de que el proceso de envejecimiento abarca todos los aspectos de la vida humana. Hay quienes tienen vitalidad física y psíquica para afrontarlo, algunos se resignan y otros más se abandonan y el deterioro los vence.
Abordar los retos de envejecer implica realizar un esfuerzo sostenido que se manifiesta en el cuidado de la alimentación, la salud y la estabilidad emocional.
Envejecer implica un desafío para el que envejece y para los que lo rodean. Hay que mantener una actitud abierta que no compare lo que se hace con lo que se hacía; lo importante es aprender a disfrutar el nuevo ritmo de ejecución.
Hay que aprovechar las posibilidades de examinar con objetividad y serenidad los logros y fracasos obtenidos a lo largo de la vida, para conservarlos, disfrutarlos y aprender de ellos.
Debemos fomentar como familia y como sociedad un cambio de actitud ante el anciano. La familia debe reforzar sus lazos y la sociedad debe propiciar una cultura de aceptación e integración del adulto mayor.
Algunas propuestas para lograr que nuestros adultos mayores vivan en plenitud son:
- Alentarlos a emprender proyectos inmediatos que los mantengan con una actitud positiva.
- Motivarlos a evaluar sus logros de tiempos pasados para que puedan seguir aplicándolos en el presente y que asuman de la mejor manera su papel de consejeros.
- Ayudarlos a aceptar las consecuencias del proceso de envejecimiento y a no sentirse inútiles. Podemos recomendarles actividades de servicio a los demás.
- Ayudarlo a evitar el pesimismo y los pensamientos negativos.
- Compensar con cariño sus ratos de soledad y generar en ellos el sentimiento de pertenencia a la familia.
- Ayudarlos a reconocer sus capacidades y limitaciones, y a cambiar de rol aceptando su dependencia cuando sea necesario, brindándoles apoyo sin menoscabar su dignidad e individualidad.
- Acompañarlos a mirar al pasado y a aceptar su historia, a f in de que perciban con claridad lo que han cultivado a lo largo de su vida.
- Propiciar que conserven intereses propios y que aprovechen el tiempo para el cultivo de amistades y para el esparcimiento.
- Asumir la responsabilidad del bienestar de los padres: cuidado físico, económico, afectivo y de integración social, comprendiendo que es un privilegio cuidar de ellos y devolverles algo de lo mucho que hicieron por nosotros.
Aunque todavía falta mucho por hacer, como sociedad hemos avanzado en el cuidado y respeto a los adultos mayores a través de diversos programas de apoyo (descuentos, beneficios en alimentación, salud, pensiones, etc.), así como portales de información (bolsa de trabajo, beneficios fiscales, entre otros), que ayudan a las personas en esta etapa de la vida.
Sin embargo, es en el ámbito familiar donde debemos seguir luchando para que el adulto mayor encuentre en su familia el cariño y apoyo que necesita.
Muy importante es el testimonio que demos a nuestros hijos en el trato hacia los adultos mayores cercanos, principalmente nuestros padres. Si ellos observan un trato digno y de respeto hacia sus abuelos o parientes mayores, en unos años harán lo mismo con nosotros.
Recuerda: una familia sin adultos mayores, tiene una historia incompleta. Si de algo estamos casi seguros, es que tarde o temprano todos llegaremos a esa edad, y como vivamos nuestra vejez dependerá en gran parte de cómo somos actualmente con nuestros adultos mayores cercanos y lejanos.
Autor: Lucía Legorreta de Cervantes
Cargo: Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer.
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Una de las tareas más difíciles con las que se enfrentan los padres, y en especial las mamás es la la tarea de nuestros hijos y la preparación para los exámenes.
He escuchado afirmaciones de mamás tales como: mañana tengo examen de historia…están muy difíciles las matemáticas de este año…no he terminado de hacer el trabajo para mañana. ¡Como si fueran ellas quienes están cursando primaria o secundaria!
No es fácil enseñar a nuestros hijos a estudiar y cumplir con las tareas diarias de la escuela. Un valor que como padres debemos de fomentar en estos años es la responsabilidad, para que durante los primeros años reciban nuestra ayuda, y que poco a poco aprendan a hacerlo solos.
Ahora que inicia el año escolar, comparto contigo algunos consejos prácticos para ayudar a tus hijos a que cumplan con las obligaciones de la escuela:
- Busca un lugar apropiado: un espacio iluminado, agradable, limpio, con un escritorio y una silla cómoda. De preferencia, que sea en el mismo lugar.
- Decoren juntos el lugar: se recomienda que si es posible lo pintes de amarillo, porque es un color que estimula la actividad cerebral; colocar recipientes de colores para el material y ya sea una planta o un florero, que sea un lugar especial.
- Coloca una repisa: es importante tener un espacio especial para libros de referencia y consulta, como el diccionario o libros de consulta. Es conveniente conservar algunos libros de los hermanos mayores para que sean reutilizados. Imprime el calendario escolar para que le sirva de guía.
- Tiempo específico: el niño debe saber que cuenta con un tiempo determinado; un reloj cerca puede ser de gran ayuda para que se de cuenta de cuanto tiempo le queda.
- Establece un horario específico: se recomienda ya sea después de comer o poco más tarde, pero tener un momento para hacer la tarea.
- Detalles: asegúrate que antes de empezar, se haya lavado los dientes, las manos y haya ido al baño para evitar que se esté levantando.
- Evita aparatos electrónicos: televisión, celular, video juegos, música o alguna otra distracción, que los impida concentrarse en su tarea.
- Utiliza la computadora: cuando ya tengan la edad suficiente puede ser una herramienta poderosa y de gran ayuda para los niños y los papás.
- Prepárate para el uso de nuevas herramientas electrónicas: como papás no debemos quedar rezagados para poder apoyarlos en la ejecución de sus tareas y trabajos.
- Evita celulares: permitir llamadas solo si son empleadas para preguntar algo sobre el examen o la tarea.
- Elimina las distracciones posibles durante el tiempo de estudio: observa que hace que tu hijo o hija se distraiga para que puedas quitarlo de su vista. Cada niño es diferente.
- Ten artículos escolares en la casa: pon a su alcance lo que vaya a necesitar: colores, tijeras, pegamento, hojas. Los niños buscan cualquier excusa para no hacer la tarea o estudiar.
- Permanece cerca cuando hacen la tarea o estudian: solo vigila, es muy importante que NO la hagas tu, sino ellos.
- Enseña a tu hijo-a a ser organizado: esto ayudará a que haga la tarea más rápido y a que sepa como estudiar.
- Se ejemplo para tus hijos: mientras hacen la tarea, lee o haz algún trabajo para que se dé cuenta que también realizas disciplinadamente tus cosas.
Cuando son pequeños debemos ayudarlos, y alrededor de los diez años, en cuarto de primaria, debemos irlos soltando para que sean ellos quienes aprendan a cumplir y no nosotras.
Recuerda, la responsabilidad la aprenden en esta etapa de la vida, y de ella dependerá su actitud ante el trabajo cuando sean adultos.
La tarea es de nuestros hijos, no de los padres.
Autor: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer.
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Cada vez vemos a más parejas que se separan o se divorcian. Al acercarte a ellas y preguntarles el porque, la mayoría responden: la cosa no funcionaba…no nos entendimos…mi cónyuge a cambiado…no me dejaba espacio para mi… somos demasiado distintos, o la famosa incompatibilidad de caracteres.
Una de las razones más tristes por la cual un matrimonio fracasa es que ninguno de los cónyuges reconoce su valor hasta que ya es demasiado tarde: al firmar los papeles de divorcio, repartir los bienes, vivir en departamentos separados, realizan lo mucho que han perdido.
Comparto contigo algunas de las causas reales de estas rupturas, que no quiero decir que son justificables, pero suceden a menudo:
- Se busca la propia realización: solo existe la perspectiva del yo, cada uno piensa en sí mismo; se utiliza al cónyuge para realizarse uno mismo, siendo que el matrimonio es la constitución de algo nuevo en donde no cabe el egoísmo.
- No hay conocimiento recíproco: se casan muy jóvenes o con un noviazgo demasiado corto. Falta fundamentar el amor en un conocimiento mutuo, ya que en el matrimonio el hombre y la mujer se van conociendo de una forma mucho más realista.
- Expectativas exageradas: esperar demasiado del matrimonio, pensar que el noviazgo va a durar toda la vida. Imaginar que el cónyuge es perfecto, o bien que el casarse puede solucionar los propios problemas familiares o sociales. Sabemos que la vida en común no es así.
- No tener tiempo para estar juntos: es algo que está sucediendo con las parejas actuales: tienen poco tiempo tranquilo para convivir, dialogar, distraerse, mostrarse afecto. Viven uno al lado del otro, pero como extraños, sus vidas se asemejan a dos líneas paralelas.
- Más hijo/hija que cónyuge: intervienen las familias políticas, la presencia de los suegros es excesiva. No han logrado ser independientes del padre o de la madre y esto provoca molestias, insatisfacción y pleitos, cuando el casarte es formar una nueva familia distinta a las de origen.
- Falta de conciencia de la diversidad del cónyuge: este es uno de los motivos más comunes y profundos: no conocer la forma de ser de un hombre o de una mujer.
- Falta de comunicación: matrimonios que viven juntos, pero no comunican sus pensamientos, emociones, miedos o metas. Hablan superficialmente, pero no llegan a lo profundo de su ser.
- Faltas de respeto: amor y respeto, no existe uno sin el otro: gritos, groserías, ademanes, la relación va perdiendo valor. Si en realidad hay amor, no se hiere a la persona.
- Dinero: falta de estabilidad económica. No me refiero a tener mucho dinero, sino a que exista suficiente para vivir adecuadamente y de una forma constante. De aquí la importancia de contar con un trabajo digno y seguro.
- Pérdida de confianza: celos exagerados, control con los amigos, la familia, el trabajo daña muchísimo a una relación.
- Rutina: hacer siempre lo mismo en diferentes aspectos: vida diaria, conversaciones, vida sexual, diversiones, etc. Un buen matrimonio debe luchar contra la rutina.
- No perdonar: en la convivencia diaria se viven situaciones constantes que requieren del perdón de uno hacia el otro. El que no perdona vive lleno de rencores y resentimientos que pueden acabar con la relación.
- Abandono moral: ya sea por el trabajo, los amigos, la familia política u otras causas se abandona totalmente al cónyuge, la relación se convierte en una total indiferencia.
Ahora bien, hay razones muy fuertes que llevan a un matrimonio a tomar la difícil decisión de divorciarse: infidelidad, violencia, alcoholismo u otra adicción, pero estoy convencida que muchas de las causas mencionadas al principio tienen solución y se puede evitar el rompimiento.
Te invito hoy a preguntarte:
¿Cómo está mi relación en este momento?
¿Soy feliz con él o ella? ¿Es feliz ella o él conmigo?
¿Qué tanto tiempo pasamos juntos?
¿Qué puedo cambiar o mejorar con mi pareja?
Recuerda: ¡todos podemos ser mejores cada día! El amor no es estático, sino está creciendo, implica que va disminuyendo.
Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta
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Sin duda, una de las temporadas que producen mayor inquietud en las madres y padres que trabajan, es la de las vacaciones escolares. Y es que aún cuando las han atrasado un poco, el momento llegará pronto.
Ante esto, seamos honestas y respondamos ¿me gusta que mis hijos estén de vacaciones?, o ¿mi preocupación durante el trabajo es mayor sabiendo que están en casa?
A unas semanas de que inicien, hay tiempo de planear la situación. Si tienes posibilidad de dejar el trabajo por unos días, ¡házlo! Las vacaciones pueden ayudar mucho a la familia si están bien organizadas. Al salir de la rutina, tenemos la oportunidad de relajarnos, convivir y conocer más de nuestros hijos. Para ello, no hay porqué salir a un lugar lejano o caro, lo importante es hacer algo diferente en familia, que guste y divierta a todos.
Si el trabajo no te permite salir, es recomendable buscar actividades para los hijos: cursos de verano, actividades deportivas, clases de música, pintura; o en caso de ser ya adolescentes algún trabajo relacionado con sus estudios que les ayude a mejorar como personas.
Al sugerir una convivencia más estrecha con la familia, es posible que surjan algunas reflexiones como: ¿Qué tanto me comunico con mis hijos?, ¿Qué tanto los conozco de verdad: sus gustos, miedos, aspiraciones y preocupaciones?, o bien hasta reconocer que son mis hijos, los quiero mucho, pero son lejanos a mí. Parte de estos cuestionamientos se pueden resolver identificando el tipo de comunicación que hay en el núcleo familiar.
La comunicación con mis hijos
La comunicación es un proceso dinámico que hacemos todos los días: comunicamos ideas, sentimientos, pensamientos, emociones. Parece fácil pero, según terapeutas reconocidos, el 90% de los problemas familiares son por falta de una buena comunicación.
No es sólo transmitir información: ¿Cómo te fue hoy? ¿Qué hiciste?, Mañana tienes que ir a… o hacer tal cosa. Es realmente saber decirle al otro lo que piensas o sientes y recibir del otro aquello que siente o piensa.
Existen niveles de comunicación en las familias:
– Nivel superficial: viven juntos pero no coinciden, ven televisión pero no hablan o discuten, los temas que se hablan son banales: ¿Qué tal el clima? ¿Hay mucho tráfico?; el papá trabaja todo el día, la mamá trabaja ya sea en la casa o fuera de ella, cada hijo anda por su lado. No hay unión.
– Nivel intermedio: aparentemente están unidos, a veces comparten conversaciones, consejos y opiniones, no existe intimidad, cada quien está en su “parcela”.
– Nivel profundo: se vive en familia, comparten por lo menos una comida al día, hay reuniones familiares, se escuchan, se ayudan y se tienen confianza.
Nuevamente con honestidad, respondamos ¿Cómo es la comunicación con mis hijos?: superficial, intermedia o profunda. Una vez reconocido el modelo, es posible mejorarlo. He aquí algunos consejos para una buena comunicación:
- Compartir gustos, aficiones, experiencias
- Hablar con calma
- Escuchar primero
- Estar disponible
- Que todos opinen
- Corregir a los hijos a solas
- Alegría y buen humor
- Respetar a cada miembro de la familia
- Dar las gracias y pedir las cosas por favor
- Ser cariñosos y expresivos
- Ver poco tiempo la televisión
- Hablar en positivo, evitar las críticas
- Celebrar fiestas familiares
- Organizar excursiones, vacaciones y juegos juntos
- Comer juntos por lo menos una vez al día
Es importante evitar la práctica de ciertas actitudes hacia nuestros hijos como son: burlas, insultos, amenazas, sermones, discusiones sin sentido, juicios, castigos físicos o morales fuertes, portazos, gritos, caras largas, groserías, callar al otro, o bien, actitudes de indiferencia o superioridad. Estas acciones sólo harán que nuestra comunicación sea cada vez más difícil y lejana.
Con todo esto, te invito a que aproveches el próximo periodo de vacaciones para acercarte más a ellos, para conocer realmente su forma de pensar y de sentir, y que ellos conozcan la tuya, para que en lugar de que sea una temporada de inquietud, añoremos esta magnífica oportunidad de unión familiar.
Autora: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer.
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Mucho se ha hablado del equilibrio que tiene que lograr la mujer entre su familia y su trabajo, sin embargo, estoy convencida que la lucha por este equilibrio es también tarea del hombre. Incluso, valdría la pena preguntarnos ¿hasta dónde tiene el hombre asumida su propia misión en la familia?
Antes de continuar, cambiaré las palabras de hombre y mujer, por las de papá y mamá. Hecho esto, diré que en nuestro país seguimos pensando y viviendo el viejo modelo de pareja en la que el papá es el proveedor o abastecedor económico de su familia, y es quien delega funciones, entre las cuales se encuentra el que la mamá sea quien debe educar a los hijos.
Sin embargo, tanto el padre como la madre de familia pueden dirigir su trabajo a robustecer su YO, a tener popularidad, dinero, a amar su profesión por encima de todas las cosas, o realizarlo buscando el bien de su familia.
En este sentido, considero que el trabajo debe estar subordinado a la familia y no situarlos al mismo nivel, ya que el motor del trabajo es la familia, pero el motor de la familia es mucho más amplio, es el amor.
De hecho, importa menos fracasar en el trabajo si la persona continúa siendo admirada y apoyada por su propia familia. En cambio, una vez rota la familia se incrementa la probabilidad de fracasar también en el trabajo.
Esto lo digo porque los hijos necesitan, desde que nacen, el apoyo y apego de su padre. La excesiva presencia del padre en el trabajo, no justifica su ausencia en la vida de familia. Hoy en día, esto es un punto importantísimo y considero que muchos de los padres actuales ni siquiera se han planteado el problema.
Se ha demostrado que la ausencia física del padre puede hacer mucho más daño psicológico a su hijo que la natural ausencia que se produce cuando el padre muere.
Algunas de las consecuencias – estudiadas por expertos- ante la ausencia del padre pueden ser: disfunciones cognitivas, déficits intelectuales, privación afectiva, inseguridad, baja autoestima o mal desarrollo de la identidad sexual
Recuerdo lo que dice Aquilino Polaino, gran psiquiatra y profesor universitario, al señalar que: “algunos de mis alumnos tienen problemas y no los tendrían, seguro estoy de ello, si hubieran tenido el necesario afectivo y efectivo contacto con su respectivo padres varones….en muchos de ellos se advierte el hambre de paternidad, que sólo puede satisfacerla su propio padre”.
También en la Universidad de Valencia se ha investigado al respecto. Ahí se llevó a cabo un estudio entre niños de siete y catorce años, preguntándoles cuáles eran las dos cosas que los hacía más felices; casi un 90% contestó: estar con mis papás y tener hermanos.
Reconozcamos que muchas veces los papás estamos inmersos en el trabajo con la idea de generar bienes materiales, pero nos olvidamos de estar con los hijos, en especial, es el hombre quien se pierde de ese gran valor y satisfacción que da el ser un auténtico padre de familia.
En el matrimonio y en el hogar hay dos cabezas que pueden alternarse, suplirse, complementarse, delegarse, o actuar simultáneamente según convenga a los hijos y a la familia.
Sin duda, más allá de la parte económica lo que realmente nos debe importar es el patrimonio vital, esto es, las vivencias que desde niños guardamos en el corazón y que recordamos por siempre.
De ahí que puede ser interesante preguntarnos ¿Qué nos gustaría que nuestros hijos recordaran de nosotros como padres, de la educación que les estamos dando? O simplemente ¿Qué recuerdos tenemos de nuestro papá?
Si tu respuesta no es tan clara, ahora es el momento de hacer cambios que nos haga replantear el significado de la paternidad, vale la pena intentarlo ¿no crees?
Autor: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.
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Mamá, una de las primeras palabras que aprendemos a decir al crecer. Los datos nos indican que en México residen 40.8 millones mujeres mayores de 15 años, de las cuales 71.6% han tenido al menos un hijo. Es decir: siete de cada diez.
A lo largo de la historia las madres han jugado un papel fundamental en la sociedad. Cada vez vemos a más padres involucrados en la educación de los hijos, pero sigue siendo la mujer la principal educadora.
Los niños pequeños necesitan la guía de ellas para aprender cómo cuidar de sí mismos, y muchas veces es el papel de la madre enseñar habilidades básicas de la vida a sus hijos. Parte de esto es andar creando límites para los niños puedan seguir o protegerse.
La evidencia psicológica ha demostrado que, si la relación entre la madre y el niño es fuerte, entonces ese niño tiene más probabilidades de crecer con una vida estable y feliz. Los niños que no reciben el amor y el cuidado de sus madres tienen una mayor probabilidad de tener problemas de fijación y las cuestiones de seguridad emocionales. Además de dar a luz o en su caso adoptarlos, las madres dan a luz a niños que crecen un día para convertirse en miembros contribuyentes de la sociedad.
Muchas madres hacen grandes sacrificios para sus hijos. Y hoy en día el papel de la madre se ha diversificado mucho, ya sea por decisión de mantener una carrera profesional, por las necesidades económicas o por las diversas razones que las impulsen hoy en día muchas mujeres no solo se encargan de la crianza de sus hijos, sino que también son parte de la fuerza laboral.
Si eres una mamá que está educando sola y que trabaja fuera de casa, te recomiendo algunas medidas que pueden ayudarte:
– Padre y madre al mismo tiempo: hombres y mujeres tenemos diferentes formas de educar, por lo que es recomendable encontrar figuras paternas cercanas que puedan ayudarte en situaciones especiales o periódicas. Puede ser el abuelo, un tío, hermano o primo que te apoyen para tocar temas de estudios, sexualidad, amigos o posibles peligros.
– Habla mucho con tus hijos: explícales porque sales a trabajar y estás menos tiempo con ellos. Háblales de cómo te sientes, de tus alegrías y tristezas; preocupaciones y logros. Para que sepan y vivan esta realidad contigo.
– Establece límites: aunque estés fuera de casa mucho tiempo es indispensable que en tu hogar existan reglas y límites. Es fácil caer en el error de compensar el tiempo fuera de casa con regalos, permisos y poca exigencia.
– Dedícate tiempo a ti misma: las madres trabajadoras se exigen demasiado y se olvidan de su persona. Es importante que busques distracciones, pasatiempos, diversiones y que no te olvides de lo importante que eres: visitas al doctor, alimentación, vida espiritual, entre otras.
¿Cuántas madres trabajamos?
Las cifras revelan que el 96 % de las mujeres con hijos participan en la producción de bienes y servicios. En México, por cada 10 horas de carga total de trabajo remunerado y no remunerado realizadas por las mujeres, los hombres realizan 8.3 horas.
Algunos critican a las madres trabajadoras. Se llevó a cabo un estudio con el que, se comprobó que el ser una madre trabajadora no repercute negativamente en los hijos, todo lo contrario, estos serán los próximos triunfadores del mundo, unos adultos con éxito y un futuro brillante.
De la misma forma las madres que no trabajan y se dedican 100 por ciento al hogar también benefician a sus hijos de formas diversas e importantes, esto sin dejar de tomar en cuenta que ser ama de casa también conlleva tiempo, dedicación y esfuerzo no remunerado económicamente.
No obstante, lo anterior, sea que la mujer decida ser madre trabajadora o dedicarle todo el tiempo del día a sus hijos, siendo que ninguna de las opciones está exenta de dificultades, beneficios y responsabilidades, se debe respetar la decisión de las mujeres ya que cada una contribuye de su manera en gran medida al desarrollo de la sociedad.
¡Una gran ovación a las madres, que se merecen toda nuestra admiración y respeto!
Autor: Lucía Legorreta de Cervantes
Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer.
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Durante los últimos años, el papel de la mujer ha cambiado muchísimo. Retrocedamos tres generaciones y veamos cómo las mujeres nacidas en los años treinta, muy pocas trabajaban o estudiaban. Se casaban muy jóvenes, de catorce o quince años; se dedicaban de lleno a su casa, a su marido, las familias eran más grandes: el promedio de hijos por mujer en los años sesenta, en México, era de siete; no trabajaban a menos que fuera necesario.
Con las mujeres que nacieron en los años cincuenta y sesenta, se inició el cambio: empezamos a estudiar, a formarnos, a trabajar, a votar. Las oportunidades de trabajo y realización se incrementaron en los campos políticos, laborales, económicos y sociales. Las familias se vieron reducidas a dos o tres hijos: aparece el movimiento feminista y una nueva forma de vida en la cual la mujer compagina familia y trabajo.
Ahora prácticamente las mujeres jóvenes estudian o estudiarán preparatoria, muchas terminarán una carrera y hasta una maestría; piensan trabajar, hablar varios idiomas, saber de computación, tienen pensado el número de hijos que les gustaría tener (uno o dos máximo); no se quieren casar a temprana edad. En fin, su vida es muy diferente a la de sus abuelas o la de sus mamás.
El día típico de una mujer ejecutiva o profesionista que está casada y tiene un empleo de gran responsabilidad en una empresa, es mucho más ajetreado y estresante que el de la mujer de hace unas décadas. Muy probablemente se inicia en las primeras horas de la mañana y no termina antes de las once de la noche. Su trabajo puede incluir varios viajes al mes, comidas o cenas fuera de casa, largos horarios de oficina y por supuesto estar disponible en su celular para cuando la necesiten.
Si bien estas condiciones de trabajo son las mismas para los hombres, para una mujer estas actividades se suman a las responsabilidades de atender el hogar y a los hijos, y en algunas ocasiones a sus propios padres.
Encontramos entonces mujeres luchando día a día por ser buenas profesionistas, esposas, madres, amigas e hijas; haciendo ejercicio para estar en forma; buscando métodos de belleza para estar guapas y atractivas; asistiendo a reuniones sociales y terminando muchas de ellas totalmente agotadas, estresadas o hasta deprimidas a lo largo de los años.
Por un lado, acepto esta realidad en el cambio de la mujer. Me parece algo maravilloso ya que tenemos más oportunidades que antes; pero por otro lado, percibo el gran riesgo que tenemos de caer en un desequilibrio de vida, que nos lleve a descuidar nuestra esencia como mujeres, como madres y como esposas.
¿Quién inventó eso del Feminismo?, me preguntaba una amiga, si hace unos años estábamos tan contentas, y ahora resulta que tenemos que ser súper mujeres: hacer de todo y hacerlo bien.
La liberación femenina ha traído, sin duda, muchos beneficios. No obstante, en este camino se han perdido algunas ventajas, tales como el tiempo libre, la serenidad y vivir con más sencillez.
¿Dónde está aquella mamá tranquila y en paz a la que encontrabas en su casa por las tardes? ¿Dónde está aquella esposa que estaba al pendiente de las necesidades de su cónyuge? ¿Dónde está aquella mujer que vivía feliz y serena?
Como todo en esta vida, el equilibrio es lo más deseable. Estoy convencida de que no podemos y no queremos volver a las condiciones de hace tiempo, pero tampoco me convence la vida que nos estamos auto imponiendo.
Vivamos un Feminismo en equilibrio. Esto implica el realizarnos como mujeres en el campo laboral, pero también realizarnos como mujeres en el campo familiar y personal y no permitir que este dizque feminismo nos llene de ideas absurdas de competir con los hombres y hasta de vivir peleados con ellos.
Recobremos nuestra feminidad, ¡para que resurjan los caballeros de antes! El sentirnos protegidas por un hombre no es señal de debilidad, dejémonos consentir y conquistar por ellos, y comprobaremos cuánto más felices podemos ser.
Autor: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta
Es muy importante, en esta época que estamos viviendo, reflexionar sobre algunos aspectos importantes que llevan a un hombre y a una mujer a dar el paso trascendente, del matrimonio.
Pareciera obvio, pero aun así es fundamental recordar que lo que motiva, sostiene y hace perdurar este vínculo, es el amor.
No obstante, pareciera que hoy en día existe una enorme confusión en el significado del amor, en un sentido profundo y serio.
Ya en algún artículo anterior, se decía que el amor es un proceso que implica el compromiso integral de la persona: su corporeidad, su afectividad, su inteligencia y su voluntad.
El amor del que se compromete al matrimonio, debe ser: total, reciproco, único, fiel, indisoluble y fecundo. No es poca cosa.
Este amor, del que hablamos, tiene consecuencia en el matrimonio dos aspectos fundamentales, que le caracterizan. Sin ellos, la realidad es que el vínculo matrimonial (visto desde la evidencia), no existe.
Unidad y procreación: consecuencias, frutos y valores propios del matrimonio que es producto del amor.
La unidad, supone que el hombre y la mujer que se aman, unen sus vidas en un proyecto común, muy peculiar: amarse el uno al otro. Amarse desde su corporeidad, en su sexualidad; amarse desde su inteligencia, jugando cada cual su propio rol, individual, característico de su persona, pero orientado al bien del otro; amarse desde su voluntad, aceptando virtudes y defectos, siendo subsidiarios: ofreciendo lo bueno de cada uno y supliendo y apoyando en el error.
Desafortunadamente el mundo actual, promueve una igualdad mal entendida entre hombre y mujer, que obstaculiza esta complementariedad. No se malentienda, hombre y mujer son iguales en dignidad. Esta dignidad presupone que cada cual tiene los mismos derechos de persona, las mismas oportunidades de persona.
No obstante, debe reconocerse la diferencia. Una diferencia que no es genital, sino sexuada. Cada uno posee características distintas, no superiores e inferiores, distintas, que bien aceptadas y asumidas, se complementan a la perfección.
La procreación es el otro aspecto inseparable del matrimonio. La unión que tiene como proyecto final el amor, no puede estar cerrado a la consecuencia natural que es la procreación.
Otras especies animales, capaces de reproducirse a partir de la copula, lo hacen por instinto. Instinto de conservación de la propia especie. Los “rituales” de cortejo buscan la selección del más fuerte, que se reproduzca con una mayor oportunidad de sobrevivir y dar continuidad…a la especie.
Entre las personas, la copula, es relación, relación entre personas. El vínculo de esa relación es el amor, no el instinto.
Es entonces que esa relación, producto del amor, no puede estar cerrada a la vida. El celo humano no existe, la posibilidad de la relación sexual es abierta, como abierto es el amor y abierta es la vida.
El que se ama, no puede dejar de ver en la procreación, el fruto del amor mutuo, del compromiso mutuo.
Estoy seguro querido lector que si repasas estas sencillas palabras junto con la persona a la que amas, con toda claridad descubrirás que no son simples palabras, sino realidad que nace de tu corazón. Dar el paso, con compromiso, es lo que sigue.
Ya nos veremos en el siguiente artículo, también relacionado con el matrimonio.
MBPP.
Muy queridos lectores, este será el primer artículo de varios en los que hemos de hablar del matrimonio.
Ustedes se preguntarán porque en un espacio de Bioética hablaremos de este tema. En este primer artículo, trataremos de explicarlo.
Cómo hemos dicho, la Bioética se ocupa de analizar y establecer aquello que es bueno para la vida, especialmente para la persona humana.
Para todos nosotros resulta evidente que la persona es un ser de relación. Esto significa que, por su propia naturaleza, el hombre necesita de otros iguales que él, no solo para ser mejores, sino inclusive para sobrevivir. Como ejemplo, mencionare un tema muy de moda: la comunicación. Su desarrollo está fundamentado en esta necesidad de relación. Aún y con todos los avances tecnológicos, ninguno de estos ha logrado superar al lenguaje, fenómeno peculiar y muy complejo, propio únicamente de la persona humana.
Pues bien, de las relaciones que el ser humano es capaz de desarrollar, la más rica y fructífera es la familia. Un grupo de personas con una vida común, que les permite satisfacer sus necesidades y crecer en un medio seguro que contribuya al bien de cada uno de sus miembros a través de un lazo, también peculiar, que es el amor.
El principio de la familia, es una pareja que decide unirse para convivir bajo un mismo techo, contribuyendo a un objetivo común: caminar por la vida, para lograr la plenitud.
¿Pero cómo es que el ser humano puede relacionarse: comunicarse, amar y ser amado?
El medio a través del cual esto es posible, es el cuerpo.
Nuevamente, volviendo a la evidencia (aquello que la realidad nos muestra) las personas, si bien iguales… (porque somos personas) somos distintas. Nuestro cuerpo es sexuado. Somos hombres o mujeres.
Unos y otras, de suyo, poseemos características particulares, en lo biológico, en lo psíquico, en lo físico, etc.., que nos diferencia, pero que bien visto, nos complementa.
De lo anteriormente expuesto, podemos concluir lo siguiente:
- Es a través del cuerpo que la persona humana se desempeña en el mundo.
- El cuerpo es sexuado, distinto desde su propia naturaleza: hombre y mujer.
- La plenitud de la persona está en la relación con los demás, para llegar a la plenitud.
- La relación primordial de la persona humana es la familia.
- La familia inicia en una relación de pareja.
- La pareja se complementa: hombre y mujer (equilibrio)
- El matrimonio formaliza en el compromiso el nexo fundamental: el amor.
Ya nos encontraremos queridos lectores en el próximo artículo, en el que seguiremos profundizando en el tema del matrimonio.
MBPP.
Categoría:Vida
Etiquetas: Amor, Bioética, Bioética para todos, Cuerpo, Ética, Matrimonio, Rincon de la Vida