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Categoría: Vida

El cerebro enamorado
El cerebro enamorado

¿Estás o has estado enamorado alguna vez?   Sabes lo que le ocurre al cerebro tanto de hombres como de mujeres cuando se encuentran en esta situación?

El amor romántico es un fenómeno universal, de siglos de tradición, el sentimiento humano sobre el que más se ha pensado y escrito.   Por ningún otro se ha sufrido ni disfrutado con tanta intensidad.

Sin embargo, la neurociencia del amor, que apenas tiene 30 años ha descubierto algo muy importante:  enamoramiento y amor no son lo mismo.

El amor es duradero, maduro, acepta errores.  El enamoramiento es transitorio y no es que no acepte equivocaciones, simplemente no las ve. Cuando nos enamoramos, en realidad no vemos al otro en su totalidad:   la persona observada funciona como una pantalla donde proyectamos aspectos idealizados de nosotros mismos.

Nos dice Louann Brizendine, neuropsiquiatra y autora de los libros El cerebro femenino y el cerebro masculino:

“Enamorarse es una la de las conductas o estados cerebrales más irracionales que cabe imaginar tanto en hombres como en mujeres.   El cerebro se vuelve ilógico, en el umbral de un nuevo romance, ciego a las deficiencias del amante.

Es un estado involuntario.  Estar apasionadamente enamorado, o el llamado amor enajenado, forma un estado cerebral estudiado y documentado en la actualidad”

Veamos entonces, que pasa con nuestro cerebro cuando nos enamoramos, que les sucede a nuestros hijos adolescentes cuando conocen a ese joven o esa joven que los vuelve locos.   Es interesante lo que la ciencia nos demuestra.

Esa suerte de amor convive en los circuitos cerebrales con estados de obsesión, manías, embriaguez, sed y hambre.  No es una emoción, pero intensifica o disminuye otras emociones.

Los circuitos del enamoramiento son primariamente un sistema de motivación que es diferente en el área cerebral del impulso sexual, pero tiene superposiciones con la misma.

Esta actividad cerebral febril funciona sobre hormonas y sustancias neuroquímicas tales como la dopamina, el estrógeno, la oxitocina y la testosterona.

Los circuitos cerebrales que se activen cuando estamos enamorados igualan a los del drogadicto que ansía desesperadamente la siguiente dosis.

Vamos a explicarlo en forma sencilla:   aparecen dos vías:  una estimulante que concentra nuestra atención y nuestros sentimientos en esa persona produciendo por un lado sensación de intenso placer y a la vez de relajación;   y otra inhibitoria, descartando todas las características negativas, impidiendo apreciar los errores e incapacitando al observador para emitir juicios sobre la persona de la que está embelesado.

La corteza pre frontal es la más racional del cerebro, la que nos hace pensar, razonar, valorar pros, contras y alternativas, hacer al fin y al cabo juicios.

Si observar o pensar en la persona amada hace que esta región cerebral se apague, es comprensible que exista tendencia a obviar sus fallos. No concebimos que nuestro amado pueda tener malas intenciones ni observamos en él defectos.

Al visualizar a la persona amada, se estimula el sistema límbico y se produce una liberación de dopamina, la sustancia del amor, del placer, del disfrute…y de la adicción.

Se asocia con la motivación y las conductas orientadas a alcanzar un fin, por lo que buscamos las cosas que tenemos en común, pudiendo hacer que cambiemos hábitos como nuestra manera de vestir o nuestros gustos personales con tal de agradar.    Si surgen obstáculos en la relación, los sentimientos se intensifican:   el llamado efecto Romeo y Julieta, ante la adversidad aumenta la producción de dopamina.

La noradrenalina también se incrementa y ayuda a focalizar la atención, recordaremos detalles minúsculos del ser amado y del tiempo que hemos pasado juntos.

La disminución de serotonina conlleva una tendencia al pensamiento obsesivo.  No podemos dejar de pensar en él o ella, analizamos todo lo que hace, lo que dice, lo que piensa.  Cualquier pequeña muestra de desatención puede desencadenar una cascada de inseguridades y temor a la pérdida.

El enamoramiento produce un estado de excitación cerebral tan intenso que impide desarrollar cualquier otra actividad, por eso se ha de terminar.   No se podría vivir en un estado de enamoramiento constante, el cuerpo no lo soportaría y nuestra responsabilidad social tampoco.  Por eso necesitamos el amor.

¿Cuándo dura el cerebro enamorado?  Los estudios sobre el amor apasionado muestran que dura de seis a ocho meses, y he algunos llegan a afirmar que hasta dos años.

Mi consejo personal:   una pareja no debe casarse cuando están enamorados, dejen pasar por lo menos año o año y medio de que se conocieron para tomar esta decisión tan importante en la vida.

Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com.   Facebook:  Lucia Legorreta

¿Por qué fallan los propósitos?
¿Por qué fallan los propósitos?

¿Te has preguntado porque hacemos grandes propósitos y no los cumplimos?  Y todavía más importante:  ¿Cuándo los hacemos?.   Hoy vamos a reflexionar sobre este tema.

Los hacemos cuando una parte de nosotros reconoce lo que debería estar haciendo y no hace,   Dicho de otro modo, un propósito suele ser una obligación que nos imponemos, generalmente cuando empieza un año calendario o un año escolar.

Pero resulta que no nos gusta hacer nada por obligación, y menos aún si es por y para nosotros mismos.   Aquí entra la verdadera auto motivación.

Cuantas veces hemos dicho: este año seré puntual…voy a dedicar más tiempo a la familia…haré más deporte….aprenderé computación, inglés…me tomaré las cosas con más tranquilidad…y otros muchos propósitos.

Como ya mencionamos, estos propósitos generalmente coinciden con épocas de inicio,  como si pusieramos el marcador de nuestro reloj en ceros, como si el tiempo fuera nuestro amigo y nos va a dar un empujón.

Todas son frases que hablan de un escenario futuro, que estamos convencidos debemos cambiar.    La realidad, es que esto no funciona así:  las buenas intenciones NO son suficiente.

Lo que realmente cuenta es la capacidad de motivarse a uno mismo, de encontrar las fuerzas movilizadoras en nuestro interior, sin tener que esperar a que estímulos externos nos pongan las pilas.  Estamos acostumbrados a una sociedad con todo tipo de estímulos,  a un sistema educativo que premia los resultados finales y a la competitividad;  a un sistema productivo basado en el ejemplo del palo y la zanahoria.

Estamos poco entrenados en la tolerandia a la frustración, a la espera paciente y al esfuerzo disciplinado.

Es por ello que las intenciones deben de ir acompañadas de una estrategia.    Te has propuesto algo, ahora define como lo vas a hacer, en que tiempo y bajo que condiciones.

¿Quieres empezar a hacer ejercicio?   Define que tipo de ejercicio vas a realizar, en donde,  cuanto tiempo, que ropa necesitas, lo harás solo o acompañado.    Las condiciones deben ser realistas y graduales.

De nada sirve proponerte algo que está fuera de tu realidad, o empezar a hacer ejercicio una hora al día, ya que lo dejarás de inmediato.

Automotivarse, como todo, es un aprendizaje.   Y aprendemos entrenándonos.   Y nada mejor para lograrlo que unas cuantas pequeñas frustraciones, para darnos cuenta de que podemos sobrevivir y seguir adelante.

La automotivación se ejercita cuando somos capaces de orientarnos hacia el logro, obteniendo como beneficio la satisfacción del esfuerzo realizado, por la ilusión y el optimismo que hemos generado en la aventura de conquistar nuestros propios retos.

No basta tener propósitos, tenemos que orientarlos a metas, sueños y deseos.     Sueña alto, proponte metas altas.   Pero no te quedes ahí, una vez definido el objetivos, establece estrategias:   acciones muy concretas con horarios y fechas, y verás que cada vez serán menos los propósitos fallidos.

Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com.   Facebook:  Lucia Legorreta

Una Navidad diferente
Una Navidad diferente

¿Acaso pensaste el pasado 31 de Diciembre al desear a tus seres queridos un feliz 2020 que ocurriría todo lo que nos ha tocado vivir?.  Yo tampoco. De lo que si estoy convencida es que esta Navidad será muy diferente a las pasadas.

¡Ojo!, no estoy diciendo que será peor que los anteriores, simplemente será diferente. Hemos aprendido muchas lecciones de vida que podemos poner en práctica estas fiestas.

Lo más importante en nuestra vida son las relaciones humanas, sobretodo con nuestros seres queridos.  Aunque no podamos abrazarlos o besarlos, podemos decirles con palabras o con una carta lo importante que son para nosotros, y lo mucho que los queremos y necesitamos.

Si por alguna circunstancia, estás peleado con algún familiar o amigo cercano; si hace meses o años que no te hablas con esa persona, es momento de dejar atrás rencores y resentimientos y limar asperezas.  Toma el teléfono, habla con ellos, y perdónalos. El perdón es el mejor regalo que te puedes dar esta Navidad.

Y que decir de los regalos a los que estamos acostumbrados:  dar y recibirlos.  Una gran enseñanza de esta pandemia y confinamiento ha sido que podemos vivir con muy pocas cosas materiales, solo las necesarias, no las superfluas.  Sugiero, dejar los regalos materiales a un lado, y a cambio dar un pequeño detalle, una carta o simplemente una sincera felicitación.

Lo más probable es que sean muy pocos los brindis de Navidad de las empresas; escasas las cenas con amigos cercanos y seguramente no tendremos las tradicionales posadas.

¿Por que no? este año destinar este dinero, que acostumbramos gastar en las fiestas o regalos navideños, a aquellas familias que están pasando momentos difíciles, que han perdido el empleo, o más duro aún han pérdido a un ser querido.

Me gusta esta Navidad diferente: menos gastos, regalos, fiestas, reuniones, y más reflexión, solidaridad, detalles, perdón y amor hacia los cercanos y también hacia los lejanos.

Te invito a centrarte y pensar lo que SI tienes en tu vida en estas fiestas: salud, trabajo, familia, bienestar, y dejar a un lado aquello que NO tendremos por el momento.

Estoy segura de que esta Navidad diferente, nos hará sentirnos mejores personas y más felices.

Te deseo una muy feliz Navidad en compañía de tus seres queridos!  Te agradezco tu compañía a lo largo de este año tan especial  y te mando un fuerte abrazo virtual con mucho cariño!

Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com.   Facebook:  Lucia Legorreta

Los niños y la muerte.
Los niños y la muerte.

Escuché hace poco a un padre decir:  ha muerto mi madre y no sé como decírselo a mi hija que tiene seis años.   No quisimos que la viera y le hemos dicho que está de viaje y ella pregunta con frecuencia acerca de cuando viene la abuela pues tenía muy buena relación con ella.

Nos preparamos para la muerte de un ser querido, pero no nos preparamos para ayudar a nuestros hijos en este tema.

Es importante explicar en forma clara a nuestros hijos lo sucedido.  No es bueno decir que la persona fallecida se ha ido de viaje, ni decir que se ha dormido.   Ambas afirmaciones crean en los niños la idea de que esa persona retornará de su viaje o despertará de su sueño.

Se sabe además de algunos niños que temen dormirse porque han identificado el sueño con la muerte.   No se debe temer al uso de palabras como muerte o muerto que, en los niños darán una idea clara de lo que ha sucedido.

No es bueno abundar en detalles sobre cómo se produjo la muerte del ser querido, la explicación debe ser breve y clara.

Se debe estar atento y escudriñar los sentimientos de los niños ya que, los más pequeños, suelen tener la sensación de ser culpables de la muerte del ser querido.   Se les debe explicar en forma clara que lo que ellos hayan dicho o pensado no ha provocado la muerte del ser querido.

Los niños, según sus edades, entienden la muerte de diversas maneras.  Por lo general lo chicos no entienden el significado de la muerte hasta los tres años.

Entre los tres y los cinco años suelen considerar a la muerte como un estado reversible y temporal. Después de los cinco años entienden que la muerte es un estado definitivo, pero hasta los diez años no creen que pueda pasarles a ellos.

Luego de los diez años suelen entender que la muerte es un estado definitivo y que necesariamente todos llegamos a ella.  Claro que esto no es matemático y muchos de los niños que ya han pasado por la triste experiencia que significa perder a un ser querido, suelen ser muy adelantados en la comprensión de este fenómeno.

No debe impedirse que participen del velatorio y sepelio, aunque tampoco se les debe obligar a participar de ello.   En el caso de que ellos quieran hacerlo, se les debe explicar con anterioridad lo que van a ver en ese momento.

Al participar de estos eventos les damos la posibilidad de experimentar la sensación de una despedida definitiva.

No debemos temer llorar delante de nuestros hijos, ellos comprenderán y nos acompañarán en el dolor, pero debemos evitar las situaciones de gritos escandalosos y signos de desesperación, pueden dejar en ellos una imagen sumamente negativa y desesperanzada.

Si los niños sienten deseos de expresar su dolor, no debemos impedirlo.   Quizás lo mejor es ayudarles a que lo hagan comunicándoles que nosotros también compartimos esa pena.     Cuando el dolor no se exterioriza puede manifestarse de maneras no conscientes  (pesadillas, dificultades en la escuela, entre otros)

Los niños se sienten mas consolados con un abrazo que con palabras sentidas.

Si se tiene fe y se cree en la vida eterna, la cuestión será más sencilla, menos penosa.   Porque esa separación definitiva, se transforma en la esperanza de reunirnos con la persona amada al final de nuestros días.

Un niño entiende perfectamente esto, lo que le parece una injusticia es que después de esta vida no haya nada.   No olvidemos que los niños al ser más puros, tienen más facilidad para llegar a las verdades esenciales del ser humano.

Muchas veces a los que nos crea un problema es a los padres, porque no vivimos de acuerdo con la verdad de que después de esta vida hay otra.

Se les quiere ocultar a los hijos la verdad sobre el destino del hombre y lo único que se consigue es hacerles daño a ellos y, de paso a nosotros.

La educación en los momentos duros de la vida es muy importante,   nuestros hijos deben saber y nosotros demostrarles que no todo es color de rosa, y que habrá situaciones dolorosas y tristes.

Como padres debemos de aprender a hablar de la muerte con naturalidad desde que nuestros hijos son pequeños.   Recordemos que lo único que tenemos seguro en nuestra vida todos los seres humanos es que vamos a morir.

Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com.   Facebook:  Lucia Legorreta

Infidelidad financiera
Infidelidad financiera

¿Eres infiel financieramente hablando? Si estás casada o vives con alguien ¿le mientes a tu pareja sobre lo que realmente te costó el vestido nuevo? o al pagar el supermercado ¿escribes el cheque por un monto mayor para recibir el cambio en efectivo y dices que gastaste todo?, ¿tienes alguna tarjeta de crédito o débito, o quizá una cuenta de ahorro, cuya existencia desconoce tu pareja?

Este tipo de conductas son más comunes de lo que imaginamos. Según un estudio aplicado en los Estados Unidos, la mitad de las parejas, en ese país, esconden al otro su verdadera situación económica y financiera. Incluso un 82% de los encuestados ha ocultado, alguna vez, alguna compra a su pareja.

Cuando un hombre y una mujer se casan, usualmente resienten perder su autonomía, en cuanto a la forma de gastar su dinero, ya que llevan años satisfaciendo sus propias necesidades y gustos sin necesidad de dar explicaciones. Sin embargo, una vez casados, la situación es distinta.

A lo largo de nuestra vida de matrimonio, hay ciertos eventos financieros o etapas de transición que son un gatillo en la relación. Es importante reconocer estos eventos y no ignorarlos o negarlos, ya que pueden ser causa de un rompimiento, pero si se manejan correctamente representan una oportunidad de crecer y mejorar el nivel de comunicación, confianza y seguridad en la relación. Estos son:

  • Comprometerse o vivir juntos, que puede llevar consigo: un acuerdo prenupcial, forma de manejar el dinero y las aportaciones de cada uno.
  • Casarse, que puede implicar los gastos de: boda, luna de miel, o del inicio de una vida en pareja.
  • Nacimiento del primer hijo, que son los gastos de: embarazo, parto y del nuevo bebé. También el pensar si ella dejará su empleo o regresará a trabajar.
  • Perder el empleo: en ambos integrantes y que impacta tanto en lo emocional como en lo financiero.
  • Crisis de la mediana edad: cuando alguno o los dos deben retirarse.
  • Una enfermedad o una situación crónica: ya sea en los cónyuges, hijos o algún familiar cercano.
  • Divorcio: además del efecto emocional, tiene un precio económico.
  • Padres ancianos: cuando deben hacerse cargo de ellos.

Uno de los puntos más importantes para establecer una relación duradera es hablar abierta y francamente con la pareja de temas financieros. De aquí la importancia de establecer citas de dinero, en las cuales se hable del ingreso de ambos, de cómo piensan gastarlo y ahorrarlo, y ¿por qué no?, en establecer para cada uno una cantidad para gastos personales.

 En su libro Financial Infidelity, Bonnie Eaker Weil, relaciona la actitud que, tanto un hombre como una mujer, tiene hacia el dinero, con la forma de expresar sus afectos y sentimientos. Así, distingue varias personalidades:

  • El avaro: guarda el dinero sólo para él, esperando que su pareja realice los gastos fuertes. Desea tener grandes cantidades de dinero. Estas personas no son afectuosas, no muestran sus sentimientos y hablan poco.
  • El controlador: controla el gasto llevando cuentas exactas del ingreso y el egreso. Esto daña mucho la relación y, en la parte emocional, se controlan tanto que se quedan solos.
  • El impulsivo despilfarrador: no puede controlar sus gastos ni sus deudas, tampoco tiene control de sus impulsos emocionales; es irresponsable con las tarjetas y cambia de humor bruscamente.
  • El que esconde y espía: no se sabe si tiene dinero, esconde las cuentas y lo que compra. Emocionalmente son personas reprimidas y pasivo-agresivas.
  • El que se sabotea: tiene deudas fuertes, pierde el trabajo o lleva a la ruina su negocio. Provoca crisis en las relaciones y le cuesta trabajo tener intimidad.
  • La persona abierta y segura: no le da miedo hablar de dinero.

Lo anterior me lleva a reflexionar que los problemas que se tiene, como pareja, en relación al dinero, son sólo un síntoma de lo que realmente está sucediendo en nuestra relación.

Y es que lo importante de la infidelidad financiera no es el costo del dinero, sino las razones de fondo por las cuales no le tenemos plena confianza a nuestro esposo, o bien, nosotras mismas no somos lo suficientemente confiables. Esta situación, con el paso de los años, puede volverse cada vez más dañina y llegar a enfermar una buena relación si no se habla a tiempo.

¡Nunca es tarde para hacer algo! No permitamos que el dinero nos aleje o separe y recuerda que:

“No se puede mantener viva la llama del amor, sin confianza ni esperanza” (Pacoyo).

Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook:  Lucia Legorreta

¿Qué tanto nos ayudamos los mexicanos?
¿Qué tanto nos ayudamos los mexicanos?

Siempre he pensado y he tratado de vivir con la convicción de que ayudar a los demás no es un mérito sino una responsabilidad.   Hemos nacido en un país maravilloso:  con grandes bellezas y oportunidades, pero también con una gran desigualdad social, ante la cual no podemos cerrar los ojos y menos dejar de hacer algo.

¿Qué tanto nos ayudamos los mexicanos unos a otros?, ¿qué tanta conciencia tenemos de la responsabilidad social hacia aquellos que tienen menos que nosotros? .   No me cabe la menor duda de que cuando se han presentado enormes desastres naturales: temblores, inundaciones, huracanes,  la ayuda incondicional de los mexicanos surge de inmediato.

Sin embargo, en el día a día, ¿qué tan solidarios somos?, ¿qué tanto de nuestro tiempo, dinero y esfuerzo se destina a los más necesitados?

Para muestra haré referencia a una investigación realizada en nuestro país y publicada en el libro México solidario,   la cual cuantificó el número de voluntarios, personas solidarias y las horas que trabajan;  así como las características y motivaciones principales que llevan a esos hombres y mujeres a apoyar a otros, participando ya sea en organizaciones de la sociedad civil o bien en forma individual.

En México se cree que quienes aportan más trabajo voluntario son personas de ingresos medios y altos con una situación relativamente holgada.   Esto fue desmentido en el estudio, ya que las personas de los diferentes sectores del país colaboran por igual en acciones solidarias, independientemente de su capacidad económica;  asimismo, los de menor escolaridad aportan más tiempo y esfuerzo que los que tienen más estudios.

Las acciones solidarias que prefieren los mexicanos son a favor de la iglesia, la escuela y los vecinos;  ofreciendo en primer lugar trabajo físico, seguido por actividades de enseñanza y al final recolección de fondos.    Quienes pertenecen a un credo religioso se inclinan un poco más a la realización de acciones solidarias.

Es interesante saber que este tipo de actividades se efectúan mayormente fuera de las instituciones o grupos organizados;  es decir, la mayoría de la ayuda hacia los demás es de forma individual o en grupos informales.

Ahora bien,  el tiempo dedicado al trabajo voluntario varía de persona a persona.   Existen los llamados voluntarios intensos que se calcula es el 8% de los mexicanos, trabajan todos los días en este tipo de actividades dedicando aproximadamente la mitad de su tiempo a ayudar a otros.

Los voluntarios típicos que tienen una dedicación constante a las actividades solidarias, que va de dos o tres veces por semana a una vez cada quince días, que representa un 9% de su tiempo.

Por último, el tercer perfil de los actores solidarios corresponde a aquellos a los que se nombra infrecuentes o esporádicos, que dedican a estas labores desde una vez por mes a varias veces al año.   Aproximadamente 1.7 días laborales anuales.

En resumen, el promedio de días por mexicano que se dedica a realizar alguna actividad filantrópica es de 27 al año, que también es lo equivalente a 2.2 días por mes, y si extendemos esa cantidad al 40% de toda la población mexicana mayor de 18 años, tendríamos que aproximadamente 23 millones de personas estarían aportando cada una un promedio de 2.2 días labores por mes.

¿Es suficiente?   En lo personal me parece que el tiempo por mexicano en apoyo de otros es muy poco, partiendo de la base de los 112 millones de mexicanos que somos.     Como mencioné al principio, no es mérito ayudar a otros para ponernos una palomita y calmar nuestra conciencia, es toda una responsabilidad social hacia aquellas personas que no hicieron nada diferente a nosotras, y que sin embargo tienen menos que el resto.

La actividad y el trabajo voluntario tienen implicaciones profundas para la sociedad mexicana.   Favorece la construcción de lazos de amistad, conocimiento de otras personas y situaciones, la experiencia de la generosidad y la reciprocidad, la adquisición de nuevas habilidades, experiencias de trabajo, además de la satisfacción personal y el gusto de percibido tanto en lo individual como en lo grupal.

¿Cómo ayudar entonces?   Con las cualidades, tiempo y circunstancias que tengas en este momento.  Los campos son muchos:  niños, ancianos, discapacitados, enfermos, personas solas, adicciones y otras, que necesitan de un poco de tu tiempo, de tu cariño, de tu compañía.  La ayuda no solo es asunto de dinero.

Te invito a reflexionar:   si en vez de ser 23 millones de mexicanos lo que ayudan a los demás, logramos ser el doble o hasta el triple,  definitivamente México cambiaría y sería mejor.  Pongamos un granito de arena cada uno, ya que los más beneficiados al darnos a los demás seremos nosotros mismos.

Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com.   Facebook:  Lucia Legorreta

Niños excesivamente hostiles y enojones
Niños excesivamente hostiles y enojones

Llamó mi atención y más bien me preocupé, cuando me enteré que aproximadamente nueve millones de menores en nuestro país padecen algún tipo de problema de comportamiento hasta llegar a ser excesivamente hostiles y enojones.

Mayor fue mi sorpresa al saber que estas conductas extremas están diagnosticadas hace muchos años con el nombre de Trastorno Desafiante Oposicionista (TDO) y que en los últimos años han llamado la atención de terapeutas infantiles por el incremento que están presentando.

¿En qué consiste el TDO o también llamado TND (Trastorno Negativista Desafiante)? Los niños al cumplir los dos o tres años suelen mostrar un comportamiento caracterizado por su terquedad, oposición a los padres y maestros, que suele ser más evidente en la adolescencia. Esto es algo normal en niños de esta edad;  sin embargo, cuando estos síntomas se hacen más frecuentes, repetitivos y se convierten en un comportamiento agresivo hacia los demás, influyendo en su vida escolar, social y académica, se convierten en un trastorno de la conducta.

Este se caracteriza, por lo tanto, por un enfrentamiento continuo con los adultos y con todas aquellas personas que tengan algún rasgo de autoridad, en especial dentro de la familia y de la escuela.  Como se dijo, suele aparecer en el niño entre los dos y tres años, como una manifestación de oposición y desafío, aunque será a partir de los siete años cuando se manifieste el trastorno como tal.

Seguramente es común que escuches de tu hijo: ¿Y por qué te voy a hacer caso, ¿por qué tengo que levantar mi cuarto?, “¡no lo voy a hacer! o dile a mi hermano que ¡él lo haga!; esto es normal, sin embargo hay signos que expresan la existencia de un problema serio.

Para saber si tu hijo o hija lo presenta, te comparto los criterios de diagnóstico que establece el DSM-IV TR de Medicina (Manual de Diagnóstico en Psiquiatría), los cuales deben manifestarse por lo menos seis meses, realizando cuatro o más de los siguientes comportamientos:

  1. Se encoleriza e irrumpe en pataletas.
  2. Discute con adultos.
  3. Desafía activamente a los adultos o rehúsa cumplir sus demandas.
  4. Molesta deliberadamente a otras personas.
  5. Acusa a otros de sus errores o mal comportamiento.
  6. Es susceptible o fácilmente molestado por otros.
  7. Se muestra colérico y resentido.
  8. Se muestra rencoroso o vengativo.

Es difícil pensar en niños tan pequeños con estas manifestaciones, pero es real. De acuerdo con el psicoterapeuta infantil Mtro. Carlos Becerra Rebelo: si bien el TDO es multifactorial, se ha observado que los pacientes provienen de hogares en los que hay un déficit o lagunas en el establecimiento de límites claros y congruentes. Incluso la mayoría de los niños con TDO tienen problemas emocionales como ansiedad y estrés.

Como papás, en primer lugar debemos de aceptar que nuestro hijo no sólo es un poco berrinchudo o consentido, sino que realmente tiene un problema que requiere atención inmediata.

Sobre esto, otro especialista de nombre Russell A. Barkley sugiere algunas acciones a los padres como parte de su programa Defiant Children. Estas son:

  • Las consecuencias deben ser inmediatas.
  • No esperar que repita una mala conducta para dar una respuesta.
  • Atender a las conductas positivas para dar un refuerzo inmediato.
  • Cuanto más inmediata sea la consecuencia de una conducta, más eficacia tendrá como intervención que favorece el control.
  • Las consecuencias deben ser específicas.
  • Tanto el premio como el castigo deben estar dirigidos a una conducta específica, nunca a aspectos generales.
  • El castigo debe ser proporcionado a la transgresión, no al grado de impaciencia o frustración que haya generado en los padres.
  • Las consecuencias deben ser constantes.
  • Independientemente del entorno, la consecuencia debe ser la misma.
  • Si una conducta se ha considerado intolerable un día, también debe recibir la misma consideración otro día.
  • Tanto el padre como la madre deben dar la misma respuesta.

Como podemos observar, varias de estas acciones tienen que ver con situaciones en las cuales como mamás somos demasiado consentidoras y permisivas, ya sea por evitar conflictos, o bien por estar estresadas, o simplemente demasiado cansadas.

Pero pensemos que si de pequeños son enojones y hostiles, ¿Qué les espera cuando sean mayores? Estos niños se convierten muy pronto en adolescentes y adultos que no pueden relacionarse con los demás,  que fácilmente caen en alguna adicción principalmente el alcohol y las drogas; presentan embarazos prematuros, autoestima baja, tendencia a la depresión y una muy escasa tolerancia a la frustración.

¿Queremos que nuestros hijos se conviertan en este tipo de adultos?

Es momento de establecer límites, de educar con disciplina que, además, no se opone a educar con amor.   No permitamos que trastornos como el TDO dominen la vida de nuestros hijos y de nuestra familia.

A un grupo de papás de adolescentes, les preguntaron qué aconsejarían a padres de niños menores y simplemente contestaron: haber empezado antes.

¿Qué te parece?

Autor: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer.

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Reactivar la economía o salvaguardar la salud: un falso dilema
Reactivar la economía o salvaguardar la salud: un falso dilema

Dra. Marieli de los Rios Uriarte
Profesora de la Facultad de Bioética
Universidad Anáhuac México

El dilema al que nos enfrentamos como sociedad y como país en estos momentos acerca del gradual regreso a la “nueva normalidad” presenta la será dificultad de considerar reabrir los comercios y los locales a costa ¿de salvaguardar la vida y la salud de las personas; ¿sin embargo, necesariamente tiene que ser una u otra?

El valor de una vida, del que hablo aquí, no es numérico ni cotiza en el mercado si no en la esencia misma de cada persona. La dignidad es, precisamente, el valor intrínseco de todo ser humano que no queda sujeto ni a su reconocimiento por parte de otros ni a las características físicas que manifiestan a la persona frente a los demás. Así, podemos decir que hay dos niveles en toda persona: en primer lugar, uno que llamaré ontológico aludiendo al sentido filosófico de la palabra, es decir, que se sitúa en un plano independiente de lo material y de lo físicamente visible y que le confiere un valor insustituible e inalterable compartido por todos sólo por el hecho de ser personas y, en segundo lugar, un nivel que denominaré axiológico refiriéndome, igualmente, al sentido filosófico de la palabra que remite a la raíz etimológica  “axios” que significa “valor” y, por ende, aquí se pueden atribuir valores que recaen sobre las acciones de las personas. Así, mientras que en el nivel ontológico todos poseemos un valor que es la dignidad y éste no puede ser ni más ni menos, ni se gana ni se pierde si no que permanece siempre con total independencia de lo que se piense de tal o cual persona o de su comportamiento, el nivel axiológico admite gradación, por ello, permite ejercer un juicio sobre las acciones, comportamientos, hábitos, etc, de las personas que pueden ser catalogados como buenos o malos según determinados parámetros.

Con esto, podemos afirmar que todos somos igual de dignos como personas, pero las acciones de cada cual son mejores o peores, buenas o malas; puedo decir que somos dignos pero nuestras acciones pueden no serlo de igual modo. Es, pues, nuestra dignidad donde descansa nuestra vida.

Con lo anterior, si analizamos el debate entre economía o vida nos daremos cuenta que si bien la economía favorece el despliegue de las dimensiones humanas y constituye una actividad importante para las personas, ésta debe, necesariamente, descansar sobre el nivel ontológico de tal suerte que la dignidad es la piedra angular de la economía y ésta tiene su más profundo sentido de ser gracias a la primera.

De nada sirve tener una economía abierta y reactivándose si con ello se van perdiendo vidas humanas que no van a poderse recuperar ni siquiera con una economía fortalecida y en crecimiento. Sin embargo, también es cierto que, de no abrir el mercado, las personas caen en ámbitos de necesidad que pueden, también, afectar su vida. Por ello, en realidad el debate entre estas dos nociones, economía y vida/dignidad, es un falso debate pues no se trata de elegir una u otra si no de hacerlas converger armónica y ordenadamente para que la dignidad se conserve y defienda como anclaje fundamental de la actividad económica.

Se puede y se debe pensar en estrategias de seguridad que salvaguarden la vida e integridad de las personas y que promuevan, al mismo tiempo, una economía que permita condiciones de vida dignas para todos. Abrir los comercios sólo con el fin de reactivar la economía olvidándose de la vida y dignidad de las personas es un acto genocida; por ello, no se trata de elegir una u otra si no de ser lo suficientemente creativos para encontrar maneras de proteger la dignidad humana y, con ello, procurar una economía en recuperación.

El estudio más largo sobre la felicidad
El estudio más largo sobre la felicidad

Me gustaría platicarte del estudio más largo que se ha llevado a cabo en el tema de la felicidad.   Se trata del estudio Grant llevado a cabo como parte de la investigación en Desarrollo Adulto de la Escuela de Medicina en la Universidad de Harvard en los Estados Unidos.

¿En qué consiste?    Por 75 años se le ha dado seguimiento a la vida de 754 hombres, año tras año, preguntándoles sobre su trabajo, vida familiar, su salud, y por supuesto sin saber que iba a suceder con sus vidas.

Este tipo de estudios son muy raros, ya que la mayoría de ellos se terminan en unos diez años, las personas que los iniciaron dejan de investigar, cambian de dirección o fallecen; el dinero se termina y con este la información.

En este caso, la suerte y la perseverancia de los investigadores a través de varias generaciones ha hecho que el estudio sobreviva y arroje resultados.   Han sido cuatro los directores del estudio y se está empezando a estudiar a más de 2,000 hijos y nietos de estos hombres.

Inicio en el año del 1938 siguiendo la vida de dos grupos de hombres: un 40% fueron estudiantes universitarios de Harvard que estaban terminando su carrera, y el 60% restante provino de niños entre 12 y 16 años de edad provenientes de suburbios muy pobres, con familias en desventaja y de escasos recursos.

Al iniciar el estudio hace 75 años se les hicieron exámenes médicos, se les entrevistó a ellos y a sus padres y cada dos años se les volvió a contactar:    escaneando sus cerebros, realizándoles pruebas de sangre, hablando con sus esposas e hijos acerca de sus inquietudes y logros.

Actualmente están vivos el 60% de estos hombres y los mayores tienen poco más de 92 años.

Después de catalogar y analizar miles y miles de hojas con la información recabado durante estos años, los resultados obtenidos no han tenido que ver con dinero, fama o trabajo duro.

Lo más increíble es el mensaje publicado y que se resume en tres grandes lecciones:

  1. RELACIONES CERCANAS: los hombres de ambos grupos que reportaron estar más cerca de su familia, amigos o comunidad, tienen una vida más feliz y saludable que los otros.

También han vivido más tiempo en comparación a aquellos que reportaban sentirse solos.

La experiencia de vivir o sentirse solo ha resultado ser tóxica.   Las personas que están más solitarias de lo que les gustaría estar son menos felices, su salud se deteriora en la vida de adultez media, el funcionamiento de su cerebro disminuye y viven menos años.

Y lo más triste es que muchas personas, aunque viven en familia o comunidad, dicen sentirse solas. Puedes sentirte solo-a en una multitud o en un matrimonio.

  1. Segunda lección: calidad y no cantidad de relaciones. No depende el número de amigos que tienes, tampoco si estás o no comprometido en una relación, lo que cuenta es la “calidad” de esa relación.

Por ejemplo:  se ha demostrado que vivir en un constante conflicto en la familia o en el matrimonio es dañino para la salud, hasta más que el divorcio o la separación. Al vivir en relaciones cálidas y en armonía, surge en sentimiento de pertenencia.

Para los jóvenes de 20 años el número de relaciones amistosas o amorosas es importante, pero después de los 30 años lo que realmente importa es la calidad de estas relaciones.

  1. Y la tercera gran lección que ha resultado de este estudio acerca de las relaciones y el bienestar de la persona, es que no solo protege al cuerpo, sino que protege también al cerebro.

Sucede que, al estar en una relación segura y cercana con otra persona a la edad de 80 años, ambos se sienten protegidos, saben que cuentan con la otra persona en momentos difíciles, y por lo tanto su memoria se mantiene activa por más tiempo.

Por el contrario, las personas que llegan a los ochenta años sin contar con una relación cercana, (no tiene que ser amorosa), experimentan un declive en su memoria.

Y no significa que estas relaciones tengan que ser cordiales en todo momento, se pueden experimentar discusiones y roces entre las personas, pero de base saben que cuentan unos con otros.

¿Por qué si parece tan sencillo no lo hacemos?   Porque somos humanos y nos complicamos la vida.

Te invito a que reflexiones sobre esto,  lo que realmente vale en la vida no cuesta dinero y es muy sencillo.

Resultado de este estudio de 75 años:  “BUENAS RELACIONES NOS MANTIENEN MÁS FELICES Y SALUDABLES. PUNTO” 

¿Qué te parece?

Autor: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com.   Facebook:  Lucia Legorreta

Comunicación en el matrimonio y la pandemia
Comunicación en el matrimonio y la pandemia

De un día para otro nuestra vida cambió, se detuvo; un virus contagioso que parecía lejano y que surgió en China se fue acercando hasta llegar a nuestro país, a nuestra casa.

Llevamos más de dos meses sin salir de casa: ¿Qué ha sucedido con la relación de pareja? ¿Se ha visto afectada? Reflexionemos sobre este tema.

Llevo casada casi 39 años, tengo un buen matrimonio, con las dificultades normales de una relación. Sin embargo, la convivencia diaria con mi esposo, al igual que la de gran cantidad de matrimonios es mucho más intensa desde que inició la pandemia, de solo algunas horas, ahora son las veinticuatro horas al día, siete días a la semana.

Esta realidad, nos ha planteado tanto retos como oportunidades para que la relación se fortaleza y mejore.

Comparto algunos consejos que pueden ayudarles como matrimonio en estos momentos:

  • Organizar tareas y actividades del hogar: en forma equitativa, que todos colaboren para que no recaiga en una sola persona. Esto ayudará a establecer una rutina en la familia.
  • Reorganizar el tiempo y las actividades con los hijos: clases en línea, tiempo ante las pantallas, diversiones, tiempo libre.
  • Horario de trabajo y espacio de ambos: ponerse de acuerdo para que cada uno realice sus actividades de trabajo en un espacio adecuado; contar con una hora de inicio y fin para llevarlas a cabo. Son importantes las actividades que tiene cada uno y deben respetarse.
  • Vida social individual: no sentirse mal si nuestra pareja realiza llamadas, envía mensajes o se conecta con su familia o amigos. Lo podemos hacer juntos o separados.
  • Romper con la monotonía: constantemente nos quejamos de la falta de tiempo. Mejor aprovecharlo ahora que lo tenemos: cocinar, leer, ver buenas películas, juegos de mesa, arreglar la casa, disfrutar de recuerdos familiares, entre otras muchas posibilidades.
  • Tiempo para hablar: vernos a los ojos para compartir pensamientos y sentimientos, siempre con sentido del humor, respeto y prudencia.
  • Selección de lo que vemos y escuchamos: estamos sobre informados, por lo que tenemos que elegir el tiempo y la calidad de las noticias que queremos recibir.
  • Crear momentos de intimidad: planear una cena, elegir una buena película, bailar juntos, fomentar encuentros sexuales.
  • Saber decir lo que te molesta: es mejor decir las cosas con las cuales no estamos de acuerdo, antes de que se acumulen y exploten. Siempre con respeto y considerando las circunstancias adecuadas.
  • Verse bien: es muy importante la imagen personal, bañarse, arreglarse, pintarse para agradar al otro.
  • Controlar los enojos: la convivencia intensa que estamos viviendo puede generar discusiones y pleitos muy fácilmente. No conviene pelear por tonterías y mejor analizar la importancia de nuestras diferencias.
  • Solución de conflictos: saber identificar el problema, analizarlo y ver las posibles soluciones a implementar. Para que un conflicto termine se necesita de dos personas.
  • Empatía: ¿qué siente el otro?, ¿qué le está sucediendo?, ¿qué emociones está experimentando?
  • Ver lo positivo: reflexionar sobre cuales son nuestras bendiciones: salud, familia, trabajo, amigos y escribirlas.
  • Rezar juntos, teniendo fe en que esto terminará y que saldremos beneficiados.
  • Pensar en los posibles escenarios: ¿qué hacer si nuestros hijos entran a la escuela más tarde de lo planeado?, ¿qué hacer si el trabajo en casa continúa?, entre otras preguntas.   No ser alarmistas, pero si ser realistas y aceptar que puede suceder.
  • Planear para cuando esto termine: ¿qué quiero cambiar personalmente?, ¿cómo pareja?, ¿cómo familia?

Cuida mucho tu matrimonio en estos momentos y no permites que la relación se deteriore y mucho menos que el amor disminuya.

Autor: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com.   Facebook:  Lucia Legorreta