¿Te has preguntado porque hacemos grandes propósitos y no los cumplimos? Y todavía más importante: ¿Cuándo los hacemos?. Hoy vamos a reflexionar sobre este tema.
Los hacemos cuando una parte de nosotros reconoce lo que debería estar haciendo y no hace, Dicho de otro modo, un propósito suele ser una obligación que nos imponemos, generalmente cuando empieza un año calendario o un año escolar.
Pero resulta que no nos gusta hacer nada por obligación, y menos aún si es por y para nosotros mismos. Aquí entra la verdadera auto motivación.
Cuantas veces hemos dicho: este año seré puntual…voy a dedicar más tiempo a la familia…haré más deporte….aprenderé computación, inglés…me tomaré las cosas con más tranquilidad…y otros muchos propósitos.
Como ya mencionamos, estos propósitos generalmente coinciden con épocas de inicio, como si pusieramos el marcador de nuestro reloj en ceros, como si el tiempo fuera nuestro amigo y nos va a dar un empujón.
Todas son frases que hablan de un escenario futuro, que estamos convencidos debemos cambiar. La realidad, es que esto no funciona así: las buenas intenciones NO son suficiente.
Lo que realmente cuenta es la capacidad de motivarse a uno mismo, de encontrar las fuerzas movilizadoras en nuestro interior, sin tener que esperar a que estímulos externos nos pongan las pilas. Estamos acostumbrados a una sociedad con todo tipo de estímulos, a un sistema educativo que premia los resultados finales y a la competitividad; a un sistema productivo basado en el ejemplo del palo y la zanahoria.
Estamos poco entrenados en la tolerandia a la frustración, a la espera paciente y al esfuerzo disciplinado.
Es por ello que las intenciones deben de ir acompañadas de una estrategia. Te has propuesto algo, ahora define como lo vas a hacer, en que tiempo y bajo que condiciones.
¿Quieres empezar a hacer ejercicio? Define que tipo de ejercicio vas a realizar, en donde, cuanto tiempo, que ropa necesitas, lo harás solo o acompañado. Las condiciones deben ser realistas y graduales.
De nada sirve proponerte algo que está fuera de tu realidad, o empezar a hacer ejercicio una hora al día, ya que lo dejarás de inmediato.
Automotivarse, como todo, es un aprendizaje. Y aprendemos entrenándonos. Y nada mejor para lograrlo que unas cuantas pequeñas frustraciones, para darnos cuenta de que podemos sobrevivir y seguir adelante.
La automotivación se ejercita cuando somos capaces de orientarnos hacia el logro, obteniendo como beneficio la satisfacción del esfuerzo realizado, por la ilusión y el optimismo que hemos generado en la aventura de conquistar nuestros propios retos.
No basta tener propósitos, tenemos que orientarlos a metas, sueños y deseos. Sueña alto, proponte metas altas. Pero no te quedes ahí, una vez definido el objetivos, establece estrategias: acciones muy concretas con horarios y fechas, y verás que cada vez serán menos los propósitos fallidos.
Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta
Categoría: Vida
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