Hablar del derecho a la vida tiene una gran connotación ya que es un derecho que todos tenemos, así como el derecho de una muerte digna, ya que nacemos, vivimos y morimos.
Por ende es un hecho natural. Cuando hablamos de muerte digna, abarca mucho más que sólo el hecho de morir. Implica la forma, el cómo y el dónde. La palabra “muerte”, de por si da miedo, tratamos de no decirla, miramos hacia a otro lado.
El 7 de enero 2008, se creó la Ley de Voluntad Anticipada, que tiene como propósito defender lo que desea uno antes de morir, prohibiendo a los familiares y a los médicos, a realizar cualquier tipo de tratamiento que alargue la vida. Lo que es importante saber es que esta ley entra en vigor cuando uno está en etapa terminal o una enfermedad irreversible.
A principios del 2017, en la nueva Constitución de la capital mexicana se publicó unapartado sobre la muerte digna, que revolucionó la forma de pensar ante un tema tabú. En el artículo 6, del Capítulo II, habla sobre el Derecho a la autodeterminación personal, diciendo “Este derecho humano fundamental deberá posibilitar que todas las personas puedan ejercer plenamente sus capacidades para vivir con dignidad. La vida digna contiene implícitamente el derecho a una muerte digna.”
A partir de diciembre de 2018 con el nuevo gobierno, se promoverá en todo el territorio la Ley de Voluntad Anticipada, y en todas las entidades federativas que aún no cuenten con ella, se promoverán reformas en los códigos civiles para consagrar el derecho a una muerte digna. Entre otros puntos, esta ley regula la decisión de las personas de ser o no sometidas a procedimientos médicos o tratamientos que puedan alargar su vida en la etapa terminal, cuando ya no se pueda mantener de forma natural.
La Ciudad de México y los estados de Aguascalientes, Chihuahua, Coahuila y Estado de México, entre otros, cuentan con esta legislación.
De acuerdo con la encuesta nacional sobre muerte digna 2016, elaborada por la entidad “Por el Derecho a Morir con Dignidad” (DMD) 1 , 68,3 % de los mexicanos se
2.- posicionan en favor de la opción de poder adelantar la muerte en caso de que la persona esté en fase terminal, mientras que 31,7 % están en contra. Estamos viviendo en una época en la cual la esperanza de vida se incrementa año con año.
En 1980 según encuestas del Banco Mundial 2 , la esperanza de vida en México era de 66 años, siendo en 2016 de 76 años. Habiendo incrementado un 15% en 38 años. Estas cifras no indican que la calidad de vida mejoró, sino que gracias a avances en materia de tecnología médica y la variedad de tratamientos disponibles, han logrado que la vida se alargue. Esto ha hecho, que los pacientes sean “obligados” a mantenerse vivos por semanas, meses y años, con ayuda de máquinas y no haciéndolo de manera natural.
Viendo estos números podemos descifrar que la vida va en aumento, pero la calidad no. Personalmente estoy a favor de una muerte digna y de la voluntad anticipada y por lo visto otro 68.3% también. Somos dueños de nuestros actos, pero debemos actuar con inteligencia, voluntad, sujetos de responsabilidad y deber. Justamente por esa responsabilidad y deber tomaría la decisión de firmar en mi nombre, y por algún miembro de mi familia.
Hace 9 años tuve que tomar una de las decisiones más difíciles de toda mi vida. Firmé en nombre de mi hijo, un niño de 8 años, para que no lo resucitaran en caso de paro cardiorrespiratorio. Sebastián, mi hijo, estaba en una situación de salud muy comprometida. Los doctores me decían que le quedaban como máximo 3 días de vida, después de haber tenido un paro cardiorrespiratorio en casa, la opción era intubarlo y meterlo en un coma inducido. Sabiendo que era casi seguro que ya no saldría de él, y podría estar así por años o no. Padeciendo una enfermedad tremenda y con todo su cuerpo ya muy maltratado de años de convulsiones, pseudomonas en su cuerpo, que cada vez le hacían la vida más complicada.
Se alimentaba por medio de una gastrostomía y quebrándose algún huesito cada vez que le cambiábamos el pañal, su vida era un martirio. Aquí, es donde uno tiene que decidir muy egoístamente si la vida en ese estado vale la pena, y empezar a pensar en esa persona, en ese cuerpo que sufre a cada minuto.
3.- Sebastián tuvo una vida con todo lo que él necesitó, mucho amor, cuidado y por sobre todo respeto y dignidad hacia su persona. Cuando hablamos de la ortotanasia, lo que estamos haciendo es dejar que la vida siga su curso biológico, sin tratamientos invasivos que mantengan la vida.
Respetado su dignidad, decidimos que no recibiera resucitación, pero si lo mínimo e indispensable para que no sufriera y pudiera irse en paz.
En los días anteriores a su muerte, él estaba sedado y respirando con ayuda de un aparato no invasivo, C-PAP 3 . Esos días estuvimos todo el tiempo junto a él, hablándole, como una especie de permiso para que él pudiera irse cuando él quisiera y que lo apoyábamos cuando estuviera listo. Y así fue, 4 días después cerró sus ojitos y su corazón se apagó.
En este caso en particular se podría hablar de dos principios morales para entender éticamente la decisión tomada. El Principio de Proporcionalidad Terapéutica, que sostiene que existe la obligación moral de implementar solo aquellas medidas terapéuticas que guarden relación de debida proporción entre los medios empleados y el resultado previsible. A Sebastián se lo cuidó desde todos los aspectos en los últimos momentos de su vida. Y el Principio de Doble efecto, que es una acción que tiene dos efectos, uno bueno y otro malo. Al niño se le proporcionó Midazolam para atenuar el dolor, la dificultad de respirar y las convulsiones, siendo ésta la acción buena, sabiendo que como efecto adverso podría presentar una diminución de la conciencia hasta no despertar. No nos arrepentimos de haber tomado esa decisión, se tomó en familia y fue la manera de respetarlo a él como persona.
Ratifico una vez más, que la opción de tener una vida digna, nos la merecemos todos, el retener a alguien por el mero hecho de “estar” con esa persona, es en cierta manera egoísta.
Las ventajas de irse por esta opción son muchísimas, entre ellas, aliviar el dolor y el sufrimiento, prepararse uno mismo o a la familia, acompañar a la persona hasta último momento, dejar todo ordenado y así evitar conflictos, definir si los órganos en caso que se pudiera, puedan ser donados y salvar vidas que aún tienen una oportunidad.
Lo más importante sobre este tema, es el respeto por la dignidad de la persona y la aceptación de la finitud de la condición humana. Como dijo Florence Nightingale,
“Lo importante no es lo que nos hace el destino, sino lo que nosotros hacemos de él.
Autor: Marina Cardoso Alemán
Categoría: Bioética
Etiquetas: Bioética, Bioética para todos, muerte digna