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Etiqueta: Ecología

La importancia de la Bioética
La importancia de la Bioética

Nos encontramos en el siglo XXI donde el progreso científico es lo primordial para el ser humano; los avances científicos se encuentran por encima de todo y la globalización en todo rincón. Podríamos decir que nos encontramos en un capitalismo violento desinteresado por el hombre y solo que importa es el dinero y las humanidades van perdiendo el sentido para el mismo ser humano.

Para poder hablar de bioética podremos iniciar desde la ética; y ésta se convierte en la reflexión crítica sobre los valores y principios que guían nuestras decisiones y comportamientos. Pareciera oportuno explicar que la ética ya no es tan valorada en la civilización posmoderna por todo lo que estamos viviendo en estos momentos de crisis de racionalidad llegando al grado de comportarnos como animales. La ética en este sentido propondrá un límite a la persona partiendo desde su dignidad humana; con ello la rescatamos desde la filosofía que deriva la antropología, el personalismo, la ética y la moral.

Ahora que hay cambios modernos y el avance tecnológico está a cualquier precio, llegamos a decir que la vida de la persona no cuesta, no tiene valor y llegamos a tal problema que, en el tiempo de la segunda guerra mundial, los alemanes asesinaron a miles de judíos en las cámaras de gas. Utilizamos nuestras herramientas científicas para asesinar.

El nacimiento de la bioética se debe a estos cambios exagerados que resurgen para si como problemas bioéticos, donde le compete analizar y criticar. Este concepto engloba la disciplina que combina con el conocimiento biológico con el de los valores humanos. Se interesa en las cuestiones de las ciencias de la vida, como por ejemplo el aborto, la biomedicina, la eutanasia, la pena de muerte y sobre el cuidado sanitario, todo se debió a un dialogo antropológico entre la medicina y la ética renovando así una ética médica tradicional.

Podremos llegar a decir que el nacimiento de la bioética de debió al surgimiento de una civilización posmoderna regenerando con sigo el progreso científico y sus principales problemas atendida desde la medicina, pero pareciera un gran cambio económico y tecnológico que llega a un punto de que se convierte en colectivismos o individualismo, tanto como uno y otro son extremos por el motivo que se convierte en un anti humanismo. Actualmente este año 2020 estamos viviendo una enfermedad que se ha vuelto pandemia (covid-19)  y sobre todo el país de México está sufriendo un problema bioético.

Se está presentando una desvalorización del ser humano, donde el dinero para los insumos se convierte en casas lujosas de los mismos gobernadores, dónde el trato es como si fueran animales y en todos los noticieros mencionan un gran numero de marchas por la falta de presupuesto para los doctores y enfermeros y falta de insumos.

La bioética se preocupa por la dimensión moral de la vida humana, su significado de vida (bio) se vive a muerte, así es, la muerte que se genera por el aborto y que muchas personas están a favor, el valor del cuerpo humano y la dignidad de la misma persona han decaído, la sexualidad está transgirversado por culpa de las ideologías de la muerte y las relaciones interpersonales se viven en individualismos, ya no hay una civilización del amor que es una esperanza que muchos esperan.

La civilización evoluciona rápidamente y solo nos queda seguir reconstruyendo una nueva sociedad con la necesidad de recuperar los valores que cimienten toda civilización. La importancia de la bioética es el interés por la propia naturaleza humana, vista desde su plenitud  y una segunda visión es bajo la responsabilidad del trato a nuestra casa común, la tierra. El principio es el respeto al desarrollo que el hombre está produciendo en aumento los recursos que la tierra nos proporciona y sobre todo la defensa de los animales.

Solo depende de ti que no te dejes llevar con las ideologías que van en contra con la dignidad humana porque todo lo que vives se convierte en un dilema bioético, si eres enfermera, doctor o algún especialista de medicina debes de tener un cuidado sobre tu paciente, te debe de interesar sobre el derecho a la salud, pero esta parte no solo son para los médicos, sino para todos.

Como escribe Juan Manuel Burgo en su proyecto humanista, es una dialogización entre antropología y un enfoque personalista desde una existencialidad.

Recordemos: la persona se convierte en el centro de la bioética y que a su vez se convierte en una regularización de la conducta humana en el campo de la vida y la salud bajo los principios éticos, recuperemos todos el valor de la vida humana, juntos construyamos un mundo mejor y guiemos las futuras generaciones. La persona no es objeto, es persona. No somos animales, somos personas de naturaleza racional y espiritual.

Autor: Irving Alberto Torres Menchaca

El futuro de la bioética
El futuro de la bioética

La segunda mitad del siglo XX se caracterizó por la pluralidad y por el relativismo.

Estos hechos, heredados al siglo XXI, presentan en la actualidad una crisis de la razón y un aumento de la heterogeneidad cultural y religiosa. De un sistema bastante homogéneo en épocas anteriores, se pasó a un sistema donde la tolerancia y el respeto a la pluralidad han tomado el primer plano, y tanto en la vida moral, política y creencial, hemos pasado a múltiples códigos, que nos sirven para resolver sin problema cualquier tipo de cuestionamiento, porque siempre habrá una puerta que nos dé la razón. El relativismo es la norma. Sin embargo, saber si se está en un error o en lo correcto, ya no es tan fácil como en el pasado. Por lo tanto, se hace necesario establecer diálogos y discusiones entre grupos bien preparados, que logren orientar el futuro de la raza humana.

Por otra parte, tan complicado como hacer un diagnóstico clínico, comunicar una decisión trascendental a un paciente, aplicar o no un nuevo tipo de tratamiento o influenciar para que los padres acepten una medicación para sus hijos, es tomar una decisión ética sobre diversos aspectos de la vida de los seres humanos. En cualquiera de estos casos, los actores principales deben prepararse adecuadamente para poder tomar la decisión correcta.

Al hablar del futuro de la bioética, debemos tomar en cuenta que en el mundo moderno cada día es más evidente la democracia participativa, en la que existen sectores muy contradictorios, y que muchas veces, algunos de esos sectores son los que crean las leyes de los diferentes países. Por consiguiente, la forma de ver los problemas no es igual en todas las sociedades.

Ante este panorama, a la bioética le corresponde crear cátedras universitarias, hacer foros de discusión y velar porque se establezcan permanentemente grupos bien preparados e interdisciplinarios, donde se discutan los puntos clave del desarrollo humano. Igual de importante será hablar de los nuevos tipos de fecundación, como de los problemas de la tala de árboles, de la contaminación del planeta, de la ingeniería genética, de los animales de experimentación, y de la seguridad del uso de los alimentos transgénicos.

La única forma que el hombre tendrá de llegar a conclusiones valederas que lo hagan avanzar por un camino seguro (porque con las perspectivas actuales el progreso humano no está garantizado), serán las discusiones bioéticas y pluralistas que se lleven a cabo entre científicos, abogados, ecologistas, genetistas y representantes de otras ramas del conocimiento, respetando en todo momento los credos personales, la cultura y la sicología de los diferentes grupos raciales, así como la legislación interna de cada país.

Es muy fácil escabullir las preguntas difíciles y no pensar ni siquiera en ellas, pero los bioeticistas no deberán rehuir los grandes desafíos del momento, y no les quedará otra alternativa que asumir el reto y discutir los problemas de la humanidad presente y futura. En la mayoría de los casos, la bioética no tendrá la solución final a los múltiples problemas complejos, pero sí será la brújula que indicará el camino a seguir dentro de un bosque complicado de argumentos válidos.

 Es por eso que puedo afirmar que siempre buscará el bien común tomando en cuenta la opinión de expertos, ya que algun dia esta disciplina podría salvar al mundo, por mas raro que suene…

Autor: Alexis Félix Álvarez

Problemas relativos al ambiente y a la ecología
Problemas relativos al ambiente y a la ecología

6. Problemas relativos al ambiente y a la ecología

La bioética tiene mucho que decir frente a los temas relativos al ambiente y a la ecología. El desarrollo tecnológico moderno ha generado nuevos problemas debidos a diversos factores, como el abuso de recursos naturales de por sí limitados, la alteración de equilibrios climáticos, la contaminación atmosférica, la generación de deshechos de difícil eliminación o de alta toxicidad, la desaparición de especies vivientes (plantas o animales), y un largo etcétera.

Además, nuevas tecnologías permiten intervenir sobre los seres vivos, hasta el punto de modificar el genoma de animales y plantas. Es cierto que los cruces genéticos y la invención de especies ya se ha dado en el pasado, pero las posibilidades actuales son enormes, y exigen por lo mismo un mayor sentido de responsabilidad. Ello no significa generar miedos irracionales o situaciones de pánico ante conquistas que resultarían benéficas para el hombre y para el mismo ambiente (especialmente en algunos países pobres, que pueden ser ayudados, por ejemplo, a través de semillas genéticamente modificadas y adaptadas a su situación), ni tampoco crear el extremo opuesto, que lleva a considerar que todo lo técnicamente posible es de por sí lícito, sin sopesar con prudencia las repercusiones a corto y a largo plazo que la aplicación de una nueva biotecnología produzca en los complejos equilibrios de la vida terrestre.

La preocupación por el ambiente y la ecología nace de una exigencia ética fundamental: el planeta Tierra es el habitáculo donde transcurrimos la etapa temporal de nuestra existencia humana. El hombre no es un dueño despótico de la creación, sino el administrador y custodio de un patrimonio de vida que viene del mismo Dios y que nos permite gozar de salud, de alimentos, y de la compañía de tantas bellezas entre los animales y las plantas que viven a nuestro lado.

Ciertamente, la preocupación ecológica no puede llevar a un menoscabo de las obligaciones fundamentales que tenemos hacia el ser humano. Sería absurdo, pero no es difícil que ocurra, que se organicen movilizaciones populares en favor de los bosques mientras se guarda un silencio cómplice ante la existencia de clínicas donde cada año son abortados cientos (a veces miles) de seres humanos. Como también sería absurdo invertir millones de dólares o de euros para limpiar un río mientras en las orillas del mismo mueren cada año cientos (o miles) de personas por carecer de las medicinas básicas para el tratamiento de la malaria.

La bioética tiene, por lo tanto, que estudiar y proponer soluciones para tutelar el ambiente en el que vivimos.

Fuente: Fernando Pascual

Bioética y ecología
Bioética y ecología

Un día de descanso. Tomamos el coche y empezamos a salir de la ciudad.

A los pocos minutos, estamos atrapados en una cola interminable. Tensiones, ruidos, tal vez un aire contaminado y triste. Después de una hora logramos salir al campo abierto.

Pasa el tiempo y llegamos al “paraíso” soñado: una playa. Cientos de personas luchan por lograr un buen lugar en el estacionamiento.

Media hora después, con el coche ya “seguro”, vamos hacia el mar. La arena está llena de papeles, chicles, incluso algún pedazo de botella. Entramos, por fin, al agua, y notamos que el alquitrán acaba de pegarse a nuestros pies…

Fuera de lo anecdótico, problemas como estos, y problemas mucho más serios, nos hacen pensar en la importancia del ambiente. Además, nos llegan continuamente noticias sobre incendios, pájaros que se extinguen, nubes tóxicas y alimentos peligrosos para la salud de los niños o de los adultos.

Para la Bioética la ecología es algo fundamental. La especie humana, gracias a su inteligencia, ha sido capaz de vivir en muchos tipos de paisajes y de climas. Pero también muchos miles de hombres y mujeres han muerto por culpa de la contaminación, las infecciones, las sequías, el frío o el calor.

Frente a esta situación, estamos llamados a trabajar por un planeta más limpio, más verde, con animales que llamen nuestra atención y den alegría a nuestra insaciable hambre de ciencia y de belleza.

La preocupación por el ambiente, por la ecología, no es algo nuevo. También los antiguos soñaban con un mundo equilibrado, con ciudades bien organizadas y funcionales, con praderas verdes y árboles repletos de frutos. Pero quizá hoy más que nunca nos hemos dado cuenta de que podemos destruir en pocos minutos un bosque que ha crecido durante años o, incluso, siglos; o que somos capaces de eliminar en pocos meses algunas especies de animales o de plantas que querríamos seguir teniendo a nuestro lado.

La Bioética nos orienta e ilumina a la hora de conservar el ambiente en el que transcurre nuestra vida temporal. Lo que hagamos o lo que dejemos de hacer no resulta indiferente ni para los hombres de nuestro tiempo ni para las generaciones futuras. Es algo que nos afecta a todos.

Vale la pena invertir energías y dinero para un mundo mejor. Pero sin olvidarnos nunca del lugar privilegiado que ocupa el ser humano, de las necesidades básicas de millones de personas a los que falta comida, medicinas, cuidados básicos. Una Bioética atenta a lo ecológico sabrá dar el primer lugar a los hombres y mujeres más desamparados, y sabrá promover un ambiente más saludable y más hermoso para todos.

Fuente: Fernando pascual.

Tres modelos de ecología
Tres modelos de ecología

La ecología parece ser una ciencia reciente, pero no lo es. En mayor o menor medida los hombres del pasado se han preocupado por el ambiente: por la limpieza de los ríos, por la belleza de los bosques, por la salud y conservación de los animales y de los peces. Muchas veces han pensado cómo adornar las ciudades, cómo levantar nuevos parques, cómo conocer más y mejor los misterios de la vida.

Podemos recordar, en el mundo griego, los proyectos de Platón para construir una ciudad ideal, pensada para vivir en armonía con el ambiente exterior, o en los estudios de Aristóteles sobre los animales y las plantas. Los hebreos soñaban una tierra prometida donde abundase la leche y la miel, o donde el niño pudiese jugar con el león. Muchos otros pueblos han celebrado ritos y fiestas por los cambios de la luna, por la llegada de las lluvias, por la primera cosecha, y han soñado en momentos de paz y de equilibrio entre hombres y animales.

A simple vista, todas las ecologías podrían ser iguales. Buscarían conocer a fondo las distintas relaciones que existen entre los seres vivos y el ambiente que los rodea. Pero enseguida notamos diferencias profundas. Intentemos presentar, entre otros, tres modelos distintos de ecología.

El primer modelo se limita simplemente a ver cómo están las cosas y qué cambios se están produciendo, sin decir nada sobre si es bueno o es malo lo que ocurre. Es una ecología “neutra”. Si un volcán quemó miles de árboles e hizo que muriesen ardillas, jabalíes y coyotes, constatará el hecho, sin mayores problemas. Ocurrió esto y basta. Lo mismo se aplica a la contaminación: los hombres crean fábricas que contaminan, y los animales (no sólo animales, sino también muchos hombres) mueren por culpa de los gases tóxicos. ¿Es esto algo bueno o malo? La ecología neutra no se pronuncia ni quiere pronunciarse sobre esto: describe y basta.

El segundo y tercer modelo se parecen, pues creen que se puede distinguir entre cambios buenos y cambios malos. Se diferencian, sin embargo, a la hora de determinar cuáles cambios ecológicos sean buenos, cuáles malos, y por qué. El segundo modelo toma como punto de referencia una situación ideal, en la que sería bueno que todos los organismos pudiesen convivir con un cierto equilibrio, sin realizar entre las especies animales y vegetales ninguna discriminación. Así, consideran que el clima de los últimos siglos, sus glaciares y desiertos, las especies animales y vegetales que han dominado en amplias llanuras o en selvas ecuatoriales, son algo bueno en sí, que habría que conservar. Algunos de estos ecologistas ven, como principal enemigo de este equilibrio ecológico, al ser humano (no a todos), en cuanto que ha creado industrias y sistemas de vida que han destruido millones de hectáreas de bosques, han contaminado ríos y mares, y han terminado con la vida de millones de animales y plantas. Algunas especies, incluso, se han extinguido para siempre.

Según el criterio de bien que se escoge en este modelo, habría que tomar soluciones profundas, aunque nos puedan resultar dolorosas: disminuir el nivel de vida de los ricos, impedir a los pobres que copien los malos ejemplos de los países industrializados, controlar la natalidad. Habría que conseguir, por ejemplo, la eliminación radical de los coches de combustión; o volver al sistema de cultivos naturales sin el uso de fertilizantes (aunque baje la producción: ya luego veremos cómo dar de comer a todos los hombres que piden alimento…). No falta quien dice que sería bueno disminuir el número de seres humanos del planeta, para conseguir así un equilibrio ecológico idealizado. Los caminos para esta disminución pueden ser muchos: desde la esterilización de millones de mujeres (a veces incluso por medio de engaños o de presiones de todo tipo) hasta el aborto promovido como medio de control natal. Dentro de esta perspectiva hay quien ha llegado a decir que el ser humano es como un tumor o un cáncer que está dañando a la tierra. Quien afirma esto sabe cuál es la “solución”: los tumores se curan eliminándolos…

El tercer modelo de ecología también habla de un “bien” y un “mal” a la hora de valorar cada ecosistema, pero establece el criterio de lo que se debe hacer o evitar no en función del equilibrio en sí, sino en función del ser humano. Es una ecología de tipo humanístico. Es bueno cuidar el agua, el aire, la temperatura o la belleza de los bosques, y es bueno porque todo ello hace más hermosa y más digna la vida de los hombres. De los de hoy, de los que ya están viniendo (esos millones de embarazos que se producen cada mes), y de los que vendrán. El hombre, en esta perspectiva, no es el malo del planeta, ni un “cáncer”. No hay que promover la esterilización ni el aborto ni cámaras de gas para eliminar a los hombres que “sobran” o para impedir que puedan nacer más. El hombre es el que administra un tesoro, un sistema de vida y de muerte, que nunca acaba de controlar del todo, y que debe respetar, si quiere sobrevivir y si quiere hacer más amable la existencia de todos los demás seres humanos y otras formas de vida que alegran y embellecen nuestros bosques y praderas. El hombre, que en sí no es malo, puede serlo si vive de modo irresponsable y arbitrario, si daña de modo indiscriminado el ambiente o destruye a los animales y las plantas por puro capricho egoísta.

Es cierto (primer modelo) que el equilibrio actual no es estático, y que basta un volcán o un meteorito para que empiece a llover en el Sahara y se seque la selva del Amazonas. Pero no podemos quedarnos con los brazos cruzados: podemos hacer algo (tal vez mucho) para controlar la contaminación de las ciudades, para defender los bosques de los incendios o las montañas de la erosión por falta de árboles. Es cierto también (segundo modelo) que algunos hombres han abusado de los bienes de la tierra y han destrozado un equilibrio que era bastante bueno, aunque no perfecto. Pero la culpa de esos hombres (muchos o pocos, no importa) no puede ser nunca motivo para acusar a todo el género humano como si fuese el “animal malo” del planeta. Además, la idealización de un modelo ecológico no podrá justificar nunca el que unos nuevos poderosos, en nombre del ecologismo internacional, quieran eliminar a otros o controlar de modo salvaje e inhumano su fertilidad o su misma existencia.

Pero lo más cierto (tercer modelo) es que la ecología verdadera debe ser humanista: debe defender el valor de todos y de cada uno de los seres humanos, o no podrá ofrecer criterios justos para defender el patrimonio terráqueo de todos. Sólo por amor al hombre protegeremos y conservaremos las riquezas de un planeta que, gracias al trabajo y al ingenio de millones de hombres que han vivido antes que nosotros, nos han permitido nacer, ser curados y alimentados. Gracias a sus conquistas y progresos podemos hoy disfrutar de la salida del sol, del canto de un jilguero y, lo que es más hermoso todavía, de los ojos de un niño que miran al futuro y piden un poco de amor y de esperanza.

La ecología no puede no ser humanística. Necesita conocer y amar al hombre, a cada hombre. De este modo podremos proteger e, incluso, mejorar, algunos ecosistemas en los que se desarrolla nuestra vida y en la que vivirán, si así lo quiere Dios y lo permiten los hombres, las generaciones que vendrán en los siglos futuros.

Fuente: Fernando Pascual