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Etiqueta: Humanidad

La ignorancia en la humanidad
La ignorancia en la humanidad

Por: José Carlos Suárez Barreiro

“Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas.”      (- Albert Einstein)

¿Nuestra falta de conocimiento nos hace ignorantes?  ¿Quién no lo es?  Regresemos y ampliemos un poco la definición de ignorancia:  La falta de conocimiento en un tema en particular o en cultura general.  “La cultura es lo que se queda después de haber olvidado lo que se aprendió.” (-André Maurois). Ya que sabemos el significado de lo que es la ignorancia, te puedes hacer la pregunta que todos nos hacemos ¿Soy una persona ignorante?. Si lo eres, todo ser humano es ignorante lo cual no es malo pero siempre perfectible.  Aunque el ser humano no es perfecto, y sería imposible saber todo,  todos sabemos algo, y siempre podemos saber mas.  Nadie es poseedor de la verdad absoluta. En si nuestro problema no es la ignorancia, si no el negarnos a reconocernos ignorantes y como se puede resolver.

La ignorancia no tiene solución absoluta, pero puedes acercarte a la sabiduría por medio del estudio, las enseñanzas de maestros y expertos en tus temas de interés, pero sobretodo reconocer que ser sabio no es aquel que necesariamente acumula muchos datos y conocimiento así como experiencias, sino mas bien el que sabe utilizar adecuadamente cada cosa aprendida y sabe ignorar con inteligencia todo aquello que no sirve, llevándolo a cometer errores y algo malo. Esto definitivamente no te ayudará a crecer como persona.  Es decir, al momento de ignorar con inteligencia nos permite ganar en salud mental y el equilibrio. Como ya había dicho somos ignorantes, pero no todos ignoramos las mismas cosas, esto es lo mas importante de todo y es el saber de ignorar con inteligencia lo cual no es fácil.

“La ignorancia lleva al caos, no el conocimiento.” (Scarlett Johansson – Lucy)

El ignorar con inteligencia no significa alejarnos de toda persona o situación, lo que debes hacer es ser sabio y pensar con lo que sabes y que es ética y moralmente correcto. “La buena conciencia es la mejor almohada para dormir”          (-Socrates).  En esta parte entra la ética y moral, estas dos disciplinas indispensables al momento de tu toma de decisiones;  así como  al decidir ignorar o hacer caso a las cosas que pasan a tu alrededor.   Si basamos nuestra sabiduría en la ética y la moral tomaremos siempre mejores decisiones, es muy importante entender que estos dos términos son muy importantes.  Pero el ser humano no siempre hace caso a estas dos disciplinas humanas, en muchas ocasiones prefiere ignorarlas y hace lo que el piensa que es correcto. Esto hace que el ser humano no llegue a ser sabio y caiga en la ignorancia y la maldad. “También es importante destacar que en ocasiones el ser humano está controlado y encerrado en esta burbuja de la sociedad que desde chicos hasta el momento de la muerte puede tener un control dañino, muchos de nosotros no investigamos o hacemos lo que queremos porque según la sociedad y sus ideas/tabúes no son correctas; lo cual está mal.  Si, todos somos ignorantes y la única manera de poder hacer las cosas que queremos es brincar estos obstáculos y limitantes que la sociedad nos impone. Esta barda es lo que no nos permite llegar a ser sabio y muchas personas dicen que tus deseos o ideas son imposibles.  Pero si la gente dice que es imposible ¿Por qué el ser humano pudo llegar a la Luna o porqué el ser humano a logrado miles de cosas en un solo siglo que antes decían que no era posible? Esta gente que logro hacer esto es la gente que llego a ser mas y pudo romper esta barrera que nos pone el ser humano. “El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona.” (-Aristóteles).

Al momento de hacer esto no significa que ya no seas ignorante, pero significa empiezas a saber mas, tener mas experiencias y conocimiento lo cual muchas personas no tienen. Al momento de ser alguien con mas conocimiento y experiencias puedes llegar a ser alguien que es sabio como había explicado en la parte anterior. Pero al mismo tiempo ser alguien con mas conocimiento no te hace sabio sino lo que te hace que sea un sabio es tu forma de ser humilde y aplicar ese conocimiento en tu entorno. Pero al final como dije alguien que sea Sabio o alguien con mayor conocimiento, educación, información, etcétera… Sigue siendo ignorante. La razón por que todo ser humano es IGNORANTE es porque a lo largo del tiempo el ser humano a descubierto nuevas cosas, mas información, etcétera. Y al final el conocimiento es infinito.  “Lo que sabemos es una gota de agua; y eso hace que todos somos ignorantes”.

“El conocimiento nos hará libres”. (-Socrates)

 Al final de todo la ignorancia no tiene solucion, el ser sabio solo te ayuda a tener un mejor control y aprender a ser mejor y solo te ayuda a ser mas culto, con mas informacion. Todos ignoramos diferentes cosas por diferentes razones, eso no significa que este bien, pero lo hacemos porque hasi nos educaron y asi somos. La Ignorancia no desaparece y nunca va a desaparecer dia a dia la información crece y eso por eso nadie puede saber todo, todos somos ignorantes y siempre lo seras. Al final de todo el ser humano no deja de ser ignorante

“Imaginas que yo persigo lo extraño por ignorancia de lo bello, pero no es así, ocurre que porque tu ignoras lo bello, yo busco lo extraño.” (― Georg Christoph Lichtenberg)

Referencias bibliograficas

https://psicologiaymente.com/reflexiones/frases-de-moral

https://lamenteesmaravillosa.com/el-arte-de-ser-sabio-consiste-en-ignorar-con-inteligencia/

http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352017000100001

https://www.mundifrases.com/frases-de/scarlett-johansson/

https://psicologiaymente.com/reflexiones/frases-de-socrates

Pensamientos desde mi Ermita Polanco C19 En tiempos del Coronavirus…
Pensamientos desde mi Ermita Polanco C19 En tiempos del Coronavirus…

Colonia Polanco, Ciudad de México, 28 de marzo de 2020

Queridos amigos, amigas y familiares de México y del extranjero, os hago llegar algunas reflexiones personales en el confinamiento de mi casa, mi “ermita Polanco C19”, en este tiempo de Coronavirus (COVID 19, C19), donde estoy con mi esposa y nuestra hija.

En primer lugar, quiero recordar a Antonia M. Q., magnífica mujer, tía y madrina de mi esposa, que ha fallecido hoy en Barcelona por el Coronavirus. Descanse en paz. Finalmente, si queréis reenviar mis reflexiones a alguien a quien le pueda interesar, podéis hacerlo con libertad.

Ahí van algunos pensamientos:

  1. Nos equivocamos al creer que dominábamos la naturaleza. Desde el siglo XIX, el hombre se autoendiosó pensando que lo dominaba todo. Rechazó a Dios (A. Comte, L. Feuerbach, K. Marx, F. Nietzsche, S. Freud) y se erigió en ser todopoderoso, por encima del cual no había nada. Son muchos los que desde entonces nos han dicho que eso no es cierto, que somos criaturas, no creadores, que no somos dios, pero apenas se les ha escuchado (G. Fessard, K. Barth, J. Ellul). Sin duda, uno de los grandes logros de la Modernidad ha sido la autonomía (I. Kant), nuestra mayoría de edad, esto es, saber que podemos regirnos por nosotros mismos sin esperar a averiguar lo que debemos hacer en textos sagrados, pero el gran error ha sido creer que ya no teníamos Padre. Seguimos siendo hijos. La vida sigue siendo un don inmerecido. La naturaleza sigue siendo un regalo que se nos ha dado, no una máquina que controlamos a la perfección. El C19 nos recuerda que no tenemos un poder absoluto sobre la naturaleza. Un minúsculo virus está acabando con la vida de muchas personas (poderosas o no), resquebrajando el sistema sanitario (público y privado), haciendo caer las bolsas, dejando los aviones en tierra, posponiendo la Eurocopa y los Juegos Olímpicos, cerrando los parlamentos, vaciando las calles, cerrando colegios y universidades, cines, teatros y centros comerciales.

 

  1. Somos una sola humanidad. Nunca dejará de sorprenderme cómo nos identificamos más con colectividades que con nuestra condición humana. Moriré sin haberlo entendido. Es obvio que todos formamos parte de una sola humanidad, y sin embargo lo que vertebra nuestra vida es una colectividad, o varias: “los progresistas”, “las feministas”, “los americanos”, “los judíos”, “los musulmanes”, “los ecologistas”, “los soberanistas”… La lista es larguísima. Nos sentimos arropados en nuestro colectivo y miramos con desprecio o con odio a otros colectivos. El nuestro tiene la razón; los otros se equivocan. Nos ponemos las gafas de nuestro colectivo y lo miramos todo, sin excepción, a través de esa lente, con lo cual no hacemos sino confirmar una y otra vez lo que ya creíamos, y así nuestro pensamiento no avanza.  En realidad, somos una sola humanidad. Es mucho más profundo y radical lo que nos une que lo que nos separa. En tiempos de bonanza, tendemos a olvidarlo; en tiempos de pandemia, recuperamos esa identidad humana que habíamos olvidado porque la dábamos por supuesta.

 

  1. Ante la muerte, todos somos iguales, porque ya lo éramos en vida. La muerte no es sino la fotografía de la vida, decía Karl Rahner, no sé si tomando ese pensamiento de otro autor, quizás de M. Heidegger, lo ignoro. Cuando miramos la realidad humana, en seguida se nos hace patente la desigualdad, que ha existido en muchos siglos de la historia humana y que hoy es más evidente y dramática que nunca. Poco tiene que ver el rico de Beverly Hills con el pobre del Chad; poco tiene que ver mi ermita C19 en la colonia Polanco con la condición en la que están hoy muchos mexicanos en el Estado de México, para los que no lo saben, la periferia de Ciudad de México. Sin embargo, somos iguales. Ricos y pobres murieron en la I Guerra Mundial, en la II Guerra Mundial, en la guerra de Vietnam, en la guerra del Golfo, en la Peste, en la Gripe Española, en la crisis del Sida y ahora en la crisis del C19. Sin duda, los ricos tienen, tenemos, muchos mecanismos de autoprotección que no tienen los pobres, pero al final la muerte acaba llamándonos a todos, y nos llama por nuestro nombre, no por nuestros títulos ni por nuestras cuentas bancarias, como en los entierros de los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, en la Edad Media y también siglo después. Por ello, la muerte, que forma parte de la vida, nos une.

 

  1. El pensamiento único está desapareciendo. La Globalización, desde los años 90, había creado la ficción de que había un solo modo de vida y una sola forma de pensar: el American way of life, en versiones distintas en función de la latitud. Unos lo aceptaban abiertamente, “los neoliberales”, y otros decían criticarlo, pero en realidad lo imitaban con su vida, “los progresistas” o “los antisistema”. Mirad cómo viven Felipe González, Daniel Ortega o Pablo Iglesias. En ese único modo de vida supuestamente digno, la felicidad consistía en tener mucho dinero, vivir confortablemente, tener buena fama, viajar mucho, tener tecnología punta, poder llevar a los hijos a las mejores universidades de Estados Unidos, Inglaterra o Canadá, consumir mucho Internet, obtenerlo todo ya ahora, un modo de vida donde el tiempo y el espacio tendían a cero, como bien analizan Bjung-Chul Han y Hartmut Rosa, autores que conozco gracias a mi buen amigo Albert Florensa. La crisis del C19 nos está mostrando que es posible otro modo de vida. No cabe duda de que estar encerrados en casa con los abuelos y los niños pequeños no es precisamente el paraíso, por razones psicológicas. Somos humanos. Necesitamos salir, movernos, respirar, y eso está muy complicado ahora. Sin embargo, el C19 nos ha mostrado otras dimensiones de la vida que teníamos adormecidas: la creatividad, la pasividad, la solidaridad (aunque sea a distancia), la comunicación de lo negativo (y no solo de lo positivo, como se suele hacer en la redes) (como decía mi maestro Fernando Manresa, S.J., cuando yo, de joven, estaba en plena crisis, con mis ojos humedecidos: “compartir la negatividad nos une a los demás”), la contemplación, la reflexión. Aparte de las bromas simpáticas que corren estos días por las redes sobre el C19, hay también muchos mensajes de familiares y amigos que me hacen ver que el espíritu está aflorando por doquier. Estamos descubriendo que somos espiritualmente más ricos de lo que creíamos, y estamos descubriendo que se puede ser persona con otros modos de vida y con otros valores distintos a aquellos que creíamos únicos.

 

  1. Una pregunta importante: ¿qué puedo hacer ahora por los demás? No cabe duda de que en tiempo del C19 la primera pregunta que nos viene es: “¿cómo puedo protegerme a mí mismo, y a los míos más cercanos?”. Es normal. Hay que hacerlo, no solo por nosotros, sino también por los otros que se podrían contagiar a través de nosotros. No obstante, en seguida hay una segunda pregunta que debería aflorar a nuestro espíritu: “¿qué puedo hacer por los demás?”. Por ejemplo, somos muchos los que vamos a seguir cobrando el mismo salario (al menos, de momento) a pesar de la crisis del C19, porque seguiremos trabajando desde casa. Pero hay trabajos que no se cobran si no se realizan presencialmente. Echemos una mano económicamente a este colectivo. La señora que nos viene a limpiar la casa: digámosle que se quede en su casa, y sigamos pagándole lo mismo. Seguro que se os ocurren otras iniciativas. Esto es como el virus, pero en bueno. Si a cada uno se le ocurre apoyar a dos o tres personas, estamos salvados.

Continuaré, espero.

Autor: Dr. José Sols Lucía

Universidad Iberoamericana

Discriminación, racismo e intolerancia
Discriminación, racismo e intolerancia

La palabra “discriminación” tiene muchos significados. Uno es claramente negativo: tratar de modo injusto a una persona porque se rechaza alguna de sus características, como el color de la piel, el sexo o la edad. Pero también puede tener otros significados “neutros”: tratar a las personas de un modo correcto, justo, respetuoso, pero con matices diferentes y legítimos según de qué persona aparezca en el horizonte de la propia vida.

Por ejemplo: voy por la calle y me cruzo con cientos de hombres y mujeres, niños y grandes, pobres y ricos, obreros, oficinistas o empresarios. Con mi mirada descubro enormes diferencias entre unos y otros, pero respeto a todos.

De repente, mis ojos juzgan, “discriminan” a una persona que destaca sobre “los otros”. La saludo, la abrazo, hablo con ella: he descubierto en esta persona a un familiar o a un amigo. Es alguien “distinto” de todos los demás.

Sería extraño saludar a todos como amigos de infancia. Sería injusto, asimismo, meterme en la cárcel porque sólo he saludado a una persona y he “discriminado” a otros cientos de caminantes a los que no saludo si no tengo ningún motivo particular para hacerlo.

Por eso es claro que la discriminación “mala” es aquella que no se limita a reconocer una diferencia (todos, gracias a Dios, somos diferentes en algo), sino que considera, de modo equivocado, que algunas diferencias son suficientes para permitir un trato negativo, o incluso ofensivo (“discriminatorio” en el sentido negativo de la palabra) hacia la persona que tiene esa diferencia.

Así ocurre con la “discriminación racial”. En medio de un grupo de personas de raza blanca o mestiza, uno de raza negra destaca como “diferente”. Pero su diferencia es sólo superficial, “a flor de piel”. Tratar a un blanco que vive en un barrio de chinos con desprecio sólo porque es de una raza distinta de la mayoría es algo inmoral y, sobre todo, injusto: nadie puede ser despreciado porque ha nacido con un color distinto de quienes viven a su lado.

Si en una discusión sobre temas importantes (el futuro de la humanidad, la política económica, los derechos de las minorías, las medidas para conservar el agua potable en la zona donde uno vive) hay diferencias de opinión, es lógico que sentiremos simpatía hacia quienes piensan como nosotros y que quizá veamos con algo de distancia a quienes piensan de un modo distinto. Pero ello nunca puede justificar un desprecio que vaya contra la dignidad de quien opina de otra manera. Trabajar por eliminar la mala discriminación en el mundo también exige poner un freno firme y decidido a quienes arrojan piedras o calumnias (que a veces son peores que las piedras) contra los que tienen opiniones diferentes…

Además de las discriminaciones raciales, o basadas en las diferencias de clase o de ideas políticas, se dan discriminaciones por motivos religiosos. Es frecuente que en algunos estados una mayoría religiosa persiga o aísle a los que no aceptan la religión de quienes gobiernan. Hay países en los que se encarcela y maltrata sistemáticamente a los que pertenecen a grupos cristianos o inspirados en una espiritualidad diferente de la que se impone desde los altos mandos de un partido único.

Otra discriminación negativa es la que margina a ciertos enfermos como indeseables o intocables. Durante siglos en muchos lugares de la tierra han sufrido esta situación los leprosos y los que padecían graves enfermedades contagiosas (o supuestamente contagiosas). Hoy se da una sutil y dolorosa discriminación hacia los que están afectados por el terrible virus que causa el SIDA, los cuales se sienten despreciados en algunas familias o lugares de trabajo.

También se discrimina y margina en no pocas ocasiones a los que viven de un modo distinto de la mayoría (o de una “minoría mayoritaria” en un territorio pequeño). En cierto sentido, esta marginación tiene algo de comprensible. Si uno tiene la manía de recoger lo que no es suyo, no suele ser bien visto por los demás, y los motivos son justificados… Si uno tiene tendencias masoquistas en su psicología será relegado e, incluso, encarcelado, cuando sus tendencias le lleven a dañar a otros.

Una de las discriminaciones más graves, muchas veces olvidada en las discusiones internacionales contra la discriminación, es la que lleva a impedir el nacimiento de algunas categorías de niños. Hay quienes se aprovechan del hecho de que un embrión o feto no puede defenderse por sí mismo para “discriminarlo” hasta el punto de quitarle la vida. Además, en algunos lugares y ambientes “médicos” se da una auténtica “cacería” para eliminar a todos los niños no nacidos que puedan tener defectos o cualidades no deseadas por sus padres o por la sociedad. Se comete, de este modo, un auténtico crimen de masa que es aceptado con gran silencio por algunas de las ONGs y grupos pro derechos humanos que dicen defender a los que sufren algún tipo de discriminación…

Hay mucho que hacer para eliminar tantas discriminaciones que implican injusticia, opresión, o incluso muerte. Hay mucho que hacer por promover la cultura del amor y la solidaridad.

Todos estamos llamados a defender la dignidad del hombre, desde que es una célula nueva, irrepetible, en el seno de su madre, hasta que llega la hora dramática de partir hacia otros cielos. De este modo, el mundo será un poco distinto, con menos racismo, con menos discriminaciones arbitrarias, con más tolerancia y, sobre todo, con una actitud profunda de acogida, de respeto y de amor hacia el diverso.

Fuente: Fernando Pascual.

Bioética e inicio de la vida
Bioética e inicio de la vida

Estimados lectores, nos llama la atención como, hoy en día, se está manipulando la información en torno al inicio de la vida humana, como los medios de comunicación, que juegan un papel importantísimo, confunden a la opinión pública vertiendo ciertas informaciones, generalmente sin fundamento científico y omitiendo otras que permitan tener una visión objetiva y completa sobre este tema.

Incluso nos encontramos con afirmaciones, como la vertida a la prensa, por el Colegio de Bioética en México: «Los conocimientos científicos sobre genoma, fertilización, desarrollo del embrión humano […] indican, sin lugar a dudas, que el embrión de 14 semanas no es un individuo biológico ni mucho menos una persona, porque carece de vida independiente». (más…)