Se ha considerado a las vacunas como uno de los grandes avances dentro de la medicina moderna, dado el hecho de que previenen enfermedades en las que algunas de ellas suelen tener un índice de mortalidad elevado. Recuerdo el tiempo en el que llegamos a hacer diagnóstico de polio (enfermedad invalidante) en niños o de meningitis por pneumococo (índice alto de mortalidad), principalmente en niños que no los habían vacunado. Gracias a la aplicación masiva de vacunas muchas enfermedades ya no se hacen presentes (sarampión, rubeola, paperas, hepatitis B, difteria, tétanos, poliomielitis, tosferina, Haemophilus influenzae tipo b, meningococo C, entre otras).
Sin embargo a pesar del beneficio que aportan estas hay grupos de padres de familia que se manifiestan en contra de la aplicación de vacunas a sus hijos ya que consideran que las vacunas son malas por sus efectos adversos (en la actualidad estos rara vez se presentan y generalmente sin consecuencias). Otros las rechazan por su ideología religiosa, o por ser padres naturistas que confían en la inmunidad natural, otros pertenecen al grupo de escépticos con la industria o bien los que interpretan erróneamente los informes de la Secretaria de Salud.
La realidad es que no podemos aceptar los argumentos que están en contra de las vacunas desde una posición meramente científica y si deberemos buscar lo que es el mejor interés para el niño, mismo que aún no tiene capacidad para decidir si acepta o no la vacuna, en otras palabras deberemos aceptar que es lo más conveniente para el niño relacionado en este caso a su salud (Principio de Beneficencia).
El personal de salud que aplica vacunas deberá de proporcionar información veraz sobre la vacuna(s) que va a aplicar de tal forma que los padres o tutores del niño entiendan perfectamente cuales son las ventajas y/o riesgos al aplicar las vacunas, para que se tome una decisión.
Ante cualquier duda relacionada a vacunas lo mejor es consultar a su médico de confianza y así disipar las interrogantes que pudiera haber.
Autor: Dr. Jorge Adrián Chuck Sepúlveda
Médico Pediatra y Bioeticista.
Universidad Autónoma de Guadalajara.
Desde sus inicios, el ejercicio de la medicina ha planteado problemas éticos y exigió ya sea del médico o del practicante de la medicina una elevada calidad moral, por lo tanto hablar de bioética en medicina no es nada nuevo, pero en la actualidad ante los avances que ha habido en esta disciplina se han suscitado muchos problemas complejos de orden moral en cuestiones de salud, por lo que cada día nace la exigencia de formular una ética de valores morales bien fundamentada para no caer en situaciones que atenten contra lo más valioso que posee el ser humano, que es la vida.
La bioética es el estudio sistemático de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en cuanto que ésta conducta es examinada a la luz de los valores y principios morales. En ésta definición se toma en cuenta la vida, la salud, los valores y principios morales por lo que desde nuestro punto de vista reúne los elementos necesarios de la bioética como disciplina.
En pediatría se deben de aplicar los principios básicos de la ética teniendo en consideración a los padres del niño ya que este depende en lo biológico, social, ético y legal de ellos y es algo que no debe de ignorarse.
En el niño como en todas las personas debe de prevalecer el principio de la beneficencia en donde estamos obligados a ofrecer y proporcionar a nuestros pacientes lo mejor en un tratamiento médico y no solo eso sino que además prevenirlos y protegerlos del daño. Ahora bien, los padres generalmente suelen solicitarle al médico la aplicación de este principio, sin embargo habrá ocasiones en las que los padres no tengan la capacidad de decidir qué es lo mejor para el niño o bien habrá padres que no les interesa o no les conviene defender los mejores intereses del menor y ante esta circunstancia el médico debe intervenir para que la sociedad asuma la defensa de los intereses del niño que no está adecuadamente representado por sus padres. Si bien es cierto que no debemos de imponer a otros nuestra particular forma de pensar, el médico debe de actuar defendiendo el mejor interés del niño como él los entiende a partir del conocimiento que la medicina le brinda.
En el principio de la no-maleficencia que como ya se ha mencionado anteriormente se basa en “primero no hacer daño” deberá de estar siempre vigente en el actuar del médico especialmente cuando se trata de eventos de investigación. Se entiende que la investigación es necesaria ya que permite en gran medida el avance del conocimiento, con la finalidad de poder proporcionar una mejor atención. Sin embargo en principio no se recomienda que los niños sean incluidos en investigaciones para evitar posibles daños.
El principio de autonomía se refiere a la libertad, la privacidad, el autogobierno y el derecho que tiene cada persona de tomar sus propias decisiones pero en pediatría para los efectos de cualquier procedimiento de dominio médico, quienes deciden son los padres, por lo cual ninguna indicación clínica debe efectuarse en un niño sin el consentimiento informado de los padres, por simple que parezca.
En el principio de justicia el pediatra está obligado a defender el derecho que tiene todo niño a que reciba la atención que requiere para lograr una calidad de vida que le sea aceptable o a morir de una manera digna. Esto implica que la atención médica debe de ser igual para todos, el rechazo a todo tipo de discriminación y el esforzarse al máximo para que la atención médica sea de la mejor calidad posible para todos los niños. Si bien esto suena un tanto cuanto utópico en medio de una sociedad profundamente injusta, el esfuerzo que haga el médico pediatra en lograr el principio de justicia, bien vale la pena.
Todo médico pediatra debe de respetar la vida desde el momento mismo de la concepción, respetar y hacer respetar los Derechos de los Niños, buscar la solidaridad entre los seres humanos, mantenerse actualizado dentro de su especialidad para ofrecer más y mejores opciones de diagnóstico y tratamiento de las enfermedades que aquejan a los niños y de ser posible aportar conocimientos nuevos como un deber científico, evitar abusos, imprudencias, riesgos y tensiones sin justificación y siempre se le deberá de dar prioridad a los niños ya que los niños son el futuro de las nuevas generaciones y por ese solo hecho deben de ser nuestra prioridad absoluta.
Dr. Jorge Adrián Chuck Sepúlveda
Médico Pediatra y Bioéticista
jorgeadrianchuck@hotmail.com
Categoría:Bioética
Etiquetas: Bioética, Bioética para todos, Derecho de los niños, Medico, Pediatría, Pediatría en niños
Cuando compramos unos zapatos queremos que sean buenos, que duren, que no dañen nuestros pies. Cuando tomamos un jugo, esperamos que nos siente bien. Cuando aceptamos un billete de dinero, suponemos que es auténtico.
¿Y qué queremos cuando vamos al médico? Queremos saber cómo está nuestra salud. Si tenemos alguna enfermedad, nos gustaría ser curados cuanto antes. Si la enfermedad es crónica, pedimos al doctor que nos ayude a sobrellevarla con serenidad, de modo digno. Si nos toca prepararnos para recoger velas, para dejar esta vida y acercarnos a la otra… Nos gustaría que se nos dijese la verdad, aunque duela, y poder contar con la ayuda necesaria para llegar al final de un modo digno y humano.
Los enfermos esperan mucho de los médicos. Los médicos lo saben. Por eso desde hace muchos siglos se han establecido normas de comportamiento que pedían al médico la máxima honradez y el compromiso más completo en favor de sus enfermos.
Entre los griegos se hizo famoso el juramento de Hipócrates, un médico que vivió entre los siglos V y IV a.C. En este juramento podemos leer, por ejemplo, frases como esta: “Me serviré, según mi capacidad y mi criterio, del régimen que tienda al beneficio de los enfermos, pero me abstendré de cuanto lleve consigo perjuicio o afán de dañar”.
Los médicos, sin embargo, pueden equivocarse. Incluso algunos han actuado francamente mal. Un caso tristemente famoso, en el siglo XX, fue el de algunos médicos alemanes que colaboraron con los nazis en la eliminación de enfermos o ancianos, o que hicieron experimentos salvajes con prisioneros en los campos de concentración.
También en el mundo “libre” y “democrático” ha habido médicos que han actuado de modo injusto. Por ejemplo, en un hospital de New York, durante varios años (1965-1971), se introdujo el virus de la hepatitis en niños minusválidos, simplemente para experimentar y sin que nada supieran sus padres. En el pasado y en el presente hay médicos que practican la esterilización forzada, o, incluso, el aborto. Algunos también aplican la eutanasia, con o sin permiso de los pacientes, con o sin el apoyo de las leyes…
Junto al problema de la ética de los médicos y de quienes les asisten, la medicina se hace cada vez más complicada, y el tomar decisiones no es nada fácil.
Pongamos un ejemplo de la vida real: a un hospital llegan dos enfermos que necesitan urgentemente un trasplante de pulmón. Se analizan los casos, y resulta que sólo hay disponible un pulmón para el trasplante. ¿Quién lo recibirá? Los dos enfermos son compatibles respecto de ese pulmón, entonces… Después de mucho discutir, se optó por hacer el trasplante sobre el candidato más joven, padre de familia de unos 30 años. El otro, un médico que tenía poco más de 60 años y que era muy querido por la gente, moría a los pocos días. Había que optar y, como es obvio, salvar a uno implicaba dejar morir al otro. Decisiones como estas no son fáciles, y muestran hasta qué punto es casi imposible tomar decisiones que satisfagan a todos.
Para promover la ética de los médicos, para defender a los enfermos de cualquier forma de abuso, para solucionar nuevos casos que la técnica va presentando, para afrontar problemas y urgencias mundiales, como la contaminación, el equilibrio ecológico, el hambre en el mundo, etc., ha “nacido” la bioética, que depende en mucho de la ética clásica de los médicos, y que va más allá de la misma ante la aparición de situaciones hasta ahora nunca imaginadas.
El inventor de la palabra bioética fue Van Rensselaer Potter (1911-2001), un oncólogo que trabajaba en los Estados Unidos. Para Potter, la bioética debería establecer un puente entre científicos y humanistas, para garantizar la supervivencia de la especie humana.
Potter observaba cómo los científicos se encerraban cada vez más en sus especializaciones. Uno sabe mucho de las células de la mano, otro sabe casi todo de las escamas del cocodrilo, otro se dedicaba a crear un arroz super potente… Sin embargo, era (y es) urgente que alguien ayude a todos a ver el conjunto. Para eso sirven las ciencias humanísticas, aunque muchos expertos en filosofía, literatura o sociología, parecen poco competentes a la hora de analizar un descubrimiento científico.
Para sobrevivir, decía Potter, habría que establecer un puente entre los dos lados de estas ciencias, las experimentales y las humanísticas.
Por desgracia, en ambos lados encontramos personas de todos los “colores”: buenos y malos científicos, buenos y malos humanistas. ¿Cómo hacer un puente que valga la pena, que “funcione”? La tarea es difícil, pero no imposible. La bioética, una ciencia con mucha historia pero ahora renovada, quiere dar respuestas. Serán buenas respuestas si defienden sanos principios éticos. Serán malas respuestas (y el mismo Potter dio respuestas muy equivocadas, por ejemplo al defender el aborto) si van contra la justicia y el respeto que merece cada ser humano.
Nos toca a todos, con espíritu crítico y responsable, valorar lo que nos pueda ofrecer la bioética con una simple pregunta: este experimento, esta operación, este sistema económico, ¿respeta al hombre y su dignidad o no?
Tendremos bioética “buena” si sirve para ayudar y defender al hombre, a todo el hombre y a todos los hombres. Tendremos bioética “mala” si sirve para permitir injusticias como el aborto, el abandono de los enfermos de SIDA o de lepra, o la desnutrición de los niños pobres.
Nosotros, ¿qué bioética queremos?
Fuente: Fernando Pascual
Categoría:Bioética
Etiquetas: Enfermedad, juramento de Hipócrates, Medico, Van Rensselaer Potter
Todos hemos visto en alguna ocasión, la escena trágica de una película en la que el médico informa a los familiares de un enfermo grave, sobre su situación y recomendándole no decirle nada…por su bien.
Sin embargo, cuando toca a uno mismo estar en la situación con un enfermo, el dilema es muy fuerte: ¿Debe decírsele la verdad? ¿Será contraproducente para su salud? (más…)