Los retos que la bioética está llamada a afrontar son numerosos y exigen un trabajo continuo de actualización y de estudio para establecer puentes a través de los cuales hacer presentes a los hombres y mujeres de nuestro tiempo principios éticos y urgencias que afectan a millones de personas en el mundo contemporáneo.
Como vimos al inicio, la bioética necesita encontrar caminos eficaces para no sucumbir al estado de asedio en el que actualmente vive. La continua sucesión de noticias sobre descubrimientos científicos y las discusiones sobre tantos temas de frontera no pueden convertirse en motivos para perder de vista lo fundamental.
El núcleo de toda actividad médica y científica consiste en reconocer la dignidad de cada ser humano en las distintas fases de su existencia, lo cual permite elaborar aquella ética capaz de promover una medicina a la medida del hombre. La confianza en la ciencia no puede hacer olvidar el primado de la ética cuando está en juego la vida humana.
La bioética sostendrá o promoverá, entonces, sistemas sociales y políticos atentos a la salud, al trabajo seguro y al ambiente; modos de vida y comportamientos en los que se conserve el patrimonio de la propia integridad física y psicológica. De este modo, se convertirá en el mejor aliciente de la “movilización general” que ayude a contrarrestar tantos signos de la cultura de la muerte, para que cada vez sea más real y concreta una auténtica cultura de la vida. Ese es quizá el mayor reto de la bioética, de ayer, de hoy y de siempre.
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