Es muy importante, en esta época que estamos viviendo, reflexionar sobre algunos aspectos importantes que llevan a un hombre y a una mujer a dar el paso trascendente, del matrimonio.
Pareciera obvio, pero aun así es fundamental recordar que lo que motiva, sostiene y hace perdurar este vínculo, es el amor.
No obstante, pareciera que hoy en día existe una enorme confusión en el significado del amor, en un sentido profundo y serio.
Ya en algún artículo anterior, se decía que el amor es un proceso que implica el compromiso integral de la persona: su corporeidad, su afectividad, su inteligencia y su voluntad.
El amor del que se compromete al matrimonio, debe ser: total, reciproco, único, fiel, indisoluble y fecundo. No es poca cosa.
Este amor, del que hablamos, tiene consecuencia en el matrimonio dos aspectos fundamentales, que le caracterizan. Sin ellos, la realidad es que el vínculo matrimonial (visto desde la evidencia), no existe.
Unidad y procreación: consecuencias, frutos y valores propios del matrimonio que es producto del amor.
La unidad, supone que el hombre y la mujer que se aman, unen sus vidas en un proyecto común, muy peculiar: amarse el uno al otro. Amarse desde su corporeidad, en su sexualidad; amarse desde su inteligencia, jugando cada cual su propio rol, individual, característico de su persona, pero orientado al bien del otro; amarse desde su voluntad, aceptando virtudes y defectos, siendo subsidiarios: ofreciendo lo bueno de cada uno y supliendo y apoyando en el error.
Desafortunadamente el mundo actual, promueve una igualdad mal entendida entre hombre y mujer, que obstaculiza esta complementariedad. No se malentienda, hombre y mujer son iguales en dignidad. Esta dignidad presupone que cada cual tiene los mismos derechos de persona, las mismas oportunidades de persona.
No obstante, debe reconocerse la diferencia. Una diferencia que no es genital, sino sexuada. Cada uno posee características distintas, no superiores e inferiores, distintas, que bien aceptadas y asumidas, se complementan a la perfección.
La procreación es el otro aspecto inseparable del matrimonio. La unión que tiene como proyecto final el amor, no puede estar cerrado a la consecuencia natural que es la procreación.
Otras especies animales, capaces de reproducirse a partir de la copula, lo hacen por instinto. Instinto de conservación de la propia especie. Los “rituales” de cortejo buscan la selección del más fuerte, que se reproduzca con una mayor oportunidad de sobrevivir y dar continuidad…a la especie.
Entre las personas, la copula, es relación, relación entre personas. El vínculo de esa relación es el amor, no el instinto.
Es entonces que esa relación, producto del amor, no puede estar cerrada a la vida. El celo humano no existe, la posibilidad de la relación sexual es abierta, como abierto es el amor y abierta es la vida.
El que se ama, no puede dejar de ver en la procreación, el fruto del amor mutuo, del compromiso mutuo.
Estoy seguro querido lector que si repasas estas sencillas palabras junto con la persona a la que amas, con toda claridad descubrirás que no son simples palabras, sino realidad que nace de tu corazón. Dar el paso, con compromiso, es lo que sigue.
Ya nos veremos en el siguiente artículo, también relacionado con el matrimonio.
MBPP.
Categoría: Vida
Etiquetas: Bioética, Bioética para todos, Ética, Matrimonio, Procreación