El ser humano debe ser reconocido y protegido desde el momento mismo de su concepción y hasta su muerte natural; esta es la postura de la Iglesia Católica y la de la bioética personalista. Esta sencilla postura era la que defendían hasta fecha reciente los códigos de ética médica y las legislaciones de la mayor parte de los países civilizados.
Múltiples estudios médicos demuestran que la unión del óvulo con el espermatozoide da origen a la primera célula del nuevo ser, es decir el huevo, bajo condiciones de normalidad. Éste a su vez posee los 46 cromosomas con toda la información genética necesaria y suficiente propia de una nueva persona obteniendo así su propia individualidad e identidad, por completo diferente a la de la madre gestante. Toda la esencia humana ha pasado por el proceso inicial de la unión de un óvulo con un espermatozoide y desde ese mismo instante se le infunde el alma, de tal modo que se convierte en un nuevo ser humano en formación, con los mismos derechos de cualquier persona por el hecho de ser.
El Código Civil Mexicano otorga al concebido y al aún no nacido los siguientes derechos, que son por demás trascendentales:
1.- Derecho a heredar y recibir donaciones.
2.- Detener y modificar las obligaciones alimentarias de la sucesión hasta su nacimiento.
3.- Suspender la partición de la herencia.
Por lo tanto, para ser sujeto de lo anterior es preciso tener personalidad jurídica ya que tales cualidades implican derechos patrimoniales. El no nacido tiene de forma absoluta todos los mismos derechos del hombre.
La Iglesia Católica afirma: “El ser humano debe ser respetado y tratado como una persona desde su concepción, desde ese momento se le deberán de reconocer sus derechos de persona, entre los cuales está en primer lugar el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida”. Por esa razón deben rechazarse y condenarse todas las acciones y formas de pensar que desprecian la vida humana en cualquiera de sus etapas, así como todas las prácticas que atenten contra la integridad y la dignidad del ser humano.
En todo ser humano, el mundo entero se recapitula y cobra sentido y al mismo tiempo el cosmos es trascendido y traspasado. En todo hombre está encerrado el sentido del universo y todo el valor de la humanidad: la persona humana es una unidad, un todo y no una parte de un todo.
Autor: Dr. Jorge Adrián Chuck Sepúlveda
Médico Pediatra y Bioéticista
Guadalajara, Jalisco
jorgeadrianchuck@hotmail.com
Categoría: Bioética