Hasta hace unos cuantos años se creía que cualquier persona que concluía un grado de especialidad, maestría o doctorado en bioética estaba capacitado para insertarse en la dinámica hospitalaria y brindar una orientación respecto de cualquier condición clínica. De igual modo, en algunos sectores se ha propagado la idea de que en realidad, incluso, no se necesita contar con estudio de bioética para abordar dilemas éticos clínicos y emitir sugerencias, bastaría sólo contar con conocimientos de medicina o practicar dicha ciencia para conocer los cuestionamientos éticos más profundos que rondan en la mente del ser humano y brindar soluciones efectivas a los mismos.
Nada más alejado de la verdad, un bioeticista clínico requiere, cada vez más, de conocimientos, habilidades y aptitudes que le permitan no sólo conocer las aristas más importantes de los principales dilemas éticos en el ámbito de la salud sino saber abordar momentos de crisis, intervenir en tiempo y forma para prevenir futuros escenarios devastadores, escuchar, empatizar y lanzar preguntas pertinentes que desencadenen reflexiones críticas que orienten la toma de decisiones.
Dos puntos resultan relevantes entonces: el primero versa sobre el conocimiento que debe tener el bioeticista para enfrentarse a complejas problemáticas que comportan dilemas éticos igualmente complejos, por ello el bioeticista deberá ser una persona formada en temas de Bioética, capaz y pertinente para abordar los procesos difíciles de toma de decisión en el ámbito de la salud. No cualquiera podrá ser bioeticista clínico, de hecho, mucho ayuda formarse en Bioética pero –y este es el segundo punto a considerar- no es suficiente, se requiere una visión y conocimiento muy específico sobre esa “otra” Bioética que se hace en el hospital y en la cama del paciente y no ya sobre un escritorio y con casos impresos en papel. De aquí la necesidad apremiante de incluir, en los planes de estudio de los programas de maestría, bloques prácticos que permitan acercar al estudiante a la realidad compleja y caótica de un caso real. Así, la primera parte será formar teóricamente a los bioeticistas y la segunda desarrollar herramientas y habilidades que permitan un adecuado papel dentro de la presión y urgencia del ambiente hospitalario.
Pensar, por todo lo anterior, en el futuro de la bioética será pensar en la ya presente formación de los bioeticistas que apelan a tener injerencia en la vida de las personas, su preparación tendrá que ser de altísimo nivel sin importar si ya cuenta o no con conocimientos de alguna de las disciplinas que confirman a la bioética. Ni el médico por si sólo, ni el filósofo o abogado por el hecho de serlo pueden –ni deben- creer que son bioeticisas clínicos y adentrarse en un caso real sin la preparación, entrenamiento y habilidades necesarias. Los efectos de hacerlo serían iguales a dejar la construcción de un puente que conecte dos ciudades, a un profesional que no sabe de ingeniería ni de arquitectura.
La Bioética Clínica y, por ende, los bioeticistas clínicos, están llamados a transformar la realidad pero, por ello mismo, su compromiso y exigencia deben ser altos y rigurosos, debemos, por ende, empezar a pensar en crear planes o programas de entrenamiento para bioeticistas clínicos.
Autor: Dra. Ma. Elizabeth de los Rios Uriarte.
Categoría: Bioética