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La nueva forma de someter a las mujeres ya está aquí y se llama maternidad subrogada

La mentalidad neoliberal se nos está yendo de las manos, parece que todo puede justificarse por dinero.

Al ver esta semana la imagen del presentador Jaime Cantizano anunciando su feliz paternidad por gestación subrogada, un sudor frío recorrió mi espalda. La foto, que recuerda a las famosas portadas del Hola con las celebritiestras dar a luz, me ha puesto los pelos de punta no sólo por la ausencia de la figura de la mujer en una estampa en la que es imprescindible (nos borran hasta de la maternidad), sino también por el aterrador futuro que augura esa flamante sonrisa: una nueva fórmula para explotar y comerciar con el cuerpo de las mujeres.

La cándida escena padre/hijo, camisetas a juego, viene acompañada nada menos que de una insólita reivindicación de, según palabras del propio Cantizano, «los derechos de los hombres» a alquilar un cuerpo para que geste a una criatura durante 9 meses y separarlo del mismo por una cantidad de dinero (véase que el factor económico es importante para poder disfrutar de ese «derecho»). Lo que viene siendo la compraventa de personas y el tráfico de cuerpos de toda la vida pretende ahora legalizarse bajo el epígrafe de «derecho a ejercer la paternidad» y «libertad a decidir sobre el propio cuerpo». Me pregunto desde cuándo todo aquello que deseamos adquirió la categoría de derecho y, a la falta de recursos y oportunidades, decidimos llamarla libertad.

Para satisfacer el deseo, que no derecho, de algunas personas de ser padres o madres y que no pueden conseguirlo de manera natural, existe ya una fórmula llamada adopción, que no implica remuneración económica a los padres biológicos y que evita así el mercado de personas y ayuda a niños y niñas que no tienen recursos ni familia a tener una vida digna (esto sí debería ser un derecho humano).

Otra cosa muy distinta es aprovecharse de la situación de desigualdad que sufrimos las mujeres en todo el mundo con el objetivo de obtener un beneficio personal y sin pensar en las consecuencias. No, por más que nos empeñemos en proclamarlo, las mujeres no estamos en una situación en la que seamos libres para decidir qué hacer con nuestro cuerpo, tomamos esa decisión desde la necesidad, que viene provocada por la desigualdad. Si la mujer que ha alquilado su útero a Jaime Cantizano tuviera el mismo dinero, las mismas oportunidades, la misma educación y viviese en una sociedad que la tratase igual que a él, ¿habría alquilado su cuerpo? Si la respuesta es no, no existe tal libertad.

La mentalidad neoliberal se nos está yendo de las manos, parece que todo puede justificarse por dinero.

La mentalidad neoliberal se nos está yendo de las manos, parece que todo puede justificarse por dinero. ¿Qué clase de sociedad seríamos si perjudicar a alguien estuviese permitido siempre y cuando se basara en una transacción económica? La gestación subrogada tiene unas consecuencias que van mucho más allá del supuesto acuerdo entre dos personas y que ya son medibles en aquellos países donde no está penalizada: la existencia de granjas de mujeres, como en India, donde existen actualmente más de 2.000 y en las que viven hacinadas como animales cuya única función es comer y reproducirse. ¿Es esta la libertad que defendemos? Por supuesto, una vez sean legales podremos reclamar que las celdas de las gestantes estén más limpias y puedan salir al patio una vez al día.

También hay que tener en cuenta las secuelas físicas y psicológicas para esas madres que concebirán ¿cuánto?, ¿una vez al año?, ¿durante cuántos años? No quiero ni imaginar cuando la ley de la oferta y la demanda regule sus salarios y tengan que pasar la vida embarazadas para poder subsistir. En el debate tampoco se está hablando de los casos de bebés con enfermedades o malformaciones que los contratantes del servicio dejan abandonados y de los cuales las madres de alquiler se acaban haciendo cargo. Otra cuestión importante es el resultado biológico y social derivado de elegir descendencia a la carta. Imagino un mundo aún más racista e intolerante si cabe, una mezcla entre aquella escena de Matrix en la que cultivaban cuerpos humanos y las persecuciones de Gattaca a los «no válidos», es decir, a los nacidos de forma natural.

Una de las dudas que surgen sobre este tema es dónde situar la línea entre lo ético y lo no ético y si vender semen es comparable a la gestación subrogada. A priori no tiene las mismas consecuencias gestar a un ser vivo durante 9 meses dentro del cuerpo a depositar un fluido corporal en un tarro y volver a casa, pero a este respecto quiero recuperar la contestación que el Registro de la Propiedad de Madrid nos hizo llegar a algunas de las mujeres que intentamos solicitar la propiedad de nuestros cuerpos en febrero de 2014 coincidiendo con la polémica que levantó el Anteproyecto de la Ley del Aborto. Entre otros argumentos, el documento exponía que «La persona humana no puede ser objeto de derecho, ni por ende el cuerpo, que es parte de esa persona desde la Ley de abolición de la esclavitud de 13 de febrero de 1880 […] El tracto sucesivo de disposiciones de propiedad o de derechos reales limitados en favor de terceros incidirían en las figuras penales tipificadas como esclavitud, explotación sexual o extracción de órganos corporales […] Es cierto que pueden considerarse como no persona algunas partes separadas del cuerpo como el pelo que se corta, la sangre que se extrae, el miembro que se amputa o el órgano que se dona […] no del cuerpo en su integridad capaz de tomar sus propias decisiones, lo que no podría decirse de órganos separados».

Creo que a todos y a todas nos convendría reflexionar un poco antes de enarbolar la bandera de la libertad a lo William Wallace sobre quiénes se van a beneficiar realmente con esta práctica (¿empresas?) y quiénes saldrán perjudicadas (¿las mujeres?). La plataforma No somos vasijas ofrece una perspectiva crítica y mucha información al respecto. Tengamos en cuenta a la hora de posicionarnos los derechos de todas las partes implicadas y, sobre todo, permanezcamos juntos en esta lucha los colectivos feministas y LGTBI, movimientos que se han formado para defender la igualdad y los derechos de las personas. Pongamos en común nuestro esfuerzo para la que adopción sea un recurso más fácil, más accesible y permitido a de todo tipo de familias (monoparentales, homosexuales o heterosexuales) y no permitamos que se siga comerciando con el cuerpo de las mujeres. Un mundo donde prevalece por encima de todo el dinero y el deseo individual es un mundo abocado a la corrupción y la desigualdad.

Fuente:huffingtonpost.es