¿Estás o has estado enamorado alguna vez? Sabes lo que le ocurre al cerebro tanto de hombres como de mujeres cuando se encuentran en esta situación?
El amor romántico es un fenómeno universal, de siglos de tradición, el sentimiento humano sobre el que más se ha pensado y escrito. Por ningún otro se ha sufrido ni disfrutado con tanta intensidad.
Sin embargo, la neurociencia del amor, que apenas tiene 30 años ha descubierto algo muy importante: enamoramiento y amor no son lo mismo.
El amor es duradero, maduro, acepta errores. El enamoramiento es transitorio y no es que no acepte equivocaciones, simplemente no las ve. Cuando nos enamoramos, en realidad no vemos al otro en su totalidad: la persona observada funciona como una pantalla donde proyectamos aspectos idealizados de nosotros mismos.
Nos dice Louann Brizendine, neuropsiquiatra y autora de los libros El cerebro femenino y el cerebro masculino:
“Enamorarse es una la de las conductas o estados cerebrales más irracionales que cabe imaginar tanto en hombres como en mujeres. El cerebro se vuelve ilógico, en el umbral de un nuevo romance, ciego a las deficiencias del amante.
Es un estado involuntario. Estar apasionadamente enamorado, o el llamado amor enajenado, forma un estado cerebral estudiado y documentado en la actualidad”
Veamos entonces, que pasa con nuestro cerebro cuando nos enamoramos, que les sucede a nuestros hijos adolescentes cuando conocen a ese joven o esa joven que los vuelve locos. Es interesante lo que la ciencia nos demuestra.
Esa suerte de amor convive en los circuitos cerebrales con estados de obsesión, manías, embriaguez, sed y hambre. No es una emoción, pero intensifica o disminuye otras emociones.
Los circuitos del enamoramiento son primariamente un sistema de motivación que es diferente en el área cerebral del impulso sexual, pero tiene superposiciones con la misma.
Esta actividad cerebral febril funciona sobre hormonas y sustancias neuroquímicas tales como la dopamina, el estrógeno, la oxitocina y la testosterona.
Los circuitos cerebrales que se activen cuando estamos enamorados igualan a los del drogadicto que ansía desesperadamente la siguiente dosis.
Vamos a explicarlo en forma sencilla: aparecen dos vías: una estimulante que concentra nuestra atención y nuestros sentimientos en esa persona produciendo por un lado sensación de intenso placer y a la vez de relajación; y otra inhibitoria, descartando todas las características negativas, impidiendo apreciar los errores e incapacitando al observador para emitir juicios sobre la persona de la que está embelesado.
La corteza pre frontal es la más racional del cerebro, la que nos hace pensar, razonar, valorar pros, contras y alternativas, hacer al fin y al cabo juicios.
Si observar o pensar en la persona amada hace que esta región cerebral se apague, es comprensible que exista tendencia a obviar sus fallos. No concebimos que nuestro amado pueda tener malas intenciones ni observamos en él defectos.
Al visualizar a la persona amada, se estimula el sistema límbico y se produce una liberación de dopamina, la sustancia del amor, del placer, del disfrute…y de la adicción.
Se asocia con la motivación y las conductas orientadas a alcanzar un fin, por lo que buscamos las cosas que tenemos en común, pudiendo hacer que cambiemos hábitos como nuestra manera de vestir o nuestros gustos personales con tal de agradar. Si surgen obstáculos en la relación, los sentimientos se intensifican: el llamado efecto Romeo y Julieta, ante la adversidad aumenta la producción de dopamina.
La noradrenalina también se incrementa y ayuda a focalizar la atención, recordaremos detalles minúsculos del ser amado y del tiempo que hemos pasado juntos.
La disminución de serotonina conlleva una tendencia al pensamiento obsesivo. No podemos dejar de pensar en él o ella, analizamos todo lo que hace, lo que dice, lo que piensa. Cualquier pequeña muestra de desatención puede desencadenar una cascada de inseguridades y temor a la pérdida.
El enamoramiento produce un estado de excitación cerebral tan intenso que impide desarrollar cualquier otra actividad, por eso se ha de terminar. No se podría vivir en un estado de enamoramiento constante, el cuerpo no lo soportaría y nuestra responsabilidad social tampoco. Por eso necesitamos el amor.
¿Cuándo dura el cerebro enamorado? Los estudios sobre el amor apasionado muestran que dura de seis a ocho meses, y he algunos llegan a afirmar que hasta dos años.
Mi consejo personal: una pareja no debe casarse cuando están enamorados, dejen pasar por lo menos año o año y medio de que se conocieron para tomar esta decisión tan importante en la vida.
Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta
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