La base del consentimiento informado es la capacidad de tomar decisiones por parte del paciente que deberá ser evaluada muy estrechamente para garantizar que el acto médico sea ético. Para ello, primero se deben considerar ciertas condiciones: que el paciente está en pleno uso de sus facultades mentales, que no se encuentra bajo el influjo de emociones volátiles y, por ende, cambiantes, que sus decisiones sean acorde con su jerarquía de valores, que no sean producto de alucinaciones, que no esté bajo efectos sedantes o que disminuyan su conciencia.
Resulta preciso aclarar que si bien el término de “capacidad” es un término de carácter jurídico que hace referencia al ser titular de derechos y obligaciones y poder ejercerlos por sí mismo, al hablar de las decisiones que se deben tomar, ésta deberá entenderse como el momento de lucidez en que la persona ha entendido su condición, conoce su diagnóstico y es capaz de decidir sobre los distintos cursos de acción ofrecidos. Ésta puede verse alterada por las emociones y sentimientos involucrados, por el dolor que el paciente siente, por la ansiedad o nerviosismo al que puede estar sometido en un momento de urgencia, a su estado de conciencia disminuido o bien simplemente a ciertos medicamentos que no le permiten entender con lucidez ni tomar decisiones acertadas. Por ello, la capacidad deberá evaluarse constantemente y corroborarse en tiempos distintos.
Existen escalas de medición de la capacidad para la toma de decisiones aunque no aplicadas a la realidad mexicana ya que en nuestro país sólo tenemos algunas que miden la orientación espacio-temporal de la persona pero no factores más internos como el procesamiento de la información proporcionada.
No obstante la poca existencia de escalas en nuestro país, es posible recurrir a estándares clínicos que miden la capacidad, al menos, para recibir la información y procesarla internamente. Estos estándares comprenden:
1.- Capacidad del paciente para comprender la naturaleza de su condición así como de las acciones médicas planteadas incluyendo los riesgos y beneficios de cada una de ellas.
2.- El paciente toma decisiones que son consistentes con sus valores. Esto es de especial relevancia y de fácil detección. Si el paciente toma una decisión por ejemplo de solicitar la eutanasia y se ha confesado católico desde el principio, sabiendo que, desde la doctrina de la Iglesia Católica la eutanasia no es justificable ni permisible, su decisión estaría fuera de dichos parámetros y, en consecuencia, deberá levantar sospechas.
3.- Las decisiones que toma no son producto de alucinaciones sino que son racionales. Bien sea por ser un paciente psiquiátrico o bien porque éste se encuentra bajo efectos de ciertos medicamentos, si sus decisiones no responden a procesos de deliberación racional, no deberán ser tomadas como correctas y, por ello, se deberá sospechar la capacidad para la toma de decisiones. En nuestro país es bastante frecuente encontrar pacientes que dicen haber visto a la Virgen de Guadalupe o a San Juan Diego (por responder a creencias muy arraigadas en nuestro territorio mexicano) que les indicaron que sí se sometieran a determinados tratamientos o bien que lo rechazaran. Sin restarle importancia al fenómeno de los milagros, en realidad éstos no ocurren, la mayoría de las veces, “viendo” deidades o personajes religiosos por lo que, a reserva de confirmarse como un milagro, estos relatos deberán hacer dudar sobre la capacidad del paciente.
4.- Finalmente es importante evaluar que el paciente sea capaz de comunicar su decisión. Verbalizar es signo de que se ha comprendido, por eso el hecho de que el paciente exprese su decisión y, más aún, sea capaz de dar razón de ella, es decir, de explicar cómo fue que llegó a esa conclusión, qué aspectos tomó en consideración, en pocas palabras, cuál fue su proceso de pensamiento, ayuda a entender que ha habido capacidad en el paciente.
Con lo expuesto hasta aquí se observa que el proceso del consentimiento informado pasa por varias etapas e incluye mucho más que la firma en un documento y siempre deberá de tener como base la capacidad para tomar decisiones de los pacientes. Así, en la medida en que fomentemos, procuremos y cuidemos los elementos de la capacidad para tomar decisiones, los actos y las decisiones estarán más cercanos a los estándares y criterios éticos y bioéticos.
Autor: Dra. María Elizabeth de los Rios Uriarte
Profesora de la Facultad de Bioética
Universidad Anáhuac México
Categoría:Bioética
Etiquetas: Bioética, Bioética para todos, capacidad, decisiones, ético, paciente