La mujer necesita ser defendida de cualquier tipo de violencia. Nadie debe insultar, despreciar, marginar, perseguir, dañar físicamente a las mujeres. Nadie debe negar el acceso de la mujer al mundo de la cultura, del trabajo, de la política, de la ciencia. Nadie debe caer en actitudes de desprecio hacia ninguna mujer por ser mujer.
La mujer tiene un derecho básico a la vida, que sostiene y permite la existencia de los demás derechos. Por eso, nadie puede realizar ningún acto que implique herir, mutilar, asesinar a las mujeres.
Precisamente por eso, no existe derecho alguno al aborto. Porque en el aborto es eliminado, es asesinado, un hijo en el seno de su madre. Y porque de cada 100 abortos, el 50% (a veces más del 50%) son mujeres en la primera etapa de su existencia humana.
Sabemos que hay estados, como en La India o en China, en los que son eliminadas miles y miles de hijas antes de nacer, simplemente por el hecho de ser mujeres. Lo cual implica una discriminación enorme y una injusticia contra la que no puede dejar de protestar ningún movimiento que sea auténticamente “feminista”.
Pero también sabemos que en otros países, considerados “libres” y “democráticos”, se cometen millones de abortos en los que son asesinados embriones masculinos y femeninos, hijos e hijas.
Necesitamos recordar que ser mujer no es algo que inicia con el parto. Ser mujer inicia con la concepción. La defensa de la mujer y de sus derechos, por lo tanto, ha de aplicarse a la fase prenatal, debe llegar a la promoción y defensa del derecho a la vida de cada mujer en los meses en que se desarrolla hasta llegar al día del parto.
Estar a favor de las mujeres implica estar en contra del aborto. Cualquier grupo que defienda el mal llamado derecho al aborto promueve, simplemente, una discriminación y una injusticia contra la mujer (también contra el varón: no podemos callar ante los abortos que eliminan a millones de embriones y fetos masculinos).
Defender la vida de los embriones humanos, masculinos y femeninos, nos lleva a implementar políticas eficaces a favor de las millones de madres que no abortarían si hubieran sido ayudadas y acompañadas a lo largo de los meses de embarazo.
Es posible, es urgente, cambiar una tendencia mundial que ha presentado el aborto como “derecho” y ha olvidado que se trata de un “delito”.
Es posible, es urgente, promover una cultura de la solidaridad, de la justicia, del amor, donde cualquier mujer sea respetada y amada desde su concepción hasta la llegada de la hora de su muerte. Lo merece simplemente en cuanto ser humano, y ello es suficiente para que la miremos y la protejamos con eficaces instrumentos de asistencia jurídica, médica, social y, sobre todo, con mucho amor.
Fernando Pascual.
Categoría:Bioética
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