Muchos hablan de Bioética, pero no todos saben exactamente de qué se trata. ¿Qué es la bioética?
Existen varias definiciones sobre esta ciencia. Entre ellas podemos fijarnos en la que ofrece la “Encyclopedia of Bioethics” preparada por Warren T. Reich. En la segunda edición (1995) Reich dice que la Bioética “puede ser definida como un estudio sistemático de las dimensiones morales (se incluyen la visión moral, las decisiones, la conducta y las opciones políticas) de las ciencias de la vida y la salud, usando distintas metodologías éticas en una visión interdisciplinar”. Para tranquilidad de algunos, aclaramos que Reich usa aquí los términos “ética” y “moral” como sinónimos.
La definición es interesante. Nos dice, en primer lugar, que la Bioética estudia las dimensiones morales de las ciencias de la vida y de la salud. Aunque es verdad que una ciencia empírica como la biología describe datos, y esto parece que no tiene que ver con la ética, también es verdad que existe una “ética de la investigación”.
En nombre de la investigación ningún científico debería matar a un niño para estudiar su cerebro, ni destruir embriones para ver si sus células troncales sirven para algo, ni quemar las plantas de una montaña para experimentar los cambios de comportamiento de los animales que allí vive. Ni tampoco es lícito inventar datos, engañar a la opinión pública, patentar descubrimientos de modo egoísta o, incluso, robar a investigadores jóvenes sus resultados para publicarlos bajo el nombre de otra persona ya con fama internacional…
Más en profundidad, la Bioética se centra en esas dimensiones éticas de quienes tocan, de un modo u otro, la vida. Por eso son innumerables los campos de acción de la Bioética. Van desde qué tipos de caricias son convenientes para la salud de los hijos hasta complicados planes nacionales para la distribución de las aguas de una región, un país o incluso un continente.
La Bioética interesa al jurista y al político (¿cómo legislar para que ninguna mujer llegue al drama del aborto?), al panadero (¿puedo usar harina en malas condiciones?), al campesino (¿puedo usar semillas genéticamente modificadas?), al industrial (¿cómo evitar la contaminación del ambiente?), y, como es lógico, a todos los médicos y sus pacientes.
Por otra parte, la definición de Reich reconoce que hay distintas visiones éticas. El problema está en que algunos piensan que su visión es “ética” (buena), cuando, en realidad, es profundamente perversa.
¿Se puede hablar de “ética nazi” o de “ética esclavista” o de “ética abortista”? Es claro que allí donde una persona o un grupo creen en principios perversos no tenemos ética, sino “antiética”, aunque ellos digan que tienen un punto de vista ético distinto de los demás.
Por eso, conviene aclarar que no toda visión que usurpe la palabra “ética” es, por eso mismo, apta para la Bioética. O, si cualquiera puede hablar de bioética, nos encontraremos con que hay bioéticas “buenas” (basadas sobre principios éticos justos) y bioéticas “malas” (basadas sobre una perversión ética profunda).
Existen otras definiciones de Bioética. Hay una que puede ser útil por su claridad y sencillez de Elio Sgreccia: “la bioética estudia la licitud de las intervenciones del hombre sobre el hombre y sobre el ambiente humano”. Es decir, la Bioética estudia todo aquello que “hacemos” sobre nuestros familiares, vecinos, amigos, conocidos y desconocidos, y aquello que hacemos en este mundo en el que vivimos.
No es indiferente tirar un cigarrillo y provocar un incendio. No es “bioético” golpear a una persona y dejarla inválida para toda la vida. No es justo negar el acceso a la comida a millones de seres humanos que no saben si mañana vivirán o si serán un número más en las estadísticas de los muertos por hambre de este año…
Estamos ante una disciplina importante, la Bioética. Es importante estudiarla con atención, para promover el valor de la vida, para respetar la dignidad de cada hombre que vive.
La vida es algo muy delicado como para jugar con ella. Pero “la vida” no es algo abstracto: no existe separada de los seres vivos. La bioética se preocupa de seres vivos, niños y viejos, plantas y animales; y también se preocupa del aire y del agua, que deben ser limpios para que no dañen a los vivientes.
Por eso nos interesa mucho que la Bioética sea buena, sea “ética”. Para nuestro bien y el de las generaciones que vendrán sobre nuestro inquieto y maravilloso planeta tierra.
Fuente: Fernando Pascual