Al estar embarazada una mujer surge un lazo natural con el bebé que va a nacer durante estos meses ella se prepara para la maternidad.
Te has preguntado ¿Que sucede con el papá? ¿Cual es tu papel como padre en esos meses y en los primeros años de tu hijo o hija?
Las investigaciones han demostrado que el rol del padre durante la primera infancia es vital. Esta comienza durante el embarazo y termina cuando el pequeño cumple seis años de edad. En ella se sienta la base para el desarrollo de las capacidades y habilidades del niño
Es por ello, que aunque la mamá pasa más tiempo cerca de su hijo, los papás deben estar comprometidos con su papel de crianza.
Para la Organización de las Naciones Unidas para la Educación , la Ciencia y la Cultura (UNESCO), estos primeros años definirán el futuro de los pequeños, pues son en los que más están expuestos a la influencia de su entorno y el contexto en que viven.
Cuando se desarrolla el cerebro de los pequeños, sus experiencias y estímulos influyen directamente en sus conexiones neuronales y no prestarles la atención debida implica consecuencias irreversibles y aumenta el riesgo de que se desarrollen problemáticas cómo comportamiento violento, deserción escolar, alcoholismo y padecimientos como depresión.
Es increíble que en los primeros mil días, el cerebro de los bebés forma nuevas conexiones a un ritmo asombroso: hasta mil conexiones por segundo, un ritmo que no se repite de nuevo.
Con cada abrazo y cada beso, con cada alimento nutritivo y con cada juego, ayudas a desarrollar el cerebro de tu bebé.
Toma en cuenta que más del 80% del cerebro de tu bebé se forma antes de los tres años.
Cómo podrás darte cuenta, tu presencia como papá es indispensable en estos años. Es por ello que comparto contigo algunos consejos prácticos que puedes seguir:
- jugar con ellos, porque en esta actividad los niños expresan sus sentimientos, aprenden y se divierten.
- abrazarlos y besarlos, porque ese contacto contribuye a su autoestima y confianza
- alimentarlos sanamente y con cariño, pues eso es clave para su desarrollo y crecimiento
- enséñales a respetar su cuerpo e integridad desde temprana edad.
Cuida mucho los pleitos y conflictos con tu pareja, y que aunque parezca que no se dan cuenta, si les afecta.
Estate atento a los cambios debido a la llegada de un nuevo miembro de la familia, si algún familiar muere, si tiene problemas para comer o dormir, o bien un cambio de escuela o trabajo. Todo esto puede llegar a afectarles.
Papá solo hay uno en su vida y estos años son básicos para que tu hijo o hija se desarrolle sanamente. ¡No los pierdas! ¡Pasan muy rápido!
LUCIA LEGORRETA DE CERVANTES. Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. YouTube LuciaLegorretaOFICIAL. Lucy_Legorretalucialegorretadecervantes
¡Nunca hemos estado tan comunicados, pero nunca tan alejados a la vez!, escuché decir a un a especialista en tecnología al referirse a la familia. Es la contradicción de estos tiempos.
Al principio me pareció una afirmación exagerada, pero a medida que reflexioné me di cuenta de que tenía razón.
Nuestra sociedad está viviendo cambios continuos, cada vez hay más medios que le permite a la persona comunicarse con los demás. Paradójicamente, este intercambio se ha vuelto más difícil.
¿Qué se puede hacer para mejorar la comunicación con nuestros hijos? Te presento 5 consejos que podrán ayudarte:
- Aprender a escuchar
Con todas las distracciones que existen resulta a veces más difícil concentrarse y poner atención.
Es necesario que cuando se vaya a establecer una plática con alguien nos dispongamos a escuchar. ¿Cómo se logra esto? Buscar un lugar que invite a la conversación, que los ruidos externos sean los menos posibles.
Es necesario hacer a un lado los pensamientos que uno tiene ya que estos también son considerados ruidos que obstruyen la comunicación.
Cuando una persona pide tiempo para platicar, es necesario dejar todo aquello que se está realizando y se prepare a escuchar, esto permitirá abrir canales de comunicación y por ende mejorarla.
Por último, no hay que olvidar el tener contacto visual, esto genera confianza y la persona siente que realmente es especial porque se le está escuchando con todos los sentidos.
- No dar consejos al menos que los pidan
Algunas personas tienden a querer solucionar los problemas de los demás. A veces se piensa que el dar un consejo puede ser de gran ayuda, pero el hijo no lo pide lo único que se puede generar es que la comunicación se interrumpa. Si se quiere dar un consejo es necesario pedir permiso; en caso de que digan que no, es probable que lo único que quieran es que se les escuche.
Esto puede resultar difícil, a veces es mejor cuestionar a la persona para que ésta encuentre la solución al problema.
- Buscar un lugar apropiado
Hay situaciones que requieren de más atención que otras, en caso de que sea algo muy importante se debe de buscar un lugar dónde existan menos distractores. Para lograr una buena comunicación hasta el más mínimo detalle cuenta: la iluminación, que el lugar sea acogedor, privado, que el clima sea bueno, la música sea tranquila y lo más importante que no exista mucho ruido externo que impida una buena conversación.
- No minimizar el problema o situación
Generalmente cuando alguien quiere hablar, es porque lo que está viviendo en ese momento es muy importante. Se puede llegar a pensar que minimizar la situación o el problema puede ayudar a la otra persona a encontrar la tranquilidad o la solución, sin embargo, lo único que se puede lograr es cortar el canal de comunicación. Se le puede ayudar a dimensionarlo, pero nunca a restarle importancia.
- Generar empatía
Para tener una buena comunicación es importante generar una empatía. ¿En qué consiste esto? En realmente comprender lo que tu hijo o hija está viviendo, sin generar juicios, simplemente tratar de ver y sentir lo que la otra persona está viviendo. Comúnmente, se dice ponerse en los zapatos del otro.
Debemos ser conscientes como padres de familia que la comunicación es una fuerza que acerca y une a los miembros de una familia. En la familia es donde cada uno es aceptado y respetado tal y como es y, en definitiva, si ese niño o adolescente vive un clima de confianza en su casa, tendrá una mayor seguridad en sí mismo y vivirá mucho más feliz.
Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta
Categoría:Vida
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Nadie se salva solo. Esta sentencia parece estar recorriendo nuestras mentes y corazones desde el inicio de la pandemia del coronavirus y, sin embargo, las medidas de contención obligan a estar solos, confinados en casa, en el mejor de los casos rodeados de la familia y, en el peor, en la soledad que desgarra.
¿Cómo resolver esta contradicción entre la necesidad de los otros y la obligación de aislarnos de ellos? Quizá haya que echar mano de un nuevo concepto que ha estado surgiendo en las conversaciones de los dirigentes de diversos países y de los organismos internacionales: una solidaridad universal.
Estar cerca del otro no necesariamente conlleva una cercanía física, lo hemos descubierto con el uso de las tecnologías que nos acercan y hasta nos permiten pasar un cumpleaños virtual con muestras de cariño que, quizá de forma presencial, no hubiéramos podido sentir. El estar en casa obliga a estar en las pantallas, es decir, no hay pretextos para no estar, para ausentarse, para evadir las llamadas, los compromisos, la responsabilidad. Estas en casa y tienes tiempo, de hecho, todo tu tiempo está disponible, a veces debatiéndose entre las obligaciones laborales y las necesidades familiares pero de que hay tiempo, eso, nadie lo puede negar.
La nueva solidaridad que proponen tendría que trascender la capacidad de estar físicamente tal como lo hemos trascendido todos desde hace varios meses, encontrar la manera de atender las necesidades de los otros –sin olvidar las nuestras- desde las trincheras de las nuevas tecnologías y de la distancia social, que no emocional.
Ante la constatación del fracaso de los sistemas gubernamentales y del colapso mayor o menor de los sistemas de salud mundiales, muchos se han cuestionado sobre la posibilidad de recurrir a un nuevo orden con una nueva gobernanza mundial que, entre otras cosas, dictara los procesos de protección de la salud de las poblaciones a nivel mundial.
Profesora e investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México.
Pensándolo a fondo no parece una mala idea considerando que una voz líder creíble y confiable, digna de seguirse por su congruencia personal y rigurosidad científica hubiera sido deseable hace varios meses, no obstante, el riesgo de centralizar las leyes y darle univocidad implica asumir el deterioro de las libertades individuales, de las democracias particulares y de la vida en común según los contextos culturales de cada país.
Ahora bien, tal vez haya que pensar esa nueva gobernanza mundial no como una persona o grupo de personas si no como un precepto: el llamado urgente a la solidaridad.
Después de constatar que lo que afecta en un lado del planeta termina por afectarnos a todos y que, en realidad y a pesar de los ideales de la modernidad, no existen las razones individuales si no los sentires comunitarios, repensar nuevas formas de vivir después de la pandemia, será incorporar a nuestros hábitos y modos de vida la actitud solidaria de saber estar más allá de las barreras físicas.
La indiferencia, el egoísmo y el odio no pueden seguir siendo los cánones que rijan la vida postpandemia, hay que dejarles paso a la compasión, a la generosidad, a la preocupación por el otro y a la atención solícita de todos y cada uno de los que habitamos la Casa Común.
Esto no significa destruir la vida política de cada país ni suplantar las autoridades locales, si no más bien, abrir la posibilidad a crear políticas públicas que tengan un enfoque mundial en donde todos los gobiernos se sientan comprometidos no ya por el bien de su país y de sus ciudadanos si no por el bien del mundo y de todos.
No hay cabida para delinear fronteras, la pandemia ha dejado claro que esto no sirve más que para generar motivos de guerra y destrucción, es necesaria una acción global que no sólo frene esta crisis mundial si no que prevenga otras que pueden acontecer en un futuro.
No hay tiempo para discutir de quién es la cura o quién sacará primero la vacuna, lo que urge ahora es trabajar por el bien común y esto exige la renuncia a la fama y a las riquezas, tan perseguidas en nuestra época posmoderna, y velar, más bien, por la satisfacción de sentirnos hermanados en el sufrimiento pero salvados por la solidaridad universal.
Autor: Dra. Marieli de los Rios Uriarte
Categoría:Bioética
Etiquetas: Bioética, Bioética para todos, coronavirus, Ética, Familia, pandemia, profesora, solidaridad, universidad anahuac mexico
Han pasado ya varias semanas, que estando todos en casa parece que transcurren más lentamente. Para mi no ha sido fácil, y estoy segura que para ti tampoco: de un día para otro nuestra vida se detuvo; para cuidar de nuestra salud y la de los otros debemos quedarnos en casa y no salir.
Quiero compartir contigo algunos consejos que puedes hacer con tu familia y así evitar pleitos, discusiones, malas palabras, violencia verbal y física que tanto daño nos hace, y que tristemente sabemos ha aumentado mucho en estas semanas de pandemia:
- Agradece algo: lo pueden hacer juntos antes de dormirse: que cada uno diga algo bueno que tuvo ese día y que quiere agradecer.
- Recen juntos: pedir por los enfermos, por los contagiados y para que esta situación termine pronto.
- Mantente informado: sigue las noticias en pequeñas dosis, ten empatía con lo que sucede alrededor del mundo y platícales a tus hijos de la gran cantidad de personas que están ayudando; doctores, policías, donadores, héroes.
- Platiquen de otros temas: ¿qué quieres ser de grande? ¿qué es lo mejor que te ha pasado, y lo más difícil?. ¿qué pasa cuando los jóvenes se drogan o toman?….
- Hablen de cómo se siente cada uno: tengo miedo, incertidumbre…ansiedad…aburrimiento…
- Vean alguna película buena en la televisión y después platíquenla en familia.
- Sé un buen vecino: si tienes algún/a vecina de la tercera edad, manteniendo una buena distancia ofrécele ayuda.
- Haz algún proyecto en familia que tengas pendiente: pintar un cuarto entre todos, arreglar una zona de la casa.
- Jueguen juntos: aprovechar este tiempo para jugar lotería, dominó, cualquier juego de mesa en familia.
- Aprendan más sobre la historia familiar: cuéntales a tus hijos sobre sus abuelos, tíos o primos. Cuando hablen por teléfono con ellos pregúntenles sobre la familia.
- Busca fotografías de la familia, que tengas en tu casa o en el celular. Tómense fotos y diviértanse compartiéndolas.
- Lee y motiva para que tus hijos lean: aprovecha para leer algún libro que tienes guardado. Si tienes hijos pequeños léeles en voz alta.
- Si te es posible ayuda a los demás o dona a alguna institución que lo necesite.
Sabemos muy bien que la violencia es una cadena: el papá agrede a su esposa; esta a su vez es violenta con sus hijos; y como consecuencia los niños en la escuela serán agresivos con sus compañeros. Como un círculo que da vueltas y vueltas.
Estoy convencida de que si cada uno de nosotros empezamos por trabajar en nuestra familia, fortaleciendo los valores humanos, nuestra sociedad sería menos violenta y más segura. Te invito a ser muy sincero y reflexionar como es tu ambiente familiar.
Leía yo esta frase que me gustó mucho del escritor Jan Blaustone: “Nunca se siente más seguro un niño que cuando sus padres se respetan”
Recuerda, lo más valioso que tenemos en la vida es nuestra familia. Cuídala mucho en estos momentos y no permites que haya violencia ni malos tratos.
Autor: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta
Categoría:Noticias
Etiquetas: Bioética, Bioética para todos, coronavirus, covid-19, Familia, pandemia, violencia
Ahora que he investigado y estudiado sobre lo que hace que una persona sea más feliz que otra, me he encontrado con la importancia de saber perdonar.
Quiero que pienses en este momento en alguna persona que te ha hecho algún daño o herido, y contesta honestamente que actitud tienes hacia él o ella:
- ¿Quiero que pague por lo que me hizo?
- ¿Me mantengo tan alejado como es posible de ella?
- Me gustaría que algo malo le sucediera
- Vivo como si esa persona no existiera
- No confío más en ella
- Quiero que la vida le de lo que merece
- Me cuesta mucho trabajo ser amable con ella
- La evito
- Voy a vengarme de ella
- Ya no tengo ningún tipo de relación
- Quiero verla dañada o miserable
- Me alejo de ella
Si la mayoría de tus respuestas fueron afirmativas, quiero decirte con tristeza que eres alguien que no sabe perdonar.
Que estás lleno de rencores y resentimientos, que vuelves a sentir eso que te hicieron hace poco o mucho tiempo, que no lo has olvidado. Y sabes lo más importante: ¡que el más afectado eres tu mismo!
El perdón es vivir el presente sin rencores ni resentimientos, es vivir con amor; es liberarte de esa atadura negativa hacia otra persona, es el mejor regalo que puedes darte a ti mismo.
Y vamos a ver el porque:
Los estudios científicos demuestran que al no perdonar tu salud física y mental se ve afectada, empiezas a enfermarte tanto por dentro como por fuera.
Las personas que saben perdonar viven más tiempo y tienen mejores relaciones con los demás.
En la comunidad: familia, escuelas, colonias y ciudades, tenemos que fomentar mucho más el perdón entre unos y otros. Esto nos permitirá vivir en armonía y paz.
Y el resultado: las personas que han sabido perdonarse a si mismas o a alguien más son en definitiva más felices.
No sabes como hacerlo, te sugiero tres ejercicios muy sencillos:
- Antes de hacer el ejercicio de perdonar a otra persona, piensa un instante en un momento en el cual TU hayas sido perdonado. Recuerda el momento en que le hiciste daño a alguien más (con tu pareja, amigo o familiar). Si alguno de estos te perdono: ¿como te lo comunicaron? ¿Cuál fue tu respuesta? ¿Porque lo hizo? ¿Le ayudó a esa persona el perdonarte? ¿Mejoró su relación?
Esto podrá ayudarte para que reflexiones en la importancia de saber perdonar, y te puedas pensar en como hacerlo.
- Imagina el perdonar: identifica a una persona que piensas que te ha ofendido. Después haz un ejercicio de imaginación en donde te acercas y empatizas con ella para ofrecerle tu perdón. Que le dirías, ¿que emociones se despiertan en ti? ¿Cuáles serían tus expresiones faciales? ¿Que sentiría tu cuerpo?
- Carta de perdón: intenta que todo tu enojo, rabia y demás sentimientos salgan y escríbelo en una carta. ¡Por favor !no la envíes!
Piensa en todas aquellas personas que te han hecho daño en tu vida, que te han lastimado y que nunca has perdonado.
¿Piensa si estas experiencias, y el no haber perdonado valen la pena? ¿Si te está impidiendo ser más feliz y vivir más tranquilo?
Si la respuesta es que si, es mejor que empieces a trabajar y perdones a esa persona: describe a detalle la ofensa que te hicieron, en que te afecto, de que otra manera de gustaría que la persona hubiese actuado y termina con una afirmación de que la entiendes y la perdonas. Recuerda: la carta no se envía.
Son tres ejercicios muy sencillos, pero profundos e importantes, trata de hacer alguno de ello. ¡Te invito el día de hoy a ya no cavilar más, a no seguirle dando vueltas a las cosas que te hicieron o dejaron de hacer!
La vida es corta y el tiempo pasa rápido, y si de algo no te vas a arrepentir nunca, es el haber perdonado a otra persona que consciente o inconscientemente te ha lastimado.
Recuerda, solo se necesita una persona para perdonar, cuando son dos se llama reconciliación.
Hoy lo puedes hacer, y sin duda alguna serás más feliz.
Autor: Lucía Legorreta de Cervantes / Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta
Se acercan en estas fechas reuniones familiares y de trabajo. Te invito a reflexionar que tantos rencores, resentimientos o deseos de venganza hay dentro de ti, con familiares, amigos o compañeros de trabajo.
Seguramente en tu vida alguna persona te ha ofendido voluntaria o involuntariamente. Esto te provoca enojo, ira, rencor y deseos de que la pague. Pero sin perdón y olvido, el resentimiento controla nuestras vidas.
Leía yo esta frase muy cierta: “si no perdonas, no puedes olvidar. Si no olvidas, no vives en paz. Y sin paz, tu amor no fluye”
A veces no es posible olvidar, pero sí que podemos lograr que ya no nos afecte lo que ocurrió. El problema es cuando consideramos lo ocurrido como inaceptable, entonces somos incapaces de perdonar.
Podemos considerar inaceptables ciertas situaciones vividas que se dan porque se han traicionado unos acuerdos, principios, no se han cumplido nuestras expectativas o no se han respetado ciertos valores.
Sea cual sea la razón de lo inaceptable, podemos aferrarnos a ella y quedarnos clavados ahí. Por mucho que no estemos de acuerdo con lo ocurrido, tenemos que aceptar los hechos.
En el mundo hay mucha rabia en contra de las injusticias. La rabia no soluciona las injusticias, sino que crea más dolor e incluso más injusticias.
El odio envenena. Afecta a nuestra salud, envenena nuestro corazón, mata nuestra paz interior, nos seca de amor y felicidad. Unas palabras sabias dicen: “¿Quieres ser feliz un momento?: véngate. ¿Quieres ser feliz siempre?: perdona”
Y este perdón es también para uno mismo. Todos cometemos errores y equivocaciones que tenemos que dejar atrás, aceptar y perdonarnos a nosotros mismos.
Algunas personas creen que perdonar es un acto de debilidad. Sin embargo, es todo lo contrario; perdonar muestra que nos hacemos dueños de nuestro bienestar y dejamos de ser víctimas del otro.
Perdonar nos permite recuperar nuestro poder interior. Sin ese dominio, nuestra mente irá una y otra vez hacia ese lugar de sufrimiento: ¿por qué a mi? ¿cómo se atrevió? Los pensamientos negativos serán constantes y los sentimientos de rabia, frustración y tristeza te acompañarán por largo tiempo.
Te invito a pensar que quien te ha hecho daño también es un ser humano, con sus debilidades y que, por la razón que sea, se ha comportado injustamente, víctima de su ignorancia, sus creencias, impulsos o propia rabia.
La rabia no se vence con más rabia. Cada persona tiene su propio valor por lo que es, no tanto por lo que ha hecho. No permitas que tu resentimiento afecte a tu vida.
Para que puedas perdonar debes de ser consciente de lo que te afectó, aceptar el sentimiento que provocó en ti esa ofensa. No rechazarlo ni esconderlo, porque si no crecerá en tu interior como un veneno o una mala hierba.
Es más sano que lo sientas y soltarlo: escribiéndolo, hablándolo con un amigo de confianza, o incluso acudir a una terapia, y verás como poco a poco se irán disolviendo.
El mejor regalo que puedes darte esta Navidad es el perdón. Recuerda: si no perdonas, no puedes olvidar. Si no olvidas, no vives en paz. Y sin paz, tu amor no fluye.
Autor: Lucía Legorreta de Cervantes
Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer.
Correo: cervantes.lucia@gmail.com
Facebook: @Lucia Legorreta
En cada uno de nosotros existe el temor, pequeño o grande, de envejecer, pero no perdamos de vista que la vida está enriquecida por el conjunto de todas sus etapas: niñez, adolescencia, juventud, madurez y vejez.
El adulto mayor enfrenta grandes retos que las nuevas generaciones no entienden. Se ignora a los viejos, se siente impaciencia con ellos.
No nos damos cuenta de que nuestros adultos mayores están tan vivos como cualquiera y sufren el rechazo del que en ocasiones son víctimas. Hay que apreciar las duras batallas que enfrentan para adaptarse a las pérdidas y buscar su nueva identidad.
Es necesarios promover un cambio de mentalidad en las personas de la tercera edad y en quienes conviven con ellas.
La discriminación hacia los adultos mayores y la falta de valoración de sus cualidades debe atacarse desde la familia para producir un cambio cultural. Una familia sin adultos mayores tiene una historia incompleta.
Hay que estar conscientes de que el proceso de envejecimiento abarca todos los aspectos de la vida humana. Hay quienes tienen vitalidad física y psíquica para afrontarlo, algunos se resignan y otros más se abandonan y el deterioro los vence.
Abordar los retos de envejecer implica realizar un esfuerzo sostenido que se manifiesta en el cuidado de la alimentación, la salud y la estabilidad emocional.
Envejecer implica un desafío para el que envejece y para los que lo rodean. Hay que mantener una actitud abierta que no compare lo que se hace con lo que se hacía; lo importante es aprender a disfrutar el nuevo ritmo de ejecución.
Hay que aprovechar las posibilidades de examinar con objetividad y serenidad los logros y fracasos obtenidos a lo largo de la vida, para conservarlos, disfrutarlos y aprender de ellos.
Debemos fomentar como familia y como sociedad un cambio de actitud ante el anciano. La familia debe reforzar sus lazos y la sociedad debe propiciar una cultura de aceptación e integración del adulto mayor.
Algunas propuestas para lograr que nuestros adultos mayores vivan en plenitud son:
- Alentarlos a emprender proyectos inmediatos que los mantengan con una actitud positiva.
- Motivarlos a evaluar sus logros de tiempos pasados para que puedan seguir aplicándolos en el presente y que asuman de la mejor manera su papel de consejeros.
- Ayudarlos a aceptar las consecuencias del proceso de envejecimiento y a no sentirse inútiles. Podemos recomendarles actividades de servicio a los demás.
- Ayudarlo a evitar el pesimismo y los pensamientos negativos.
- Compensar con cariño sus ratos de soledad y generar en ellos el sentimiento de pertenencia a la familia.
- Ayudarlos a reconocer sus capacidades y limitaciones, y a cambiar de rol aceptando su dependencia cuando sea necesario, brindándoles apoyo sin menoscabar su dignidad e individualidad.
- Acompañarlos a mirar al pasado y a aceptar su historia, a f in de que perciban con claridad lo que han cultivado a lo largo de su vida.
- Propiciar que conserven intereses propios y que aprovechen el tiempo para el cultivo de amistades y para el esparcimiento.
- Asumir la responsabilidad del bienestar de los padres: cuidado físico, económico, afectivo y de integración social, comprendiendo que es un privilegio cuidar de ellos y devolverles algo de lo mucho que hicieron por nosotros.
Aunque todavía falta mucho por hacer, como sociedad hemos avanzado en el cuidado y respeto a los adultos mayores a través de diversos programas de apoyo (descuentos, beneficios en alimentación, salud, pensiones, etc.), así como portales de información (bolsa de trabajo, beneficios fiscales, entre otros), que ayudan a las personas en esta etapa de la vida.
Sin embargo, es en el ámbito familiar donde debemos seguir luchando para que el adulto mayor encuentre en su familia el cariño y apoyo que necesita.
Muy importante es el testimonio que demos a nuestros hijos en el trato hacia los adultos mayores cercanos, principalmente nuestros padres. Si ellos observan un trato digno y de respeto hacia sus abuelos o parientes mayores, en unos años harán lo mismo con nosotros.
Recuerda: una familia sin adultos mayores, tiene una historia incompleta. Si de algo estamos casi seguros, es que tarde o temprano todos llegaremos a esa edad, y como vivamos nuestra vejez dependerá en gran parte de cómo somos actualmente con nuestros adultos mayores cercanos y lejanos.
Autor: Lucía Legorreta de Cervantes
Cargo: Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer.
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Sin duda, una de las temporadas que producen mayor inquietud en las madres y padres que trabajan, es la de las vacaciones escolares. Y es que aún cuando las han atrasado un poco, el momento llegará pronto.
Ante esto, seamos honestas y respondamos ¿me gusta que mis hijos estén de vacaciones?, o ¿mi preocupación durante el trabajo es mayor sabiendo que están en casa?
A unas semanas de que inicien, hay tiempo de planear la situación. Si tienes posibilidad de dejar el trabajo por unos días, ¡házlo! Las vacaciones pueden ayudar mucho a la familia si están bien organizadas. Al salir de la rutina, tenemos la oportunidad de relajarnos, convivir y conocer más de nuestros hijos. Para ello, no hay porqué salir a un lugar lejano o caro, lo importante es hacer algo diferente en familia, que guste y divierta a todos.
Si el trabajo no te permite salir, es recomendable buscar actividades para los hijos: cursos de verano, actividades deportivas, clases de música, pintura; o en caso de ser ya adolescentes algún trabajo relacionado con sus estudios que les ayude a mejorar como personas.
Al sugerir una convivencia más estrecha con la familia, es posible que surjan algunas reflexiones como: ¿Qué tanto me comunico con mis hijos?, ¿Qué tanto los conozco de verdad: sus gustos, miedos, aspiraciones y preocupaciones?, o bien hasta reconocer que son mis hijos, los quiero mucho, pero son lejanos a mí. Parte de estos cuestionamientos se pueden resolver identificando el tipo de comunicación que hay en el núcleo familiar.
La comunicación con mis hijos
La comunicación es un proceso dinámico que hacemos todos los días: comunicamos ideas, sentimientos, pensamientos, emociones. Parece fácil pero, según terapeutas reconocidos, el 90% de los problemas familiares son por falta de una buena comunicación.
No es sólo transmitir información: ¿Cómo te fue hoy? ¿Qué hiciste?, Mañana tienes que ir a… o hacer tal cosa. Es realmente saber decirle al otro lo que piensas o sientes y recibir del otro aquello que siente o piensa.
Existen niveles de comunicación en las familias:
– Nivel superficial: viven juntos pero no coinciden, ven televisión pero no hablan o discuten, los temas que se hablan son banales: ¿Qué tal el clima? ¿Hay mucho tráfico?; el papá trabaja todo el día, la mamá trabaja ya sea en la casa o fuera de ella, cada hijo anda por su lado. No hay unión.
– Nivel intermedio: aparentemente están unidos, a veces comparten conversaciones, consejos y opiniones, no existe intimidad, cada quien está en su “parcela”.
– Nivel profundo: se vive en familia, comparten por lo menos una comida al día, hay reuniones familiares, se escuchan, se ayudan y se tienen confianza.
Nuevamente con honestidad, respondamos ¿Cómo es la comunicación con mis hijos?: superficial, intermedia o profunda. Una vez reconocido el modelo, es posible mejorarlo. He aquí algunos consejos para una buena comunicación:
- Compartir gustos, aficiones, experiencias
- Hablar con calma
- Escuchar primero
- Estar disponible
- Que todos opinen
- Corregir a los hijos a solas
- Alegría y buen humor
- Respetar a cada miembro de la familia
- Dar las gracias y pedir las cosas por favor
- Ser cariñosos y expresivos
- Ver poco tiempo la televisión
- Hablar en positivo, evitar las críticas
- Celebrar fiestas familiares
- Organizar excursiones, vacaciones y juegos juntos
- Comer juntos por lo menos una vez al día
Es importante evitar la práctica de ciertas actitudes hacia nuestros hijos como son: burlas, insultos, amenazas, sermones, discusiones sin sentido, juicios, castigos físicos o morales fuertes, portazos, gritos, caras largas, groserías, callar al otro, o bien, actitudes de indiferencia o superioridad. Estas acciones sólo harán que nuestra comunicación sea cada vez más difícil y lejana.
Con todo esto, te invito a que aproveches el próximo periodo de vacaciones para acercarte más a ellos, para conocer realmente su forma de pensar y de sentir, y que ellos conozcan la tuya, para que en lugar de que sea una temporada de inquietud, añoremos esta magnífica oportunidad de unión familiar.
Autora: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer.
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Mucho se ha hablado del equilibrio que tiene que lograr la mujer entre su familia y su trabajo, sin embargo, estoy convencida que la lucha por este equilibrio es también tarea del hombre. Incluso, valdría la pena preguntarnos ¿hasta dónde tiene el hombre asumida su propia misión en la familia?
Antes de continuar, cambiaré las palabras de hombre y mujer, por las de papá y mamá. Hecho esto, diré que en nuestro país seguimos pensando y viviendo el viejo modelo de pareja en la que el papá es el proveedor o abastecedor económico de su familia, y es quien delega funciones, entre las cuales se encuentra el que la mamá sea quien debe educar a los hijos.
Sin embargo, tanto el padre como la madre de familia pueden dirigir su trabajo a robustecer su YO, a tener popularidad, dinero, a amar su profesión por encima de todas las cosas, o realizarlo buscando el bien de su familia.
En este sentido, considero que el trabajo debe estar subordinado a la familia y no situarlos al mismo nivel, ya que el motor del trabajo es la familia, pero el motor de la familia es mucho más amplio, es el amor.
De hecho, importa menos fracasar en el trabajo si la persona continúa siendo admirada y apoyada por su propia familia. En cambio, una vez rota la familia se incrementa la probabilidad de fracasar también en el trabajo.
Esto lo digo porque los hijos necesitan, desde que nacen, el apoyo y apego de su padre. La excesiva presencia del padre en el trabajo, no justifica su ausencia en la vida de familia. Hoy en día, esto es un punto importantísimo y considero que muchos de los padres actuales ni siquiera se han planteado el problema.
Se ha demostrado que la ausencia física del padre puede hacer mucho más daño psicológico a su hijo que la natural ausencia que se produce cuando el padre muere.
Algunas de las consecuencias – estudiadas por expertos- ante la ausencia del padre pueden ser: disfunciones cognitivas, déficits intelectuales, privación afectiva, inseguridad, baja autoestima o mal desarrollo de la identidad sexual
Recuerdo lo que dice Aquilino Polaino, gran psiquiatra y profesor universitario, al señalar que: “algunos de mis alumnos tienen problemas y no los tendrían, seguro estoy de ello, si hubieran tenido el necesario afectivo y efectivo contacto con su respectivo padres varones….en muchos de ellos se advierte el hambre de paternidad, que sólo puede satisfacerla su propio padre”.
También en la Universidad de Valencia se ha investigado al respecto. Ahí se llevó a cabo un estudio entre niños de siete y catorce años, preguntándoles cuáles eran las dos cosas que los hacía más felices; casi un 90% contestó: estar con mis papás y tener hermanos.
Reconozcamos que muchas veces los papás estamos inmersos en el trabajo con la idea de generar bienes materiales, pero nos olvidamos de estar con los hijos, en especial, es el hombre quien se pierde de ese gran valor y satisfacción que da el ser un auténtico padre de familia.
En el matrimonio y en el hogar hay dos cabezas que pueden alternarse, suplirse, complementarse, delegarse, o actuar simultáneamente según convenga a los hijos y a la familia.
Sin duda, más allá de la parte económica lo que realmente nos debe importar es el patrimonio vital, esto es, las vivencias que desde niños guardamos en el corazón y que recordamos por siempre.
De ahí que puede ser interesante preguntarnos ¿Qué nos gustaría que nuestros hijos recordaran de nosotros como padres, de la educación que les estamos dando? O simplemente ¿Qué recuerdos tenemos de nuestro papá?
Si tu respuesta no es tan clara, ahora es el momento de hacer cambios que nos haga replantear el significado de la paternidad, vale la pena intentarlo ¿no crees?
Autor: Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.
Contacto: lucia@gmail.com
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La bioética se encuentra en estado de asedio. La investigación avanza con rapidez, abre fronteras, promete conquistas. La bioética va “detrás”, con buena voluntad y con no pocos obstáculos.
¿Cómo valorar los descubrimientos que se suceden con rapidez vertiginosa? ¿Cómo estar al día ante las novedades de los laboratorios y las prisas de los periodistas?
Esta situación de asedio no debería apartar a la bioética de su vocación original: tratar argumentos y problemas que quizá a algunos parecen “viejos”, pero que tocan la vida de millones y millones de personas. Anticoncepción, aborto, comportamientos peligrosos, alcohol, droga, epidemias, desnutrición, uso de medicinas, esterilidad, son temas que conservan una actualidad rabiosa y en los que la bioética tiene que hacer oír su voz, sin quedar atrapada en los problemas de última hora.
Necesitamos, por lo tanto, una bioética de amplio respiro, capacitada para estudiar los temas más novedosos, sin dejar por ello de ofrecer la justa atención a los temas “clásicos” que afectan a la mayoría de la población. El ambiente y la ecología, el sistema sanitario y la relación entre el médico y el enfermo, la diferencia entre tratamientos proporcionados y desproporcionados, han de ser afrontados y discutidos al mismo tiempo que se ofrece un juicio de valor sobre la clonación, sobre la transferencia nuclear de material genético humano a óvulos de animales, sobre la ingeniería genética aplicada a los cereales, etc.
Queremos ahora reflexionar sobre algunos importantes retos de la bioética, de hoy y de siempre, porque la bioética no puede quedar encerrada en los temas de última hora, en la noticia que acaba de salir en la prensa mundial. Tiene que afrontar, como algo prioritario, los problemas que más tocan a la vida de la gente, esos de cada día, de cada hora, en la familia y en el trabajo, en el hospital y en la calle.
Consideraremos primero los retos más generales, comunes, “clásicos”, en el contexto del mundo actual. En segundo lugar, veremos algunos nuevos retos de la bioética, “de frontera”, según los avances científicos que son objeto de atención en el mundo periodístico y que tienen gran interés para muchos laboratorios y para los gobiernos, pero que tardarán años, quizá muchos años, antes de llegar a ofrecer aplicaciones concretas para la gente.
Fuente: Fernando Pascual
Categoría:Bioética
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