Dra. María Elizabeth De los Rios Uriarte
Profesora e investigadora de la Facultad de Bioética
Universidad Anáhuac México
La pandemia por COVID en el mundo ha descubierto la frágil seguridad de la razón humana y nos ha abierto los ojos para darnos cuenta de que necesitamos acompañar la medicina y la técnica de una reflexión ética que nos permita tomar decisiones orientadas hacia salvaguardara aquellos valores que nos son más importantes: la vida, la dignidad, la integridad y la autonomía.
Decisiones sobre la asignación de recursos escasos, inicio o retiro de tratamientos o procedimientos médicos, consideraciones éticas para aminorar los sufrimientos de los pacientes terminales, etc, son sólo algunos de los ejemplos que dejan al descubierto la necesidad de contar con principios que dirijan nuestra conducta humana.
Ante estos escenarios de dudas inquietantes, la bioética cobra un papel preponderante pues, al ser una ciencia interdisciplinaria, convoca al diálogo para buscar soluciones integrales y orientar la toma de decisiones éticas.
Esta disciplina se remonta hasta 1927 cuando el teólogo protestante Fritz Jahr acuña el término Bio-Ethik para referirse a la ética del comportamiento humano pero no es si no hasta 1971 cuando el oncólogo holandés Van Ranssaeler Potter en su obra “Bioethics: bridge to the future” lanza a la fama el término de bioética para hacer referencia a la genuina preocupación por el cuidado del medio ambiente.
Con el paso del tiempo, la evolución del término ha ido centrándose en aquellas preguntas que giran en torno a las ciencias de la salud y de la vida en relación al comportamiento humano, es decir, la Bioética funge como brújula para orientar el qué hacer de los seres humanos frente a la vida y la salud.
Si bien es cierto que existen varios modelos de pensamiento en Bioética y que ésta, al considerar en su análisis los aspectos contextuales de cada país y de cada persona, no es menos cierto que, en términos generales, la Bioética permite la reflexión sobre lo que es bueno y ético y sobre lo que no lo es y, con ello, impulsa a elegir lo primero por encima de los segundo.
La complejidad de la Bioética radica en su método pues, de suyo, es una interdisciplina en donde confluyen, al menos, tres ciencias: la medicina, la filosofía y el derecho. Es por ello que hoy en día existen instituciones académicas que brindan programas de formación sólidos en esta materia y que han luchado contra los estigmas tradicionales que intentan rebajar el riguroso y sistemático estudio de esta interdisciplina a meras elucubraciones subjetivas.
En México, la Bioética ha ido cobrando fuerza gracias a los esfuerzos de la Comisión Nacional de Bioética y las instituciones educativas, concretamente, desde 2011 cuando se adiciona el artículo 41 bis y se reforma el artículo 98 de la Ley General de Salud para establecer la exigencia de que todas las instituciones de salud cuenten con un Comité Hospitalario de Bioética que deberá operar regularmente, estar conformado por personas que tengan formación previa, ser interdisciplinario y renovarse cada tres años.
Lo anterior ha sido un esfuerzo loable para impulsar la Bioética en el país; no obstante, aún tenemos que hacer más: necesitamos seguir preparando bioeticistas profesionales para llevar la bioética a la cama de los pacientes, estar a lado de médicos, pacientes y familias para coadyuvar a tomar las decisiones que salvaguarden la vida y a dignidad de los enfermos y que sean capaces de brindar respuestas rápidas y eficaces ante los dilemas éticos que los tiempos actuales presentan.
La necesidad de recurrir a la Bioética ha sido evidente en los últimos meses dada la complejidad de los cursos de acción a nivel sanitario. La demanda es altísima, la posibilidad de cubrirla aún escasa. ¿Asumiremos el reto cultural, económico y profesional de prepararnos e impulsar la Bioética en México?
Categoría:Bioética
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