¿Qué alternativas existen cuando una adolescente no casada empieza un embarazo? Para algunos, existen dos alternativas: tener el hijo, con las diversas problemáticas que ello implica en la vida de la adolescente; o provocar el aborto, que también conlleva secuelas y consecuencias sumamente graves, sobre todo porque el aborto es siempre un acto injusto que suprime la vida de un hijo inocente.
Plantear así la cuestión es insuficiente. Porque existe una tercera alternativa: dar al hijo en adopción. Si no queda abierta esta puerta, muchas adolescentes sentirán que el mundo se les viene encima ante un test positivo de embarazo, y sufrirán presiones de todo tipo para que comentan el gesto dramático de eliminar la vida del propio hijo.
En el horizonte de esta temática, hay un punto que conviene no perder de vista: siempre que inicia un embarazo nos encontramos ante una nueva vida. Esa vida, ese hijo, existe desde un padre y una madre. Serán dos personas muy jóvenes, quizá no estarán preparadas para lo que significa atender a su hijo, tal vez serán adultos abrumados por un sinfín de problemas personales y laborales. En cualquier situación, no podemos olvidar lo más importante: ha empezado a vivir un ser humano indefenso, pequeño, pobre, que necesita ser acogido, ayudado y amado.
Por eso, la sociedad está llamada a ofrecer ayudas concretas y eficaces para asistir a las mujeres más jóvenes (y también a las adultas), solteras o casadas, con o sin trabajo, para que la noticia de un embarazo no se convierta en una carrera contra reloj en la que muchos piden algo sumamente injusto: el aborto del hijo. Al contrario, los padres de familia, los amigos, los tutores, los ginecólogos, y las diversas personas implicadas, pueden hacer mucho para dar una nueva perspectiva a la situación.
Frente a quienes prefieren empujar a las mujeres a abortos presentados en muchas ocasiones como algo fácil y casi automático, hay que responder con una cultura de la responsabilidad y del amor en la que nadie pueda ser excluido, sobre todo si ese alguien es un hijo pequeño, indefenso, en camino hacia ese día magnífico, siempre magnífico, del nacimiento.
Esa cultura explorará caminos y abrirá posibilidades éticamente válidas y, sobre todo, justas, para que la adolescente embarazada o la mujer adulta pueda vivir con más serenidad y paz los meses del embarazo, para que encuentre la mejor manera de atender y cuidar a ese hijo que lleva dentro de sus entrañas, para que sepa afrontar la situación no como un peso, sino como una misión en la que el amor y la esperanza permitan encontrar las mejores alternativas para ella y para el hijo.
Fuente: Fernando Pascual