No puedo evitar que mi piel se erice al ver las imágenes de la marcha del 8 de marzo en la Ciudad de México. Una sociedad organizada y con un fin en común, no sólo mujeres si no hombres: papás, hermanos, novios, esposos, amigos que se unen para reconocer la urgencia de un problema que nos aqueja a todos pero principalmente a las mujeres: la violencia.
Al tiempo que sigo la marcha y me uno desde mi trinchera el paro convocado el día de mañana tampoco puedo evitar que haya una pregunta merodeando mi cabeza: ¿qué va a pasar después?
¿Una marcha más?, ¿una manifestación más para exigir respuestas y justicia? ¿un movimiento mas? Ojalá que no!
Por primera vez desde hace muchos años, estamos presenciando un momento histórico; tenemos una sociedad organizada, tal vez por hartazgo, tal vez por indignación o por pura solidaridad pero al fin encontramos algo que nos une a todos: mujeres y hombres, mexicanos y extranjeros, de todas las clases sociales, de todas las razas, de todos los orígenes y de todas las etnias.
El objetivo es sólo uno: hacer visible lo que, por años, ha permanecido invisibilizado, minimizado, ignorado o ni si quiera nombrado: nuestra dignidad, como mujeres, como personas, como seres humanos.
Ese logramos tener la atención incluso de quienes se burlan de nuestro movimiento e ignoran nuestra indignación, hoy marcamos un antes y un después en la historia de nuestro país. Los periódicos y medios de comunicación llevan ya días ofreciendo datos de lo alarmante que es una violencia ejercida hacia sectores específicos de la población, hoy hacia las mujeres pero mañana podría ser hacia adultos mayores, niños, hombres, indígenas o empresarios.
No perdamos de vista que igual de indignante es la violencia en contra de las mujeres que la ejercida en contra de cualquier persona, lo importante no es hacia quién va dirigida si no el acto mismo de violentar, lastimar, amedrentar y matar.
Ojalá que mañana y pasado y el siguiente mes y las próximas estaciones y los siguientes años el 8M día no se vuelva memoria si no constante y perpetua voluntad de lucha, permanente condición insatisfecha.
Recordar ese día no tiene ningún sentido porque no es un día lo que hay que recordar si no un despertar de mujeres, si, pero también, de una sociedad y de una humanidad que rechaza la marginación, el desprecio, el descarte, que clama justicia y solidaridad, que niega cualquier forma de descarte y que se pronuncia a favor de la vida, ¿de cuál vida? De TODA VIDA.
No nos quedemos sólo en el 8M, hoy apenas comenzamos, el camino es largo aún, el sol quema y la lluvia arrecia, el paraje a veces será desierto e inhóspito, duro el caminar en estas condiciones pero que si para algo ha de servir este día sea para recobrar el aliento y animar el espíritu porque justo cuando el andar sea cuesta arriba es cuando más hay que apretar el paso.
Que este día no quede en “ese día” si no en “siempre”. No olvidemos también que, en ese “siempre” existen muchas mujeres que no aparecieron en la escena pública, que no van a parar sus actividades y que siguen sumergidas en la aceptación resignada de su condición.
Que nuestra lucha, la de quienes si podemos salir a las calles a manifestarnos, la de quienes si podemos unirnos al paro nacional del 9M, la de quienes sí podemos tener una voz, no sea nuestra si no de ellas porque para eso somos mujeres y para eso somos personas: para levantar la voz por quienes no la quieren o pueden tener.
Hoy somos testigos de un reclamo social no sólo de los mexicanos si no de todos y todas: la paz es nuestro sueño y las conquistas son de quienes, un día, se atrevieron a soñar.
¡Que no pare aquí! ¡Que nuestra lucha no se desvanezca nunca!
Autor: Dra. María Elizabeth de los Ríos Uriarte
Profesora de la Facultad de Bioética
Universidad Anáhuac México
Categoría:Vida
Etiquetas: Bioética, Bioética para todos, Ética, HacenFalta, Mujeres, UnDiaSinMujeres