Al estar embarazada una mujer surge un lazo natural con el bebé que va a nacer durante estos meses ella se prepara para la maternidad.
Te has preguntado ¿Que sucede con el papá? ¿Cual es tu papel como padre en esos meses y en los primeros años de tu hijo o hija?
Las investigaciones han demostrado que el rol del padre durante la primera infancia es vital. Esta comienza durante el embarazo y termina cuando el pequeño cumple seis años de edad. En ella se sienta la base para el desarrollo de las capacidades y habilidades del niño
Es por ello, que aunque la mamá pasa más tiempo cerca de su hijo, los papás deben estar comprometidos con su papel de crianza.
Para la Organización de las Naciones Unidas para la Educación , la Ciencia y la Cultura (UNESCO), estos primeros años definirán el futuro de los pequeños, pues son en los que más están expuestos a la influencia de su entorno y el contexto en que viven.
Cuando se desarrolla el cerebro de los pequeños, sus experiencias y estímulos influyen directamente en sus conexiones neuronales y no prestarles la atención debida implica consecuencias irreversibles y aumenta el riesgo de que se desarrollen problemáticas cómo comportamiento violento, deserción escolar, alcoholismo y padecimientos como depresión.
Es increíble que en los primeros mil días, el cerebro de los bebés forma nuevas conexiones a un ritmo asombroso: hasta mil conexiones por segundo, un ritmo que no se repite de nuevo.
Con cada abrazo y cada beso, con cada alimento nutritivo y con cada juego, ayudas a desarrollar el cerebro de tu bebé.
Toma en cuenta que más del 80% del cerebro de tu bebé se forma antes de los tres años.
Cómo podrás darte cuenta, tu presencia como papá es indispensable en estos años. Es por ello que comparto contigo algunos consejos prácticos que puedes seguir:
- jugar con ellos, porque en esta actividad los niños expresan sus sentimientos, aprenden y se divierten.
- abrazarlos y besarlos, porque ese contacto contribuye a su autoestima y confianza
- alimentarlos sanamente y con cariño, pues eso es clave para su desarrollo y crecimiento
- enséñales a respetar su cuerpo e integridad desde temprana edad.
Cuida mucho los pleitos y conflictos con tu pareja, y que aunque parezca que no se dan cuenta, si les afecta.
Estate atento a los cambios debido a la llegada de un nuevo miembro de la familia, si algún familiar muere, si tiene problemas para comer o dormir, o bien un cambio de escuela o trabajo. Todo esto puede llegar a afectarles.
Papá solo hay uno en su vida y estos años son básicos para que tu hijo o hija se desarrolle sanamente. ¡No los pierdas! ¡Pasan muy rápido!
LUCIA LEGORRETA DE CERVANTES. Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. YouTube LuciaLegorretaOFICIAL. Lucy_Legorretalucialegorretadecervantes
El 19 de octubre de 2005 era aprobada, en la Conferencia general de la UNESCO, una “Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos”.
Esta Declaración contiene una serie de principios (artículos 3-17) entre los que encontramos el principio de “respeto de la vulnerabilidad humana y la integridad personal” (artículo 8). El texto de este artículo es el siguiente:
“Al aplicar y fomentar el conocimiento científico, la práctica médica y las tecnologías conexas, se debería tener en cuenta la vulnerabilidad humana. Los individuos y grupos especialmente vulnerables deberían ser protegidos y se debería respetar la integridad personal de dichos individuos”.
Surge espontánea la pregunta: ¿quiénes son los “individuos y grupos especialmente vulnerables”?
En una primera respuesta, podríamos decir que son todos aquellos que cuentan con pocos medios para defender sus propios derechos. Lo cual ocurre, principalmente, por dos motivos: o porque carecen por sí mismos de hacer valer su voz; o porque otros han decidido marginarlos, discriminarlos, maltratarlos o perseguirlos.
Sin ser exhaustivos, podemos recordar cuántos son los seres humanos “especialmente vulnerables” por uno o por los dos motivos anteriormente mencionados a la vez: los bebés, los niños, los enfermos (especialmente los enfermos mentales), los ancianos, los pobres, los refugiados, las mujeres en muchos lugares del planeta, etc.
A la lista anterior habría que añadir un grupo de seres humanos cada vez más abandonados y desprotegidos: los embriones y los fetos.
Tanto en el seno materno como en muchos centros de reproducción asistida (embriones recién producidos o embriones congelados), estos seres humanos viven en una situación de especial vulnerabilidad. En muchos países, porque es legal su eliminación a través del aborto, sea por decisión de la madre, o sea por decisión de otras personas que obligan a la madre a abortar. En otros países, porque sin ser legal, muchos recurren al aborto clandestino.
Respecto de la reproducción asistida (artificial), hay que recordar que en algunas de las técnicas usadas suelen morir uno o varios embriones por cada hijo que llega a nacer. En ocasiones, algunos de esos embriones son eliminados por una mentalidad discriminatoria que desecha las vidas de quienes puedan tener defectos genéticos o no reúnan características deseadas por sus padres.
Además, miles y miles de embriones están congelados en muchos centros de reproducción asistida. El riesgo de daños en esos embriones cuando sean descongelados es muy alto: están en una situación de alta vulnerabilidad. No faltan grupos de presión que desean usarlos para el “progreso” científico, como si se tratase de material biológico disponible para la investigación, lo cual significa olvidar la dignidad que tienen esos embriones en cuanto seres humanos.
Hay que promover, por lo tanto, una cultura de respeto hacia el ingente número de embriones y fetos que hoy se encuentran desamparados, sin protección legal dentro o fuera del seno materno. Esos embriones y fetos pertenecen al “grupo” de seres “especialmente vulnerables” que han de ser protegidos. No sólo porque lo diga la UNESCO en su “Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos”, sino porque lo exige la justicia. Sobre todo, porque lo exige, de un modo mucho más profundo y más rico, el amor hacia cada uno de nuestros hijos, especialmente los más pequeños y vulnerables: los embriones.
Fuente: Fernando Pascual