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Etiqueta: Vida

Emplear el dinero para la vida
Emplear el dinero para la vida

Empresas, corporaciones, personas particulares, entregan su dinero a grupos que promueven el aborto, a quienes buscan la muerte de los hijos antes de nacer.

Esto ocurre porque esas corporaciones y esas personas no saben que la asociación “X”, que el centro “Y”, que la ONG “Z”, defienden y usan el dinero donado para la muerte.

Gracias a ese dinero, y al dinero de quienes trabajan sin descanso para que el aborto aumente en el mundo, existen tantas iniciativas llevadas a cabo por grupos abortistas para engañar a las personas, para promover la mal llamada “salud sexual” (si fuera salud, no incluiría nunca el aborto), para difundir publicaciones sobre “educación sexual” que deseducan y destruyen los auténticos valores, etc.

Por eso es urgente abrir los ojos y ver a dónde va nuestro dinero. No podemos permitir que personas de buena voluntad sean engañadas y ofrezcan donativos a grupos que van contra la vida, contra la salud, contra la educación, contra la justicia, porque promueven uno de los actos más injustos que existe actualmente en el mundo: el aborto.

Frente a esta situación, es urgente individuar qué grupos están a favor del aborto y desvelar cómo promueven sus proyectos asesinos. Una vez individuados, hay que informar a las personas honestas y a las asociaciones para que no sean engañadas por esos grupos, para que nunca vuelvan a darles donativos.

Al mismo tiempo, hay que promover a los grupos, asociaciones o personas particulares que trabajan día a día para ayudar a las madres, para cuidar a los bebés en las zonas más pobres, para defender la verdadera salud (porque salud es lo más contrario que existe al aborto), para difundir una sana y auténtica educación sexual en la familia, para que ninguna mujer sea presionada a abortar, sino que todas sean ayudadas a llevar adelante el embarazo.

Es triste constatar la cantidad de dinero con la que son apoyados grupos enemigos del hombre y de la vida, y la falta de medios económicos en la que trabajan grupos que dicen sí a la vida y a los derechos humanos más elementales.

Decía Quevedo que “poderoso caballero es don dinero”. El movimiento abortista empezará a perder la fuerza con la que ha logrado embaucar a millones de personas y a difundir el crimen del aborto en tantas ciudades y naciones cuando deje de recibir dinero de todos aquellos ciudadanos honestos y asociaciones que hasta ahora han sido engañados y han dado su dinero para el mal.

A la vez, el mundo volverá a respirar con un pulmón distinto cuando ese dinero sirva para lo que tiene que servir: para el bien. Y cuando más y más corazones reconozcan lo que todos sabemos pero muchos no llegan a ver ofuscados por el engaño o las pasiones: que cada vida humana, desde que inicia en el seno materno hasta que termina sus días, es siempre algo maravilloso, que merece nuestros mejores esfuerzos y nuestro cariño.

Fuente: Fernando Pascual

Alternativas ante embarazos problemáticos
Alternativas ante embarazos problemáticos

¿Qué alternativas existen cuando una adolescente no casada empieza un embarazo? Para algunos, existen dos alternativas: tener el hijo, con las diversas problemáticas que ello implica en la vida de la adolescente; o provocar el aborto, que también conlleva secuelas y consecuencias sumamente graves, sobre todo porque el aborto es siempre un acto injusto que suprime la vida de un hijo inocente.

Plantear así la cuestión es insuficiente. Porque existe una tercera alternativa: dar al hijo en adopción. Si no queda abierta esta puerta, muchas adolescentes sentirán que el mundo se les viene encima ante un test positivo de embarazo, y sufrirán presiones de todo tipo para que comentan el gesto dramático de eliminar la vida del propio hijo.

En el horizonte de esta temática, hay un punto que conviene no perder de vista: siempre que inicia un embarazo nos encontramos ante una nueva vida. Esa vida, ese hijo, existe desde un padre y una madre. Serán dos personas muy jóvenes, quizá no estarán preparadas para lo que significa atender a su hijo, tal vez serán adultos abrumados por un sinfín de problemas personales y laborales. En cualquier situación, no podemos olvidar lo más importante: ha empezado a vivir un ser humano indefenso, pequeño, pobre, que necesita ser acogido, ayudado y amado.

Por eso, la sociedad está llamada a ofrecer ayudas concretas y eficaces para asistir a las mujeres más jóvenes (y también a las adultas), solteras o casadas, con o sin trabajo, para que la noticia de un embarazo no se convierta en una carrera contra reloj en la que muchos piden algo sumamente injusto: el aborto del hijo. Al contrario, los padres de familia, los amigos, los tutores, los ginecólogos, y las diversas personas implicadas, pueden hacer mucho para dar una nueva perspectiva a la situación.

Frente a quienes prefieren empujar a las mujeres a abortos presentados en muchas ocasiones como algo fácil y casi automático, hay que responder con una cultura de la responsabilidad y del amor en la que nadie pueda ser excluido, sobre todo si ese alguien es un hijo pequeño, indefenso, en camino hacia ese día magnífico, siempre magnífico, del nacimiento.

Esa cultura explorará caminos y abrirá posibilidades éticamente válidas y, sobre todo, justas, para que la adolescente embarazada o la mujer adulta pueda vivir con más serenidad y paz los meses del embarazo, para que encuentre la mejor manera de atender y cuidar a ese hijo que lleva dentro de sus entrañas, para que sepa afrontar la situación no como un peso, sino como una misión en la que el amor y la esperanza permitan encontrar las mejores alternativas para ella y para el hijo.

Fuente: Fernando Pascual

Transhumanismo
Transhumanismo

En este tiempo, somos testigos de cómo la ciencia y especialmente la tecnología, ofrecen
alternativas extraordinarias para mejorar sustancialmente la vida de las personas que sufren de
alguna discapacidad.

Algunos ejemplos loables son las prótesis avanzadas que incluso permiten a algunos atletas
participar en competencias casi sin ninguna desventaja o las nuevas tecnologías que dan
oportunidad a los sordos para oír y a los ciegos para ver.

No obstante, el Transhumanismo es otra cosa. Este sugiere, antropológicamente, que estaríamos
en una etapa de “transición” entre el homo sapiens y el homo technologicus, el cual dependería
más de la ingeniería genética, la manipulación embrionaria y fetal, la medicación, que de su propia
naturaleza y biología.

Esto, que parecería parte de la Ciencia Ficción se impulsa y desarrolla. Es el sueco Nick Bostrom,
profesor de la Universidad de Oxford y Presidente de la Asociación Transhumanista Mundial es
uno de sus grandes promotores partiendo de Darwin y de los fundamentos de la Ingeniería
Genética.

El Transhumanismo no está tan lejos de nosotros. Tomemos como ejemplo el caso de algunos
medicamentos que están “de moda” para potenciar las capacidades de estudio en los jóvenes.
También las operaciones estéticas extremas o los implantes que animalizan a las personas.
Este fenómeno se centra en lo material y lo funcional, dejando de lado todas las características
trascendentales de la Persona humana y por tanto su dignidad.

Debemos estar muy atentos a las implicaciones bioéticas de estos procedimientos y propuestas,
de lo contrario, queridos lectores, probablemente estaríamos enfrentando el exterminio del
hombre, por el hombre fundamentado en una utopía.

Nos veremos la próxima semana con un nuevo artículo y una nueva reflexión.

MBPP

Supervivientes de un aborto
Supervivientes de un aborto

Los supervivientes del aborto son un grito profundo en favor de la justicia y de la vida, un reto que puede destruir los sofismas de los defensores de la mentalidad abortista.

Para quienes defienden el aborto para “tutelar” la libertad de elección de la mujer, pues sólo ella decide sobre su cuerpo y sobre la vida o la muerte de quien crece dentro de ella, el superviviente del aborto llega a convertirse en un “atentado”, una herida, que limita la libertad femenina.

La existencia de ese niño no era querida, no era amada, no era protegida. Tras un aborto fracasado, el superviviente dice a su madre y al mundo que es alguien, que necesita cariño, que vale por sí mismo, que ha logrado pasar la prueba de un proyecto asesino, que también él tiene derecho a elegir, a caminar en el mundo de los vivos.

Para quienes consideran que los médicos tienen un “deber” de realizar un aborto seguro y de calidad si una mujer lo pide dentro del respeto de las “leyes”, el superviviente de un aborto denuncia la impericia o el fracaso de un acto orientado a la muerte. Lo cual lleva al absurdo de pensar que fue “mal médico” quien no consiguió suprimir una vida humana, quien permitió el nacimiento de un niño no deseado, quien en muchos casos dejó cicatrices y heridas más o menos graves en un cuerpo indefenso.

La verdadera medicina, sin embargo, no busca la muerte de nadie ni pretende dañar en su cuerpo a seres humanos muy pequeños. En otras palabras, nunca será un “fracaso médico” el que un embrión o un feto haya sobrevivido al injusto y cruel acto que buscó acabar con su vida. El verdadero fracaso consiste, tristemente, en que sí haya abortos “seguros” y “bien hechos”, en que se use una ciencia destinada a servir la vida para provocar la muerte de un hijo desprotegido.

Para quienes piensan que el aborto sería justo simplemente por el hecho de haber sido autorizado a través de una votación del parlamento o de un referéndum popular, el superviviente de un aborto podría convertirse en un enemigo de la legalidad, un “error” de quienes no supieron respetar las leyes.

¿Es que la existencia de un niño puede ser considerada como una infracción, como un daño a un sistema jurídico, como la privación de un “derecho” de la mujer? ¿No será, más bien, que una sociedad está totalmente desquiciada cuando permite el aborto y promueve el que los médicos usen su saber contra la vida?

Los supervivientes del aborto son seres humanos tan dignos como tú y como yo. Su existencia, tal vez sus heridas, nos piden, nos suplican, nos empujan a trabajar decididamente por terminar con el aborto en todas sus formas.

Por respeto a ese niño, por deseo de ayudar a la madre en su vocación al amor, por sentido de justicia, buscaremos promover leyes y comportamientos solidarios, con hospitales y con médicos al servicio de la salud y de la vida del más indefenso: el ser humano antes del maravilloso día de su parto.

Fuente: Fernando Pascual

Tres modelos de ecología
Tres modelos de ecología

La ecología parece ser una ciencia reciente, pero no lo es. En mayor o menor medida los hombres del pasado se han preocupado por el ambiente: por la limpieza de los ríos, por la belleza de los bosques, por la salud y conservación de los animales y de los peces. Muchas veces han pensado cómo adornar las ciudades, cómo levantar nuevos parques, cómo conocer más y mejor los misterios de la vida.

Podemos recordar, en el mundo griego, los proyectos de Platón para construir una ciudad ideal, pensada para vivir en armonía con el ambiente exterior, o en los estudios de Aristóteles sobre los animales y las plantas. Los hebreos soñaban una tierra prometida donde abundase la leche y la miel, o donde el niño pudiese jugar con el león. Muchos otros pueblos han celebrado ritos y fiestas por los cambios de la luna, por la llegada de las lluvias, por la primera cosecha, y han soñado en momentos de paz y de equilibrio entre hombres y animales.

A simple vista, todas las ecologías podrían ser iguales. Buscarían conocer a fondo las distintas relaciones que existen entre los seres vivos y el ambiente que los rodea. Pero enseguida notamos diferencias profundas. Intentemos presentar, entre otros, tres modelos distintos de ecología.

El primer modelo se limita simplemente a ver cómo están las cosas y qué cambios se están produciendo, sin decir nada sobre si es bueno o es malo lo que ocurre. Es una ecología “neutra”. Si un volcán quemó miles de árboles e hizo que muriesen ardillas, jabalíes y coyotes, constatará el hecho, sin mayores problemas. Ocurrió esto y basta. Lo mismo se aplica a la contaminación: los hombres crean fábricas que contaminan, y los animales (no sólo animales, sino también muchos hombres) mueren por culpa de los gases tóxicos. ¿Es esto algo bueno o malo? La ecología neutra no se pronuncia ni quiere pronunciarse sobre esto: describe y basta.

El segundo y tercer modelo se parecen, pues creen que se puede distinguir entre cambios buenos y cambios malos. Se diferencian, sin embargo, a la hora de determinar cuáles cambios ecológicos sean buenos, cuáles malos, y por qué. El segundo modelo toma como punto de referencia una situación ideal, en la que sería bueno que todos los organismos pudiesen convivir con un cierto equilibrio, sin realizar entre las especies animales y vegetales ninguna discriminación. Así, consideran que el clima de los últimos siglos, sus glaciares y desiertos, las especies animales y vegetales que han dominado en amplias llanuras o en selvas ecuatoriales, son algo bueno en sí, que habría que conservar. Algunos de estos ecologistas ven, como principal enemigo de este equilibrio ecológico, al ser humano (no a todos), en cuanto que ha creado industrias y sistemas de vida que han destruido millones de hectáreas de bosques, han contaminado ríos y mares, y han terminado con la vida de millones de animales y plantas. Algunas especies, incluso, se han extinguido para siempre.

Según el criterio de bien que se escoge en este modelo, habría que tomar soluciones profundas, aunque nos puedan resultar dolorosas: disminuir el nivel de vida de los ricos, impedir a los pobres que copien los malos ejemplos de los países industrializados, controlar la natalidad. Habría que conseguir, por ejemplo, la eliminación radical de los coches de combustión; o volver al sistema de cultivos naturales sin el uso de fertilizantes (aunque baje la producción: ya luego veremos cómo dar de comer a todos los hombres que piden alimento…). No falta quien dice que sería bueno disminuir el número de seres humanos del planeta, para conseguir así un equilibrio ecológico idealizado. Los caminos para esta disminución pueden ser muchos: desde la esterilización de millones de mujeres (a veces incluso por medio de engaños o de presiones de todo tipo) hasta el aborto promovido como medio de control natal. Dentro de esta perspectiva hay quien ha llegado a decir que el ser humano es como un tumor o un cáncer que está dañando a la tierra. Quien afirma esto sabe cuál es la “solución”: los tumores se curan eliminándolos…

El tercer modelo de ecología también habla de un “bien” y un “mal” a la hora de valorar cada ecosistema, pero establece el criterio de lo que se debe hacer o evitar no en función del equilibrio en sí, sino en función del ser humano. Es una ecología de tipo humanístico. Es bueno cuidar el agua, el aire, la temperatura o la belleza de los bosques, y es bueno porque todo ello hace más hermosa y más digna la vida de los hombres. De los de hoy, de los que ya están viniendo (esos millones de embarazos que se producen cada mes), y de los que vendrán. El hombre, en esta perspectiva, no es el malo del planeta, ni un “cáncer”. No hay que promover la esterilización ni el aborto ni cámaras de gas para eliminar a los hombres que “sobran” o para impedir que puedan nacer más. El hombre es el que administra un tesoro, un sistema de vida y de muerte, que nunca acaba de controlar del todo, y que debe respetar, si quiere sobrevivir y si quiere hacer más amable la existencia de todos los demás seres humanos y otras formas de vida que alegran y embellecen nuestros bosques y praderas. El hombre, que en sí no es malo, puede serlo si vive de modo irresponsable y arbitrario, si daña de modo indiscriminado el ambiente o destruye a los animales y las plantas por puro capricho egoísta.

Es cierto (primer modelo) que el equilibrio actual no es estático, y que basta un volcán o un meteorito para que empiece a llover en el Sahara y se seque la selva del Amazonas. Pero no podemos quedarnos con los brazos cruzados: podemos hacer algo (tal vez mucho) para controlar la contaminación de las ciudades, para defender los bosques de los incendios o las montañas de la erosión por falta de árboles. Es cierto también (segundo modelo) que algunos hombres han abusado de los bienes de la tierra y han destrozado un equilibrio que era bastante bueno, aunque no perfecto. Pero la culpa de esos hombres (muchos o pocos, no importa) no puede ser nunca motivo para acusar a todo el género humano como si fuese el “animal malo” del planeta. Además, la idealización de un modelo ecológico no podrá justificar nunca el que unos nuevos poderosos, en nombre del ecologismo internacional, quieran eliminar a otros o controlar de modo salvaje e inhumano su fertilidad o su misma existencia.

Pero lo más cierto (tercer modelo) es que la ecología verdadera debe ser humanista: debe defender el valor de todos y de cada uno de los seres humanos, o no podrá ofrecer criterios justos para defender el patrimonio terráqueo de todos. Sólo por amor al hombre protegeremos y conservaremos las riquezas de un planeta que, gracias al trabajo y al ingenio de millones de hombres que han vivido antes que nosotros, nos han permitido nacer, ser curados y alimentados. Gracias a sus conquistas y progresos podemos hoy disfrutar de la salida del sol, del canto de un jilguero y, lo que es más hermoso todavía, de los ojos de un niño que miran al futuro y piden un poco de amor y de esperanza.

La ecología no puede no ser humanística. Necesita conocer y amar al hombre, a cada hombre. De este modo podremos proteger e, incluso, mejorar, algunos ecosistemas en los que se desarrolla nuestra vida y en la que vivirán, si así lo quiere Dios y lo permiten los hombres, las generaciones que vendrán en los siglos futuros.

Fuente: Fernando Pascual

¿Qué es un embrión humano?
¿Qué es un embrión humano?

La pregunta parece sencilla. ¿Qué es un embrión humano? La respuesta resulta más sencilla de lo que parece, aunque algunos la hayan hecho compleja.

Como primera respuesta, podemos decir que el embrión es un organismo (uni o pluricelular) dotado de vida. Científicos y filósofos aceptarían, sin graves problemas, esta afirmación. También un niño y un anciano son organismos dotados de vida, pero mucho más complejos y más desarrollados. El embrión y el niño son más pequeños y tienen mucho futuro ante sus ojos. El anciano tiene menos futuro, pero no por ello deja de ser organismo.

La segunda respuesta es también sencilla: el embrión es un organismo humano en sus primeras fases de desarrollo.

Salta a la vista que las diferencias entre el embrión, el niño, el adulto y el anciano resultan notables. Porque un niño tiene corazón y pulmones, cerebro y columna vertebral. El embrión, al menos en los primeros días, no tiene ninguno de los órganos típicos del adulto. Pero ello no implica que no tenga ninguna “organización”: en sus pocas o muchas células hay una estructura compleja que avanza, si nada lo impide, hacia nuevas etapas de desarrollo.

La tercera respuesta va un poco más lejos, y suscita la oposición de diversos pensadores y científicos: es un ser humano digno de respeto.

Para justificar esta respuesta necesitamos recurrir a algo distinto de la ciencia empírica. Porque la idea de dignidad no es asequible ni a las básculas ni al microscopio. No depende ni del color de la piel, ni del hecho de tener más centímetros de altura, ni de la “perfección” del ADN (sin aparentes enfermedades hereditarias), ni de empezar a existir en un país desarrollado.

La idea de dignidad es descubierta desde la filosofía. Gracias a ella, si es usada de modo adecuado, podemos ver en cada ser humano algo que escapa a la observación científica: posee un valor que supera los límites del espacio y del tiempo.

La idea de dignidad se aplica a todo ser humano en sus distintas etapas de existencia: desde que inicia a vivir, tras la concepción, hasta que termina su recorrido terreno, e incluso más allá del mismo.

Volvamos a nuestra pregunta: ¿qué es un embrión humano? Es un ser humano que ha empezado a vivir. Tiene pocas horas o pocos días. Está sano o quizá morirá pronto por culpa de algún defecto genético. Será amado por sus padres o sufrirá una muerte silenciosa.

Lo que le pueda ocurrir no quita en nada su dignidad. Vale lo mismo que tú o que yo; como también necesita lo mismo que tú y que yo: amor, respeto, acogida, alimentos, y un lugar en este planeta de aventuras. Luego, como tú y como yo, con pocos gramos o después de haber visto a los hijos de sus hijos, partirá a otros rumbos.

Por eso, por ser lo que es, sin adjetivaciones, todo embrión humano merece nuestro respeto. Y lo recibirá, seguro, por parte de tantos millones de seres humanos, ya adultos, que también un día fueron embriones; seres humanos que hoy trabajan y se esfuerzan para ayudar y defender a los más débiles y necesitados: los niños, los ancianos, los pobres, los enfermos… y los embriones.

Fuente: Fernando Pascual

Salud, ¿un estado o una armonía?
Salud, ¿un estado o una armonía?

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Matrimonio: ¡La fiesta de la vida!
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Vivimos en un tiempo, en que el matrimonio es una institución francamente debilitada desde la forma en que se percibe, en algunas leyes y en la sociedad. (más…)

Pena de muerte y aborto
Pena de muerte y aborto

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Paradojas de la eutanasia
Paradojas de la eutanasia

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