Empezaré por definir la palabra discriminación. Según la CNDH, “discriminar significa seleccionar excluyendo; esto es, dar un trato de inferioridad a personas o a grupos, a causa de su origen étnico o nacional, religión, edad, género, opiniones, preferencias políticas y sexuales, condiciones de salud, discapacidades, estado civil u otra causa»
Discriminar quiere decir dar un trato diferente a las personas. Cabe resaltar que por el hecho de ser personas todos gozamos de los mismos derechos y somos iguales ante la ley. Dar un trato distinto a una persona genera una desventaja en sus derechos.
La discriminación se origina en las distintas relaciones sociales, muchas veces desde las familias. Se generan estereotipos y prejuicios que a su vez generan intolerancia lo cual hace difícil que exista una convivencia armónica entre las personas. Se debe buscar la tolerancia para poder lograr igualdad y la paz social. Además, las conductas discriminatorias pueden ocasionar un daño general a la sociedad y generar daños físicos, psicológicos, morales, materiales.
Existen diferentes tipos de discriminación como por ejemplo por discapacidad, por religión, por expresión o ideas, por edad, por origen, por raza, por embarazo, por género, entre muchas otras.
El principio de igualdad es uno de los valores más importantes reconocidos por la comunidad internacional y constituye el fundamento de la teoría de los derechos humanos. Busca garantizar derechos y limitar los privilegios, esto favorece el desarrollo igualitario de la sociedad.
Las personas deben ser consideradas iguales entre sí y tratadas como iguales , los posibles tratos desiguales dados a las personas sólo se pueden justificar si se encuentran previstos en la ley. Por ejemplo, si se cometen actos ilícitos que afectan a otras personas o cuando los individuos se encuentran en una situación de vulnerabilidad o discriminación, lo que hace necesario la aplicación de algún apoyo o ayuda especial.
La Declaración Universal de Derechos Humanos establece el principio de la no discriminación y proclama que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y que toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en dicha Declaración, sin distinción alguna, incluida la distinción por razón de sexo.
Se debe considerar que la discriminación contra la mujer es algo inaceptable y va en contra de la dignidad humana y el bienestar de la familia y de la sociedad. Además al discriminar a una mujer se le está impidiendo participar de igual manera en la vida política, social, económica y cultural de sus países. Esto construye un obstáculo para el pleno desarrollo de las posibilidades que tiene la mujer de servir a sus países y a la humanidad, teniendo presente que la contribución de la mujer a la vida social, política, económica y cultural es de suma importancia, así como su función en la familia y especialmente en la educación de los hijos.
La participación tanto de las mujeres como de los hombres en todos los campos es indispensable para el desarrollo total de un país, el bienestar del mundo y la causa de la paz, el 18 de diciembre de 1979, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
A aproximadamente cuarenta años de la entrada en vigor de la Convención, el reconocimiento y el disfrute de la igualdad de derechos con los hombres sigue estando fuera del alcance de un gran número de mujeres en todo el mundo
En nuestro país, el quinto párrafo del artículo 1° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos prohíbe expresamente la discriminación de la siguiente forma: “Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”. Esta Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación es la encargada de desarrollar el principio de no discriminación y establece como objetivo prevenir y eliminar la discriminación ejercidas contra cualquier persona, así como la promoción de la igualdad de oportunidades y de trato. En virtud de esta ley, todos (autoridades y gobernados) estamos obligados a respetar el derecho a la igualdad y a la no discriminación de todas las personas.
Prevenir que se den situaciones de discriminación entre las personas es una tarea en equipo, que requiere de la voluntad y el trabajo de todos los sectores de la sociedad. Cada individuo es responsable de analizar sus conductas discriminatorias para poder cuestionarlas y modificarlas.
La ética y la moral entran mucho en este tema, ¿Por qué el hombre tendría mas oportunidades que la mujer? Es una pregunta sencilla pero con un análisis sin respuesta durante cientos de años
La discriminación se puede prevenir con la promoción de valores como el respeto, la igualdad y la tolerancia; sólo así tendremos una sociedad realmente igualitaria y democrática donde las diferencias convivan en armonía. Para ello debemos promover la cultura de los derechos humanos y garantizar su protección.
Autor: Alberto Emilio García Rodríguez
Categoría:Bioética
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La palabra “discriminación” tiene muchos significados. Uno es claramente negativo: tratar de modo injusto a una persona porque se rechaza alguna de sus características, como el color de la piel, el sexo o la edad. Pero también puede tener otros significados “neutros”: tratar a las personas de un modo correcto, justo, respetuoso, pero con matices diferentes y legítimos según de qué persona aparezca en el horizonte de la propia vida.
Por ejemplo: voy por la calle y me cruzo con cientos de hombres y mujeres, niños y grandes, pobres y ricos, obreros, oficinistas o empresarios. Con mi mirada descubro enormes diferencias entre unos y otros, pero respeto a todos.
De repente, mis ojos juzgan, “discriminan” a una persona que destaca sobre “los otros”. La saludo, la abrazo, hablo con ella: he descubierto en esta persona a un familiar o a un amigo. Es alguien “distinto” de todos los demás.
Sería extraño saludar a todos como amigos de infancia. Sería injusto, asimismo, meterme en la cárcel porque sólo he saludado a una persona y he “discriminado” a otros cientos de caminantes a los que no saludo si no tengo ningún motivo particular para hacerlo.
Por eso es claro que la discriminación “mala” es aquella que no se limita a reconocer una diferencia (todos, gracias a Dios, somos diferentes en algo), sino que considera, de modo equivocado, que algunas diferencias son suficientes para permitir un trato negativo, o incluso ofensivo (“discriminatorio” en el sentido negativo de la palabra) hacia la persona que tiene esa diferencia.
Así ocurre con la “discriminación racial”. En medio de un grupo de personas de raza blanca o mestiza, uno de raza negra destaca como “diferente”. Pero su diferencia es sólo superficial, “a flor de piel”. Tratar a un blanco que vive en un barrio de chinos con desprecio sólo porque es de una raza distinta de la mayoría es algo inmoral y, sobre todo, injusto: nadie puede ser despreciado porque ha nacido con un color distinto de quienes viven a su lado.
Si en una discusión sobre temas importantes (el futuro de la humanidad, la política económica, los derechos de las minorías, las medidas para conservar el agua potable en la zona donde uno vive) hay diferencias de opinión, es lógico que sentiremos simpatía hacia quienes piensan como nosotros y que quizá veamos con algo de distancia a quienes piensan de un modo distinto. Pero ello nunca puede justificar un desprecio que vaya contra la dignidad de quien opina de otra manera. Trabajar por eliminar la mala discriminación en el mundo también exige poner un freno firme y decidido a quienes arrojan piedras o calumnias (que a veces son peores que las piedras) contra los que tienen opiniones diferentes…
Además de las discriminaciones raciales, o basadas en las diferencias de clase o de ideas políticas, se dan discriminaciones por motivos religiosos. Es frecuente que en algunos estados una mayoría religiosa persiga o aísle a los que no aceptan la religión de quienes gobiernan. Hay países en los que se encarcela y maltrata sistemáticamente a los que pertenecen a grupos cristianos o inspirados en una espiritualidad diferente de la que se impone desde los altos mandos de un partido único.
Otra discriminación negativa es la que margina a ciertos enfermos como indeseables o intocables. Durante siglos en muchos lugares de la tierra han sufrido esta situación los leprosos y los que padecían graves enfermedades contagiosas (o supuestamente contagiosas). Hoy se da una sutil y dolorosa discriminación hacia los que están afectados por el terrible virus que causa el SIDA, los cuales se sienten despreciados en algunas familias o lugares de trabajo.
También se discrimina y margina en no pocas ocasiones a los que viven de un modo distinto de la mayoría (o de una “minoría mayoritaria” en un territorio pequeño). En cierto sentido, esta marginación tiene algo de comprensible. Si uno tiene la manía de recoger lo que no es suyo, no suele ser bien visto por los demás, y los motivos son justificados… Si uno tiene tendencias masoquistas en su psicología será relegado e, incluso, encarcelado, cuando sus tendencias le lleven a dañar a otros.
Una de las discriminaciones más graves, muchas veces olvidada en las discusiones internacionales contra la discriminación, es la que lleva a impedir el nacimiento de algunas categorías de niños. Hay quienes se aprovechan del hecho de que un embrión o feto no puede defenderse por sí mismo para “discriminarlo” hasta el punto de quitarle la vida. Además, en algunos lugares y ambientes “médicos” se da una auténtica “cacería” para eliminar a todos los niños no nacidos que puedan tener defectos o cualidades no deseadas por sus padres o por la sociedad. Se comete, de este modo, un auténtico crimen de masa que es aceptado con gran silencio por algunas de las ONGs y grupos pro derechos humanos que dicen defender a los que sufren algún tipo de discriminación…
Hay mucho que hacer para eliminar tantas discriminaciones que implican injusticia, opresión, o incluso muerte. Hay mucho que hacer por promover la cultura del amor y la solidaridad.
Todos estamos llamados a defender la dignidad del hombre, desde que es una célula nueva, irrepetible, en el seno de su madre, hasta que llega la hora dramática de partir hacia otros cielos. De este modo, el mundo será un poco distinto, con menos racismo, con menos discriminaciones arbitrarias, con más tolerancia y, sobre todo, con una actitud profunda de acogida, de respeto y de amor hacia el diverso.
Fuente: Fernando Pascual.
A veces tenemos la idea de que la historia humana avanza siempre hacia el progreso y el bien. La realidad, sin embargo, contradice esa apreciación, porque no son pocas las ocasiones en las que caminamos hacia la barbarie y el mal.
En el tema de la justicia, por ejemplo, ha habido importantes conquistas, se han superado discriminaciones infames. El esclavismo ha sido abolido en casi todo el mundo. El desprecio a la mujer cada vez es más rechazado. El racismo recibe una condena casi universal. El odio a quienes son de ideas o religiones distintas está siendo fuertemente perseguido.
Sin embargo, y junto a tantos progresos, hay muchos lugares en los que nace y se difunde el “genetismo”. ¿Qué es esto del “genetismo”? Es una tendencia social, muy extendida entre los “países desarrollados”, que permite la eliminación de los seres humanos genéticamente diferentes, defectuosos o “inferiores”.
Esto es posible gracias a que las técnicas de diagnóstico prenatal permiten descubrir cada vez más enfermedades. Por lo mismo, disminuyen los nacimientos de niños enfermos, precisamente porque la sociedad ve casi como normal el que sean eliminados antes de nacer. Como si fuese un triunfo médico el matar al enfermo para que haya menos enfermedades…
Al mismo tiempo, en los países donde se usa y se abusa de la fecundación in vitro, cada vez hay más voces que aplauden el uso del diagnóstico preimplantatorio (en los primeros 14 días posteriores a la fecundación) para prevenir enfermedades genéticas. De este modo, dicen, nacerán sólo hijos sanos. Olvidamos así que tal “éxito” es posible gracias a la eliminación de todos aquellos embriones descartados como “imperfectos”.
Los resultados del genetismo son cada día más alarmantes. En algunos países, por ejemplo, el 90 % de los embriones y fetos con síndrome de Down son abortados como en España, o en Finlandia que ya es el 100%., sin que tal eliminación discriminatoria produzca protestas, ni movilizaciones, ni escándalos.
En Gran Bretaña, el diagnóstico genético preimplantatorio se usa sobre todo para enfermedades genéticas muy graves, como la fibrosis quística. Pero algunos ya están pidiendo que se aplique a enfermedades más sencillas y no siempre transmitidas a través de los genes, como el cáncer de pecho o de colon.
El genetismo es la última y más reciente frontera del racismo. Ahora se aplica a los seres más indefensos, los embriones y fetos. No tardará en aplicarse a los adultos genéticamente defectuosos, sobre todo cuando intenten hacer seguros de vida o a la hora de pedir la aceptación en algunos puestos de trabajo.
La dignidad de una vida humana no está en sus genes. Está en su condición de persona, que va más allá de las razas, del sexo, de la genética. Hace falta proponer con energía esta verdad, para que el mundo moderno y la tecnología no sean instrumentos usados para destruir y para marginar, sino para defender, curar y proteger la vida de todos, sin discriminaciones.
Fuente: Fernando Pascual
Categoría:Bioética
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