Los retos que la bioética está llamada a afrontar son numerosos y exigen un trabajo continuo de actualización y de estudio para establecer puentes a través de los cuales hacer presentes a los hombres y mujeres de nuestro tiempo principios éticos y urgencias que afectan a millones de personas en el mundo contemporáneo.
Como vimos al inicio, la bioética necesita encontrar caminos eficaces para no sucumbir al estado de asedio en el que actualmente vive. La continua sucesión de noticias sobre descubrimientos científicos y las discusiones sobre tantos temas de frontera no pueden convertirse en motivos para perder de vista lo fundamental.
El núcleo de toda actividad médica y científica consiste en reconocer la dignidad de cada ser humano en las distintas fases de su existencia, lo cual permite elaborar aquella ética capaz de promover una medicina a la medida del hombre. La confianza en la ciencia no puede hacer olvidar el primado de la ética cuando está en juego la vida humana.
La bioética sostendrá o promoverá, entonces, sistemas sociales y políticos atentos a la salud, al trabajo seguro y al ambiente; modos de vida y comportamientos en los que se conserve el patrimonio de la propia integridad física y psicológica. De este modo, se convertirá en el mejor aliciente de la “movilización general” que ayude a contrarrestar tantos signos de la cultura de la muerte, para que cada vez sea más real y concreta una auténtica cultura de la vida. Ese es quizá el mayor reto de la bioética, de ayer, de hoy y de siempre.
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5. Trasplantes de órganos y muerte cerebral
Las investigaciones sobre los trasplantes de órganos y tejidos, a partir de la segunda mitad del siglo XX, han abierto nuevos horizontes al mundo de la medicina. Gracias a estas investigaciones, resulta posible “salvar” la vida de miles de personas que, de otra manera, morirían en poco tiempo por problemas de diverso tipo. Ello ha generado una importante demanda de órganos que muchas veces no encuentra una oferta suficiente para atender las necesidades de todos.
Esta situación origina nuevos problemas a la bioética. ¿Cuándo se puede realizar un trasplante de órganos? ¿Cómo obtener órganos vitales, como el corazón o el hígado? ¿Según qué criterios se seleccionan a los destinatarios de un trasplante cuando existen muchas peticiones y pocos órganos disponibles?
La fuerte demanda de órganos ha provocado, en casos aislados pero tristemente reales, una de las situaciones más injustas del mundo moderno: la compra o el robo de órganos. Personas de los países más pobres sucumben, bajo la desesperación que les agobia, a las ofertas de quienes les ofrecen un puñado de dinero a cambio de un riñón o de sangre. Otras veces son secuestrados niños o jóvenes con el fin de arrancarles algún órgano, algo que a veces llega a convertirse en un crimen en toda regla. En ocasiones, personas víctimas de un accidente de tráfico o de trabajo no son reanimadas adecuadamente porque llevaban una tarjeta que las declaraba potenciales donadores de córneas o de otras partes de su cuerpo; de este modo, se provoca su muerte y se aprovechan sus órganos para satisfacer las necesidades. Para paliar estos problemas, los gobiernos y los organismos internacionales están llamados a poner en marcha acciones eficaces de forma que se haga imposible un tráfico de órganos que tanto ofende la dignidad humana.
Junto a los anteriores problemas, se ha generado un amplio debate sobre la manera correcta de definir la muerte de un posible donante, pues las técnicas de reanimación y una serie de aparatos muy sofisticados pueden mantener en una “vida aparente” cuerpos humanos que en realidad podrían estar ya muertos. Las discusiones en torno a la noción de muerte cerebral o muerte encefálica (en sus distintas variantes y según parámetros no uniformes entre los estudiosos) muestran lo complejo de la situación, y lo urgente que es establecer una serie de principios básicos para garantizar el respeto que merece cualquier ser humano mientras viva. Sería sumamente grave establecer criterios erróneos que permitan declarar la muerte de quien todavía está vivo para obtener órganos “frescos” y en buen estado.
Si hasta ahora hemos evidenciado algunos problemas, es importante subrayar la parte positiva: hace falta promover una cultura de la donación bien entendida. El gesto por el cual un ser humano ofrece una parte (sin poner en peligro su propia vida) de sí mismo al dar sangre o al poner a disposición un órgano no vital muestra el aprecio hacia la dignidad de quien vive bajo una enfermedad grave y espera un trasplante que pueda ofrecer una ayuda para su situación.
Fuente: Fernando Pascual
2.- Aborto
Las ideologías que han promovido el desenfreno sexual, que han visto el embarazo como una carga para las mujeres, que han considerado el nacimiento de hijos como causa de la pobreza en muchas familias, han fomentado en casi todo el mundo la mentalidad pro aborto.
A partir de la mitad del siglo XX, el mundo moderno ha visto una tendencia creciente a favor de la legalización del aborto.
La estrategia seguida para lograr el aborto mal llamado seguro y legal (no puede ser llamado “seguro” un acto que busca la muerte de un hijo) ha sido parecida en algunos países. Primero se pedía despenalizar el aborto en los casos extremos (cuando la mujer había sido violada o cuando corría grave riesgo de morir por el embarazo). Luego se aprobaba el aborto para más casos (de tipo psicológico, económico, etc.), sobre todo para combatir el aborto clandestino y sus secuelas (por ejemplo, la muerte de mujeres que abortaban en lugares sin los requisitos higiénicos necesarios).
Al final se solicitaba el aborto legalizado (incluso a veces financiado con dinero del estado) para la mayor parte de los casos. En algunos países se ha llegado a pedir el aborto totalmente libre durante las primeras semanas del embarazo, es decir, sin tener que aducir ningún motivo para solicitarlo. No han faltado lugares donde el aborto ha sido impuesto desde el gobierno como medio para detener el aumento de la población, con la consiguiente supresión masiva de miles y miles de inocentes. En otros lugares el aborto se ha convertido en práctica ordinaria para eliminar a los fetos femeninos, porque los padres preferían tener un hijo y no una hija.
En muchos países del “mundo libre”, es posible abortar por los motivos más triviales. Hay quien aborta para poder ir de vacaciones, o para conservar la línea, o si el hijo tiene labio leporino, o si tiene una raza que pondría en graves apuros la fama de la madre. La mayoría de las veces los motivos parecen más “serios”, pero nunca un ser humano debería solucionar los propios problemas a través de la eliminación de otro ser humano, especialmente si ese “otro” es el propio hijo.
La situación ha llegado a extremos insospechados. No resulta fácil determinar cuántos millones de abortos (legales y clandestinos) se producen al año en el mundo. A la vez, hay organismos no gubernamentales y organismos internacionales que trabajan de modo sistemático para que sea legalizado el aborto en aquellos estados que todavía tutelan la vida de los hijos antes de nacer. Todo ello hace que el aborto se haya convertido en un auténtico desastre mundial, además de ser un drama que deja secuelas profundas en millones de mujeres que han llevado a la muerte a un hijo (a veces a varios).
La bioética no puede limitarse a describir esta situación. Necesita promover una reflexión sana y unos principios éticos justos para revertir la tendencia que ha llevado a la difusión del aborto, y para lanzar campañas de información y de ayuda a todos, especialmente a las mujeres, para reconocer el valor de la vida; es urgente poner en marcha más ayudas concretas y eficaces para aquellas mujeres que viven el embarazo en situaciones de especial dificultad.
Al mismo tiempo, es urgente mejorar la asistencia (todavía muy insuficiente) a quienes ya han incurrido en el aborto, de forma que puedan sanar su corazón y orientar sus energías interiores para promover el bien y para ayudar eficazmente a otras mujeres que viven con dificultad la propia experiencia del embarazo o de la maternidad.
Fuente: Fernando Pascual
Categoría:Bioética
Etiquetas: Aborto, Bioética, Bioética para todos, Ética, Retos de la bioética, Salud, Vida Sexual
La bioética se encuentra en estado de asedio. La investigación avanza con rapidez, abre fronteras, promete conquistas. La bioética va “detrás”, con buena voluntad y con no pocos obstáculos.
¿Cómo valorar los descubrimientos que se suceden con rapidez vertiginosa? ¿Cómo estar al día ante las novedades de los laboratorios y las prisas de los periodistas?
Esta situación de asedio no debería apartar a la bioética de su vocación original: tratar argumentos y problemas que quizá a algunos parecen “viejos”, pero que tocan la vida de millones y millones de personas. Anticoncepción, aborto, comportamientos peligrosos, alcohol, droga, epidemias, desnutrición, uso de medicinas, esterilidad, son temas que conservan una actualidad rabiosa y en los que la bioética tiene que hacer oír su voz, sin quedar atrapada en los problemas de última hora.
Necesitamos, por lo tanto, una bioética de amplio respiro, capacitada para estudiar los temas más novedosos, sin dejar por ello de ofrecer la justa atención a los temas “clásicos” que afectan a la mayoría de la población. El ambiente y la ecología, el sistema sanitario y la relación entre el médico y el enfermo, la diferencia entre tratamientos proporcionados y desproporcionados, han de ser afrontados y discutidos al mismo tiempo que se ofrece un juicio de valor sobre la clonación, sobre la transferencia nuclear de material genético humano a óvulos de animales, sobre la ingeniería genética aplicada a los cereales, etc.
Queremos ahora reflexionar sobre algunos importantes retos de la bioética, de hoy y de siempre, porque la bioética no puede quedar encerrada en los temas de última hora, en la noticia que acaba de salir en la prensa mundial. Tiene que afrontar, como algo prioritario, los problemas que más tocan a la vida de la gente, esos de cada día, de cada hora, en la familia y en el trabajo, en el hospital y en la calle.
Consideraremos primero los retos más generales, comunes, “clásicos”, en el contexto del mundo actual. En segundo lugar, veremos algunos nuevos retos de la bioética, “de frontera”, según los avances científicos que son objeto de atención en el mundo periodístico y que tienen gran interés para muchos laboratorios y para los gobiernos, pero que tardarán años, quizá muchos años, antes de llegar a ofrecer aplicaciones concretas para la gente.
Fuente: Fernando Pascual
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