Mucho se ha discutido últimamente sobre este asunto, sobre todo por la reciente noticia de que el Senado argentino votó en contra del aborto. El ir y venir de los argumentos a favor y en contra del aborto me hicieron reflexionar más… Un tema sin duda muy controvertido en ese Argentina y por supuesto en México.
Una vida humana es una vida humana donde sea y como sea. Un embrión es una vida humana desde el momento de la concepción, no empezó siendo embrión de tortuga ni de perro ni fue un simple cúmulo de células o un tumor en el vientre de la madre. Desde el principio fue un ser humano único e irrepetible. Lo único que diferencia a un embrión, a un feto, un niño, un adulto y un adulto mayor es el tiempo, simplemente eso: TIEMPO. Desde su inicio son la misma persona con sus características únicas y especiales que los distinguen.
Sobre los argumentos que se esgrimen a favor del aborto hay dos que me llaman la atención por lo rebatibles que son…
- Se debe legalizar el aborto porque todo niño tiene derecho a ser deseado…
Argumento del todo absurdo. El desear o no desear a un niño no afecta en ningún momento su dignidad como persona. Se ha comprobado que un niño “no deseado” en un principio puede llegar con el tiempo a ser muy deseado y querido. Además un niño no deseado por su madre biológica puede ser dado en adopción y ser amado y deseado por la persona o familia que lo adopte. Por lo tanto, este no es un argumento contundente para permitir terminar con su vida.
- Se debe legalizar el aborto porque la mujer tiene derecho a decidir sobre su propio cuerpo…
Otro argumento muy absurdo. Da la casualidad que en un embarazo hay dos cuerpos y hay dos vidas. La madre, si, efectivamente tiene derecho sobre su cuerpo, pero no sobre el cuerpo de su hijo o hija. Y dado que el embrión puede ser mujer, es decir, un ser humano del sexo femenino, obviamente en caso de aborto este embrión no podría ejercer ese “derecho” de decidir sobre su propio cuerpo, por lo que fácilmente podemos echar abajo este argumento que esgrimen con tanto ahínco las feministas y los proabortistas.
Sin duda, la única solución que da el aborto es la aniquilación de una vida. Por lo tanto, no hay argumento que valga para terminar con una vida humana. Ojalá que todos pudiéramos entender lo importante que es valorar y cuidar la vida desde su inicio hasta su final, ojalá…
Autor: Dora García Fernández
La mujer necesita ser defendida de cualquier tipo de violencia. Nadie debe insultar, despreciar, marginar, perseguir, dañar físicamente a las mujeres. Nadie debe negar el acceso de la mujer al mundo de la cultura, del trabajo, de la política, de la ciencia. Nadie debe caer en actitudes de desprecio hacia ninguna mujer por ser mujer.
La mujer tiene un derecho básico a la vida, que sostiene y permite la existencia de los demás derechos. Por eso, nadie puede realizar ningún acto que implique herir, mutilar, asesinar a las mujeres.
Precisamente por eso, no existe derecho alguno al aborto. Porque en el aborto es eliminado, es asesinado, un hijo en el seno de su madre. Y porque de cada 100 abortos, el 50% (a veces más del 50%) son mujeres en la primera etapa de su existencia humana.
Sabemos que hay estados, como en La India o en China, en los que son eliminadas miles y miles de hijas antes de nacer, simplemente por el hecho de ser mujeres. Lo cual implica una discriminación enorme y una injusticia contra la que no puede dejar de protestar ningún movimiento que sea auténticamente “feminista”.
Pero también sabemos que en otros países, considerados “libres” y “democráticos”, se cometen millones de abortos en los que son asesinados embriones masculinos y femeninos, hijos e hijas.
Necesitamos recordar que ser mujer no es algo que inicia con el parto. Ser mujer inicia con la concepción. La defensa de la mujer y de sus derechos, por lo tanto, ha de aplicarse a la fase prenatal, debe llegar a la promoción y defensa del derecho a la vida de cada mujer en los meses en que se desarrolla hasta llegar al día del parto.
Estar a favor de las mujeres implica estar en contra del aborto. Cualquier grupo que defienda el mal llamado derecho al aborto promueve, simplemente, una discriminación y una injusticia contra la mujer (también contra el varón: no podemos callar ante los abortos que eliminan a millones de embriones y fetos masculinos).
Defender la vida de los embriones humanos, masculinos y femeninos, nos lleva a implementar políticas eficaces a favor de las millones de madres que no abortarían si hubieran sido ayudadas y acompañadas a lo largo de los meses de embarazo.
Es posible, es urgente, cambiar una tendencia mundial que ha presentado el aborto como “derecho” y ha olvidado que se trata de un “delito”.
Es posible, es urgente, promover una cultura de la solidaridad, de la justicia, del amor, donde cualquier mujer sea respetada y amada desde su concepción hasta la llegada de la hora de su muerte. Lo merece simplemente en cuanto ser humano, y ello es suficiente para que la miremos y la protejamos con eficaces instrumentos de asistencia jurídica, médica, social y, sobre todo, con mucho amor.
Fernando Pascual.
Categoría:Bioética
Etiquetas: Aborto, Bioética, Bioética para todos, Derechos de la mujer, Ética, Vida
La bioética se encuentra en estado de asedio. La investigación avanza con rapidez, abre fronteras, promete conquistas. La bioética va “detrás”, con buena voluntad y con no pocos obstáculos.
¿Cómo valorar los descubrimientos que se suceden con rapidez vertiginosa? ¿Cómo estar al día ante las novedades de los laboratorios y las prisas de los periodistas?
Esta situación de asedio no debería apartar a la bioética de su vocación original: tratar argumentos y problemas que quizá a algunos parecen “viejos”, pero que tocan la vida de millones y millones de personas. Anticoncepción, aborto, comportamientos peligrosos, alcohol, droga, epidemias, desnutrición, uso de medicinas, esterilidad, son temas que conservan una actualidad rabiosa y en los que la bioética tiene que hacer oír su voz, sin quedar atrapada en los problemas de última hora.
Necesitamos, por lo tanto, una bioética de amplio respiro, capacitada para estudiar los temas más novedosos, sin dejar por ello de ofrecer la justa atención a los temas “clásicos” que afectan a la mayoría de la población. El ambiente y la ecología, el sistema sanitario y la relación entre el médico y el enfermo, la diferencia entre tratamientos proporcionados y desproporcionados, han de ser afrontados y discutidos al mismo tiempo que se ofrece un juicio de valor sobre la clonación, sobre la transferencia nuclear de material genético humano a óvulos de animales, sobre la ingeniería genética aplicada a los cereales, etc.
Queremos ahora reflexionar sobre algunos importantes retos de la bioética, de hoy y de siempre, porque la bioética no puede quedar encerrada en los temas de última hora, en la noticia que acaba de salir en la prensa mundial. Tiene que afrontar, como algo prioritario, los problemas que más tocan a la vida de la gente, esos de cada día, de cada hora, en la familia y en el trabajo, en el hospital y en la calle.
Consideraremos primero los retos más generales, comunes, “clásicos”, en el contexto del mundo actual. En segundo lugar, veremos algunos nuevos retos de la bioética, “de frontera”, según los avances científicos que son objeto de atención en el mundo periodístico y que tienen gran interés para muchos laboratorios y para los gobiernos, pero que tardarán años, quizá muchos años, antes de llegar a ofrecer aplicaciones concretas para la gente.
Fuente: Fernando Pascual
Categoría:Bioética
Etiquetas: Bioética, Bioética para todos, Ética, Familia, Personas, Retos de la bioética, Vida
Cuando una mujer aborta lo hace por miedo, o por defender proyectos personales, o por un extraño rechazo hacia las responsabilidades ante la vida del hijo, o por otros motivos más o menos conscientes.
La opción por el aborto se convierte en una marcha desesperada hacia una meta, acabar con la vida del bebé no nacido, porque la madre piensa que tal vez así solucionaría tantos problemas…
Ese es uno de los más grandes engaños del aborto. Porque el corazón de cada hombre, de cada mujer, sabe que nunca un acto malo puede convertirse en la verdadera “solución” para algo. A lo sumo, “parece” terminar con un “problema”, ofrecer alguna ganancia (si “ganancia” puede ser llamado el acto con el que se elimina una vida humana).
En realidad, el aborto no es nunca solución, sino sólo el inicio de un drama profundo que puede durar años y años en lo más íntimo de las conciencias.
Las únicas “soluciones” que embellecen la vida humana son las que nacen del amor. Un amor que siempre acoge, defiende, cuida, da lo mejor de uno mismo al más débil, al más necesitado, al más frágil. Un amor que dice “sí” al hijo y a su existencia maravillosa. Un amor que encuentra energías para decir “no” a presiones miserables o a miedos profundos. Un amor que sabe asumir la propia responsabilidad y hacer todo lo humanamente posible en favor de la creatura que ha empezado a existir entre los hombres.
La mejor alternativa al aborto está en una sociedad más madura y más buena. Una sociedad que eduque a los adolescentes y a los jóvenes en la hermosa virtud de la pureza. Una sociedad que nunca permita el desprecio hacia los enfermos o los débiles. Una sociedad que sepa garantizar la igual dignidad del hombre y de la mujer, del niño o del anciano, del no nacido y del que nace con graves defectos físicos, del rico o del pobre.
Todos podemos hacer mucho para ayudar a la mujer embarazada a no dar un paso hacia ese aborto que produce tristezas tan profundas. Existen muchos medios para que su corazón materno se ensanche y viva en plenitud ese deseo que no puede ahogar: hacer el bien al más cercano, al más íntimo, al más inocente de entre los humanos: ese hijo que crece en sus entrañas gracias a la vida y a la esperanza de su madre.
Fuents: Fernando Pascual
Resulta difícil definir qué sea la salud. Porque muchas veces comprendemos la salud como ausencia de enfermedad, y porque la enfermedad es como algo negativo, doloroso, un obstáculo a los propios deseos personales.
Existen, sin embargo, enfermedades que ayudan a crecer en dimensiones importantes de la vida humana. Porque permiten dejar el egoísmo y abrirse a los demás, porque llevar a descubrir un cariño grande en muchos profesionales de la salud, familiares, amigos, porque nos recuerdan que esta vida no lo es todo.
Otras veces la enfermedad se vive como un drama, un fracaso, una ruptura. Los proyectos quedan, por un tiempo o definitivamente, en el cajón. Las atenciones y las energías se concentran en la búsqueda de la deseada salud. Cuando la derrota es inevitable, sólo queda la posibilidad de atender y acompañar al enfermo en su proceso lento, continuo, hacia el desenlace final, hacia la muerte.
Es legítimo trabajar por la salud, cuidarla, promoverla, recuperarla. Es justo crear estructuras y sistemas sanitarios que lleguen a todos, niños, adultos o ancianos. Es urgente mantener e incrementar la capacitación del personal sanitario en todas sus dimensiones (científica, médica, humana, social) para una mejor atención a los enfermos.
Todo ello es parte de un correcto esfuerzo por la salud. Pero no podemos mirar con indiferencia cómo algunos usan la palabra salud para promover leyes o comportamientos que van contra el respeto a valores fundamentales del ser humano, o que se convierten en motivo para vivir de modo incorrecto.
Por eso causa sorpresa ver cómo el uso de fórmulas como las de “salud sexual” y “salud reproductiva” se convierte en excusa para promover la promiscuidad sexual, o el libertinaje, o la falta de verdadera educación entre los adolescentes respecto de los principios básicos para una buena vida. Causa, sobre todo, pena, ver el uso de esas fórmulas como puerta de acceso para la difusión de anticonceptivos y para la legalización del aborto, un acto que acaba con la vida de un ser humano inocente, como si tales medidas fuesen medios legítimos para lograr la “salud”.
Nunca será correcto eliminar a un hijo bajo la excusa de trabajar por el bien y la “salud” de la madre. Lo correcto, lo que todo pueblo civilizado necesita, es una atención completa y justa a todas las mujeres que han empezado a ser madres, para que a lo largo del embarazo y después del parto puedan conservar su salud y la de sus hijos, hijos que merecen nacer en un clima de respeto y de amor sincero.
Fuente: Fernando Pascual
La mujer necesita ser defendida de cualquier tipo de violencia. Nadie debe insultar, despreciar, marginar, perseguir, dañar físicamente a las mujeres. Nadie debe negar el acceso de la mujer al mundo de la cultura, del trabajo, de la política, de la ciencia. Nadie debe caer en actitudes de desprecio hacia ninguna mujer por ser mujer.
La mujer tiene un derecho básico a la vida, que sostiene y permite la existencia de los demás derechos. Por eso, nadie puede realizar ningún acto que implique herir, mutilar, asesinar a las mujeres.
Precisamente por eso, no existe derecho alguno al aborto. Porque en el aborto es eliminado, es asesinado, un hijo en el seno de su madre. Y porque de cada 100 abortos, el 50% (a veces más del 50%) son mujeres en la primera etapa de su existencia humana.
Sabemos que hay estados, como en La India o en China, en los que son eliminadas miles y miles de hijas antes de nacer, simplemente por el hecho de ser mujeres. Lo cual implica una discriminación enorme y una injusticia contra la que no puede dejar de protestar ningún movimiento que sea auténticamente “feminista”.
Pero también sabemos que en otros países, considerados “libres” y “democráticos”, se cometen millones de abortos en los que son asesinados embriones masculinos y femeninos, hijos e hijas.
Necesitamos recordar que ser mujer no es algo que inicia con el parto. Ser mujer inicia con la concepción. La defensa de la mujer y de sus derechos, por lo tanto, ha de aplicarse a la fase prenatal, debe llegar a la promoción y defensa del derecho a la vida de cada mujer en los meses en que se desarrolla hasta llegar al día del parto.
Estar a favor de las mujeres implica estar en contra del aborto. Cualquier grupo que defienda el mal llamado derecho al aborto promueve, simplemente, una discriminación y una injusticia contra la mujer (también contra el varón: no podemos callar ante los abortos que eliminan a millones de embriones y fetos masculinos).
Defender la vida de los embriones humanos, masculinos y femeninos, nos lleva a implementar políticas eficaces a favor de las millones de madres que no abortarían si hubieran sido ayudadas y acompañadas a lo largo de los meses de embarazo.
Es posible, es urgente, cambiar una tendencia mundial que ha presentado el aborto como “derecho” y ha olvidado que se trata de un “delito”.
Es posible, es urgente, promover una cultura de la solidaridad, de la justicia, del amor, donde cualquier mujer sea respetada y amada desde su concepción hasta la llegada de la hora de su muerte. Lo merece simplemente en cuanto ser humano, y ello es suficiente para que la miremos y la protejamos con eficaces instrumentos de asistencia jurídica, médica, social y, sobre todo, con mucho amor.
Fuente: Fernando Pascual
La mayoría de las leyes que permiten el aborto establecen una serie de trámites que deben ser realizados antes de acoger la petición de quien desea abortar.
Por ejemplo, a veces se debe realizar un análisis para conocer el tiempo de embarazo, el número de semanas de vida del embrión o feto; según el resultado, se permite o se prohíbe el aborto. En otras leyes, se exige recurrir a una especie de consultorio para la mujer, con el fin de dialogar con ella y ver cuáles son sus motivaciones o problemas y si existan alternativas al aborto. En algunos casos, se solicita un certificado psicológico que compruebe la situación de angustia o la existencia de traumas, certificado que permitiría realizar el aborto en pleno respeto de la “legalidad” vigente.
A pesar de estas leyes, la gente percibe, y a veces la prensa denuncia, que no se respetan las normas ni los trámites que han sido establecidos para que se dé un “aborto legal”.
En ocasiones, surge la protesta ante los abortos realizados “fuera de la ley”. ¿Qué pensar de una clínica en la que, sin consultar con ningún psicólogo, se usan certificados ya firmados previamente por algún titulado en psiquiatría? ¿Cómo juzgar lo que ocurre en otros lugares donde no se ofrece ninguna alternativa al aborto a pesar de que la ley lo exija?
Ante estos escándalos, algunos piden que se respeten las leyes, que se apliquen las medidas previstas para disuadir a la mujer, para ayudarla, para permitirle un parto más sereno. Si luego, después de todo, ella insiste en pedir el aborto, habría que respetar la normativa vigente para que todo sea “legal”.
El deseo, incluso la exigencia de que se respeten las normas ante el aborto nace, en ocasiones, de una intención buena: usar los instrumentos previstos por la ley para que el aborto no se convierta en algo trivial, y para que no se salten normativas que habían sido pensadas precisamente para disminuir el número de abortos.
Pero, en realidad, los engaños y trucos de algunas clínicas abortistas, los certificados preparados de antemano, la violación de las normas de garantía que salvarían (hipotéticamente) la vida de muchos hijos, son parte de la misma mentalidad a favor del aborto, son un instrumento “coherente” con el mismo hecho del aborto.
Porque si todo aborto es un crimen, en cuanto elimina la vida de un hijo antes de nacer, ¿cómo exigir a quien comete abortos que respete otras normas legales, cuando ya en su corazón y desde sus manos va contra un principio básico de la vida social, que consiste en el respeto de la vida de los inocentes?
En otras palabras, violar las normas que regulan el aborto es, simplemente, vivir en la mentalidad abortista, acoger y practicar la cultura en la que vence el deseo del mal por encima de la justicia, de la solidaridad, de la ayuda a los indefensos (a la madre y a su hijo).
No tiene sentido, por lo tanto, vigilar y exigir que se respeten las leyes que regulan el aborto, porque lo único que reflejan esas leyes es una mentalidad en la cual se prepara el gesto que permite la injusticia como si fuera un derecho.
Lo urgente, entonces, es suprimir esas leyes, erradicar la mentalidad que las ha promovido, y ofrecer, con un esfuerzo eficaz y bien coordinado, ayudas a todas aquellas madres que tienen dificultades en su embarazo.
De este modo, podremos salvar no sólo dos vidas (la de una madre y la de su hijo), sino, sobre todo, ese ideal de justicia que permite construir un mundo un poco mejor, más incluyente y realmente comprometido a favor de los más débiles e indefensos: los hijos antes de nacer.
Fuente: Fernando Pascual.
Recuerdo vívidamente la tristeza y frustración de mi hija, al comentarnos aquella primera vez en que fue testigo de la muerte de un paciente en el hospital en el que realizaba sus primeras prácticas de medicina. No podía comprender como médicos y enfermeras detuvieron todo esfuerzo por reanimar a la persona.
La medicina es para curar y los médicos para defender la vida, pero ¿Hasta dónde es bueno, llevar este esfuerzo?
Nos aferramos naturalmente a la vida, es el medio para trascender y procurar la felicidad. Amamos la vida como el mayor de los dones, pero la muerte, es tan natural como la vida. Llegará inexorablemente a cada uno de nosotros, cuando así deba ser. Es un gran misterio, pero misterio que hay que aceptar con toda humildad.
Es por ello, que la Bioética procura una atención especial a los tratamientos médicos que se practican, sobre todo en personas que sufren de enfermedades crónicas o terminales.
Siempre será el primer criterio, pensar en la persona y no en la enfermedad. Hay circunstancias en que será más valioso procurar la mejor calidad de vida, mientras esta se conserva, que luchar por prolongarla.
De lo contrario, sin juicio de la intención que motive a médicos o familiares, se cae en el gran riesgo de prolongar inútilmente la vida a costa de un mayor sufrimiento del paciente enfermo a través de la aplicación de tratamientos excesivos, experimentales o artificiales (tratamientos extraordinarios). A esto llamamos, ensañamiento terapéutico.
¿Cómo juzgar, si un esfuerzo terapéutico es excesivo o no?, es complicado. No hay recetas y depende estrictamente de cada caso, no obstante, será necesario considerar:
A). La condición de edad y salud del paciente. Si se trata de un enfermo crónico (enfermedad incurable, progresiva e irreversible) o terminal (las mismas condiciones del enfermo crónico, agravadas por un pronóstico de vida menor a seis meses).
B). El beneficio que el paciente ha de obtener, equiparado a las molestias y reacciones colaterales que ha de sufrir con el tratamiento.
C). La disposición del paciente para recibir el tratamiento (sin que esto suponga acceder a un deseo de muerte).
Si bien estos criterios son de carácter bioético, la legislación mexicana las observa, especialmente en la NOM-011-SSA3-2014, Criterios para la atención de enfermos en situación terminal a través de cuidados paliativos.
Cabe aclarar, que debido al temor de caer en el ensañamiento (obstinación) terapéutico, algunos países han legislado sobre el derecho de las personas para decidir de manera anticipada sí su voluntad es recibir o no tratamientos extraordinarios (especialmente resucitación y conexión a ventiladores). Es ya el caso de la Ciudad de México, que cuenta con la Ley de Voluntades Anticipadas, que en la actualidad es demasiado ambigua, no obstante, esto lo trataremos de manera más profunda en un artículo posterior.
MBPP.
Principio y final de la vida, temas trascendentales para la persona humana que le interesan a cada uno de nosotros. Todos hemos llegado al mundo y algún día tendremos, inexorablemente que irnos. Es por ello que la Bioética, debe considerarlos fundamentales.
El conocimiento de la anatomía y fisiología del cuerpo humano, que permanentemente descubre alguna maravilla más de nuestros cuerpos permite también el que tengamos una idea más clara de cuando nos vamos.
Antaño, el paro cardiorrespiratorio, era indicio innegable de nuestra partida. Aun y cuando, desde el siglo XVI se hablaba de la “insuflación artificial”, no fue sino hasta 1960, cuando formalmente se reconocen e implementan los procedimientos de Reanimación Cardiopulmonar (RCP), que han permitido desde entonces, salvar muchas vidas.
Entonces, ¿Cuándo sobreviene la muerte? No deja de ser aun un gran misterio.
Actualmente, se considera que la muerte sobreviene cuando el cerebro, el cerebelo y el tallo cerebral han perdido sus funciones. Es el tallo cerebral el que controla las funciones vitales. La circulación de la sangre por acción del corazón y el trabajo pulmonar, dependen de ello. Esto se considera “muerte encefálica”, irreversible del todo.
Sin embargo, es importante distinguir que no siempre que hay un daño cerebral, hay muerte encefálica. El cerebro humano puede perder algunas de sus funciones, incluso a un grado muy profundo, sin que esto suponga la muerte.
Puede ocurrir, por ejemplo, que un paciente presente en un estudio de encefalograma, actividad casi nula, lo que llaman los médicos un “encefalograma en línea”. Esto representa que la corteza cerebral (la parte más superficial del cerebro y que es responsable de las funciones complejas) está dañada, pero no que la persona esté muerta; incluso si los reflejos (reacción de las pupilas) no responden, tampoco representan la muerte.
Nuestra legislación previene con claridad, que, para declarar la muerte clínica de una persona, deberán presentarse al menos dos encefalogramas en línea, falta de reflejos y la imposibilidad de respirar de manera autónoma.
Si bien el cadáver de una persona, siempre debe ser respetado, es una responsabilidad de familiares, equipos médicos y de apoyo sanitario reconocer, que mientras que la muerte clínica no sea declarada, que mientras hay vida, nos encontramos frente a una persona, que por incapacitada que esté, merece todo el respeto a su dignidad.
Quede hasta aquí la reflexión querido lector y hemos de continuar con este tema en los próximos artículos.
MBPP.
La discusión sobre el aborto sigue en pie. Los argumentos de los defensores de la mal llamada “libertad de elección” (libertad para decidir la muerte de un hijo) y los argumentos de los defensores de la vida (del hijo y de su madre, porque los dos son iguales en dignidad) repiten una y otra vez sus argumentos, tal vez los mismos durante años y años de debate.
Mientras la discusión continúa, miles, millones de hijos son eliminados, son abortados. Unos, bajo el amparo de las leyes que han despenalizado o liberalizado el aborto. Otros, en la clandestinidad, porque ni siquiera desaparece el aborto clandestino allí donde ha sido legalizado.
Todos, los unos y los otros, mueren, y dejan una herida profunda en el corazón de sus madres.
El dato frío de los millones de víctimas del aborto no debe dejarnos insensibles. No hemos de pensar que será la historia, el mañana, quien juzgue con dureza a la actual generación por haber asistido con frialdad a una masacre de proporciones apocalípticas, con millones y millones de hijos asesinados cada año.
Ya ahora el corazón denuncia que estamos en un mundo injusto y cruel, donde la vida de los más indefensos y pequeños, los hijos, vale muy poco, pues pueden ser eliminados por motivos muy variados: a veces por el simple deseo de tener más tiempo para acabar la carrera, o para no perder el trabajo, o para evitarse un problema en familia, o porque el hijo tenía algún “defecto” que lo convertía en “indigno” de continuar la aventura de la vida.
Mientras discutimos sobre el aborto, en este día, morirán miles de hijos. Su muerte deja un hueco en la historia humana. Sus vidas provocan un vacío no sólo de bocas, de manos, de corazones, sino de libertades, de ideas, de sueños, que no llegaron a ponerse a trabajar porque otros decidieron que no nacieran.
Mientras discutimos sobre el aborto, mientras buscamos cómo convencer a la otra parte de su error, una vida acaba de ser cercenada en sus inicios. Quizá también él querría haber dado su punto de vista, quizá habría dicho que vale la pena respetar a los que ya existen, aunque sean muy pequeños o lleguen en un momento difícil para la mujer o para la familia.
Ese hijo no podrá reprocharnos tanta cobardía, tanto egoísmo, tanto retorcimiento dialéctico cuando todo es mucho más sencillo y claro: cada embrión, cada feto, es un hijo.
Así de sencillo y así de hermoso, así de comprometedor y así de magnífico. Como lo fuimos tú y yo y todos los que ahora respiramos.
Nos corresponde, por eso, poner en marcha un esfuerzo sincero para que todos, en un mundo más justo y más lleno de amor, puedan nacer con la ayuda y la asistencia de quienes vivimos a su lado.